La noche era densa y sofocante. Brenda corría por una calle oscura, sintiendo la adrenalina bombeando en sus venas. Sus pasos resonaban en el pavimento, pero no importaba cuánto se esforzara, la figura detrás de ella siempre parecía estar más cerca. La angustia se apoderaba de su ser mientras giraba las esquinas y atravesaba callejones, buscando desesperadamente una salida. Las paredes estrechas de los edificios a su alrededor parecían cerrarse sobre ella, asfixiándola. De repente, tropezó y cayó, golpeando el suelo con fuerza. La figura oscura se inclinó sobre ella, susurrando palabras ininteligibles que resonaban como un eco en su mente. El terror la inmovilizó, su respiración se volvió errática y todo se desvaneció en un abismo de oscuridad.
Brenda despertó de golpe, con el corazón desbocado y lágrimas corriendo por su rostro. La habitación estaba en silencio, solo interrumpido por sus sollozos ahogados. Se levantó de la cama y se dirigió al baño, salpicándose el rostro con agua fría en un intento de calmarse.
Al amanecer, fue hasta la cocina, se sentó en una silla con una taza de café entre las manos, sintiendo el agotamiento sin apenas haber podido dormir. Diana entró y notó la mirada perdida de su amiga.
-¿Otra vez una pesadilla? -preguntó Diana, con un tono de preocupación.
Brenda asintió lentamente.
-Sí. No importa cuánto tiempo pase, siguen siendo tan vívidas como siempre.
Diana se sentó a su lado y tomó su mano.
-Debe ser por todo el estrés y los cambios recientes. Sabes que esa experiencia traumática de hace un año te marcó profundamente.
Brenda suspiró, apretando los labios.
-Lo sé. He estado meses en terapia, pero a veces parece que no es suficiente. Creí haber superado gran parte de ello, pero noches como esta me hacen dudar.
Diana la abrazó con fuerza, brindándole consuelo.
-Estoy aquí para ti, amiga. No tienes que enfrentar esto sola.
Brenda sonrió débilmente, agradecida por el apoyo.
Horas más tarde, Brenda y Diana compartieron un desayuno rápido antes de dirigirse al hospital. Al llegar, Elisa ya se encontraba frente a la oficina de la periodista, se encaminaron directamente al despacho despues del saludo, tal como habían acordado la noche anterior, cuando Brenda contestó el mensaje. Entrar al elegante despacho fue como adentrarse en otro mundo. La oficina estaba decorada con un gusto impecable, un escritorio de madera oscura, una alfombra persa en tonos tierra y cuadros abstractos en las paredes que añadían un toque de modernidad. Las grandes ventanas de cristal dejaban entrar una luz que iluminaba el espacio con suavidad.
-Elisa -dijo Brenda con una sonrisa para llamar su atención-. Siéntate, por favor.
Elisa tomó asiento, algo nerviosa.
-Gracias, Brenda. Quería hablar sobre lo que pasó la noche de la fiesta, por eso te envié ese mensaje anoche, no aguantaba más y tuve que pedirle tu número a Diana. No recuerdo mucho, y eso me tiene preocupada.
Brenda asintió y comenzó a relatar con detalle todo lo que recordaba de esa noche: cómo conversaron, cómo Elisa fue quedándose dormida en el sofá y cómo finalmente la llevó a la cama, donde se quedó dormida sin que pasara nada más.
Elisa se sintió aliviada, aunque en el fondo había una pequeña parte de ella que deseaba que las cosas hubieran sido diferentes.
-Me alegra saber que no hice nada inapropiado -dijo Elisa con una sonrisa tímida.
-No, no lo hiciste. Y para ser honesta, me caes muy bien. Creo que podríamos ser buenas amigas, considerando que vamos a trabajar juntas y que ambas queremos lo mejor para Diana -respondió Brenda.
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Latidos Convergentes
FanfictionBrenda Arriaga, una periodista especializada en publicidad, marketing y redes sociales, se traslada a Miami para empezar una nueva vida como Gerente de Comunicación y Marketing en el prestigioso Baptist Hospital. Allí, su vida se entrelaza con la d...