La noche envolvía el aparcadero del hospital con una neblina espesa. Brenda y Elisa se encontraban apenas vislumbradas bajo la pálida luz de la luna.
Elisa, con el rostro marcado por la preocupación y los ojos reflejando una mezcla de temor y ansiedad, se animó a romper el silencio.
—Brenda, necesitamos hablar. No recuerdo bien lo que pasó anoche, y estoy realmente preocupada... Si me excedí por culpa del alcohol, lo siento mucho.
Brenda, con una sonrisa serena, respondió mientras una suave brisa nocturna jugueteaba con su cabello.
—Elisa, tranquila. No pasó nada de lo que debas preocuparte. Y si hubiese pasado algo, da por hecho que hubiera sido con el consentimiento de ambas.
De repente, la figura de Nelly, la administradora del hospital, interrumpió la tensión del momento con pasos apresurados y una expresión de urgencia.
—Elisa, ¿vas para tu casa? ¿podrías llevarme a la mía? Mi auto no quiere encender y vivo de camino a la tuya.
Elisa asintió, presentando a Nelly con una sonrisa.
—Brenda, esta es Nelly, la Directora de Administración Hospitalaria. Nelly, ella es Brenda, aunque pienso que ya debas saber quién es. —A lo que asintió la de administración.
—Pero, Brenda, nuestra conversación no ha terminado. Aún me quedan muchas dudas.
Brenda asintió, con una sonrisa que prometía futuras revelaciones.
—Lo sé. Continuaremos hablando luego.
Durante el recorrido hacia la casa de Nelly, la conversación se volvió más personal. Esta, con un tono curioso, preguntó:
—Elisa, ¿pasa algo con la nueva Jefa de Publicidad? Te veías algo contrariada cuando hablaban en el aparcadero.
Elisa, algo nerviosa, negó rotundamente.
—No, Nelly, nada de eso. Solo estábamos resolviendo algunas dudas.
Nelly suspiró, pero no insistió más. La conversación se desvió hacia temas más ligeros mientras el auto avanzaba por las calles iluminadas de Miami. Elisa dejó a Nelly en su casa y continuó su camino hacia Homestead. Su hogar era un refugio de tranquilidad, una hermosa casa de dos plantas pintada de blanco, con un lago al fondo de la propiedad y un jardín cuidadosamente mantenido. Los grandes ventanales dejaban entrar mucha luz natural durante el día, y los muebles modernos y elegantes daban a la casa un toque de lujo. Pero en ese momento, la belleza del lugar no podía calmar los nervios de Elisa.
Mientras tanto, Brenda tomó un taxi hasta la casa de Diana. Al entrar, encontró a su amiga llorando. Diana, entre sollozos, explicó que el esposo de la doctora Smith sospechaba de su relación y le había dicho que no podían seguir viéndose, ya que no se podía permitir arriesgar a su familia.
Brenda la abrazó con fuerza mientras Diana le contaba todo con detalles. A medida que las lágrimas de Diana se calmaban, comenzaron a recordar cómo se conocieron en la Northwestern University, ubicada en Evanston, Illinois, a lo largo del lago Míchigan, justo al norte de Chicago. Un encuentro fortuito en una protesta estudiantil las unió, ambas luchando por causas en las que creían fervientemente. Desde entonces, su amistad se fortaleció con cada desafío que enfrentaron juntas.
—Siempre estaré aquí para ti, Diana. No importa lo que pase —dijo Brenda, dándole su apoyo incondicional.
Al día siguiente, Elisa y el doctor James se reunieron muy temprano con la junta para definir la prioridad para el trasplante. El procedimiento para elegir al receptor del trasplante se basaba en una combinación de criterios médicos, urgencia y compatibilidad. Elisa cuestionó la ética del doctor James, quien también mencionó algo del pasado relacionado con las influencias de su madre, lo cual enfureció a Elisa.
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Latidos Convergentes
FanficBrenda Arriaga, una periodista especializada en publicidad, marketing y redes sociales, se traslada a Miami para empezar una nueva vida como Gerente de Comunicación y Marketing en el prestigioso Baptist Hospital. Allí, su vida se entrelaza con la d...