Capítulo dos | Ella sí se lleva bien con mis amigos

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Capítulo dos | Ella sí se lleva bien con mis amigos

Capítulo dos | Ella sí se lleva bien con mis amigos

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•••

—Anda, Kenna, anímate un poco. Esto podría ser mucho peor.

—Silencio, traidor. Si seguís con lo mismo, te corro de mi casa —respondí enseguida, tomando un vaso con limonada mientras reorganizaba los adornos de mis paredes.

Mi mejor amigo rio y se dio la vuelta en mi cama, haciendo que sus rulos oscuros le cayeran sobre el rostro. Como casi siempre, aquella tarde Ricardo lucía despreocupado, con una revista que estaba leyendo sobre su abdomen, ropa deportiva holgada y su piel tostada siendo iluminada por el sol.

—Nos levantamos bravas —intervino Ori, quien estaba sentada en la alfombra de mi habitación, acomodando su voluminoso afro frente al espejo.

Detuve lo que estaba haciendo y giré sobre mis talones para enfrentarme a mis dos amigos. Ellos se miraron entre sí, sonriendo como si compartieran algún tipo de chiste interno.

—¡No estoy brava! Solo soy realista. Tantos temas de los que podríamos hablar y siempre terminamos volviendo a lo mismo...

—Porque es de lo que habla todo el mundo últimamente, y tú más que nadie deberías mantenerte informada —me recordó Orión.

Le di una mala mirada y me crucé de brazos, aunque en el fondo sabía que ella tenía razón.

Estábamos a mediados de noviembre ya, el invierno apenas comenzaba y la nieve caía de a ratos afuera de mi ventana. En cuanto a las desgracias de mi vida personal, estas seguían igual de caóticas, pues aunque habían pasado unas tres semanas desde que la noticia del intercambio con la selección rusa había salido a la luz pública, parecía que mientras más transcurría el tiempo, más eran las personas que hablaban sobre ello.

Tenía que admitir que, en estas situaciones, a veces los fanáticos se volvían un poco locos...

Por un lado, estaban los que habían decidido hacer bandos en pro o en contra de Ekaterina, llamándola traidora de su país como si nuestro deporte fuera un tablero de ajedrez. Luego aquellos que tildaban de injusto dar un puesto en el equipo estadounidense a alguien con doble nacionalidad, cosa que ciertamente me parecía absurda, tomando en cuenta que muchos atletas —incluyéndome— éramos ciudadanos multiculturales, y Ekaterina no sería la primera ni la última deportista en competir primero para un país y luego para el otro.

Por último, también estaba la gente que, aunque no tomaba ningún bando, vivía haciendo teorías conspirativas sobre por qué la patinadora más amada de Rusia había tomado aquella decisión de abandonar su hogar como si nada...

Siendo sincera, a mí tampoco me dejaba dormir esa pregunta. Se suponía que Ekaterina tenía la vida perfecta allá, donde era una atleta de élite que contaba con el respeto de su selección y el amor de miles de europeos. ¿Qué sentido tenía mudarse de la noche a la mañana y dejar todo eso atrás para competir en América? Era una locura.

El inesperado problema de Mackenna Keals ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora