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Nueve Horas Después.


─¡Mamá! ─escucho a lo lejos─. ¡Mamá, despierta ya! ¡Vamos!

Me duelen los ojos mientras los voy abriendo poco a poco. No dormí para nada bien anoche, no paré de arrepentirme por haber llamado al señor Petrosa. ¿Qué quiso decir con "cliente muy especial"? ¿Será que ya sabía que iba aceptar, y yo de idiota solo le di la satisfacción? ¿Ya tenía a alguien para mí?

Demonios. Me duele la cabeza de tanto pensar.

─¡Vamos mami! ¡No me hagas traer la cubeta de agua! ─amenaza Kailani cruzando los brazos.

La veo ya vestida y arreglada, parece que ya llevaba despierta un rato, se nota que está emocionada por ir a entrenar. Pero yo estoy totalmente en lo contrario, me encantaría dormir cuatro horas más. Pero le hice una promesa, no puedo romperla. No otra vez.

─Okey, okey, ya voy ─digo levantándome de la cama y yendo a vestirme.

Una vez ya desayunadas y vestidas, me coloco unos lentes de sol y a ella le pongo una gorra, que queda muy cómica con lo corto de su cabello. Salimos de la habitación y nos encontramos con la señora Agatha y su nieto Pedro, que estaban de salida también.

─Buenos días ─saludo.

─Oh, que coincidencia ─sonríe la señora Agatha─. Muy buenos días Sarita, buenos días María.

─Hola señora Agatha ─saluda Kaili─. ¡Hola Pedro! ¿Adónde van?

─Vamos a comprar unos adornos para el árbol de navidad, la vamos a montar hoy cuando vengas ─dice Pedro, emocionado─. Señora Jiménez, ¿vendrá usted también?

Pocas ganas tengo para la navidad ahora mismo. Pero la cara que me pone Kailani hace que sacrifique mi idea de dormir un poco más luego del entrenamiento.

─Eh, está bien ─acepto─. Puedo ayudarlos un poco antes de irme a trabajar.

─¿Adonde iban ustedes? ─le pregunta Pedro a Kailani─. Podrían acompañarnos a comprar los adornos.

─Oh, Pedrito ─lo interrumpe la señora Agatha─. Estoy segura que María y su mamá necesitan tiempo para pasarla a solas de vez en cuando. Entiendo que te guste estar con María, pero puedes aguantarte hasta que venga a ayudarnos con el árbol.

Pedro se sonroja y Kaili suelta una risita.

─Las acompañamos a bajar ─dice la señora sonriéndome.

Asiento y bajamos. Kaili y Pedro se corretean por el vestíbulo, riendo y saltando. La señora Agatha los mira con una expresión cariñosa, casi como nostálgica, me recuerda un poco a mi nana, la madre de mi papá, antes de que se mudara a Colombia con mi abuelo.

Pensar en eso me hace sentir rara. A veces me pregunto si llegaremos hasta allá, si de verdad las cosas mejorarán para mí y, sobre todo, para Kailani. ¿Cómo puedo darle una buena vida con la policía y la decana persiguiéndonos? He tratado de ignorar las noticias y de no verlas frente a Kaili, más que todo para no preocuparme o a ella. Pero sé que en algún momento tendré que ver por donde van, quizá ya estén investigando toda Caracas, quizá la decana ya habló con mi madre, quizá hasta ella también nos está buscando.

Me encantaría pensar que mi madre nos ayudaría, pero sé que no será así. Más fácil sería entregarnos nosotras mismas a la decana que esperar alguna ayuda de Joana.

─Esos dos son casi como uña y carne, ¿verdad?

Vuelvo a mi presente, a mi cuerpo caminando por el callejón junto a Kailani, Pedro y la señora Agatha.

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