Mis manos seguían recorriendo su espalda y parte de su torso desnudo, marcado y dorado.
-Por favor... ___________.-Louis cerró los ojos.
-Shhh no hablemos, quiero ver hasta dónde podemos llegar.
Louis abrió sus ojos de golpes, tomo mi cintura y me corrió a un lado. Sus ojos demostraban algo más que no pude deducir.
-Yo bueno yo –pero no logro decirlo, se quedo en silencio y bajo su mirada al suelo.
-No me vengas con que eres gay porque eso es una maldita mentira Louis Tomlinson. –dije mirándolo con mi mano en la cintura.
Él se acerco a mí más de lo que imagine que él lo haría. Era muy adorable ver mi tamaño con el suyo, yo sin tacones altos soy baja y él es tan alto.
-Ya que me descubriste. –Louis levanto una ceja coquetamente, sentía su respiración chocar frente a mi labios.
Inconscientemente cerré los ojos.
-No cierre los ojos no te besare. –dijo Louis riendo, caminando hacia la puerta.
-¿Te vas? ¿No quieres quedarte conmigo esta noche?
-No _________ y aún es muy temprano para dormir, pero mañana hablamos. –iba caminando pero retrocedió y beso mi mejilla dulcemente.
Él salió de mi habitación, sonreí satisfactoriamente al pensar en todo lo que había sucedido. Pero no todo estaba bien, algo de Claire y Michelle no me convencen y lo averiguare.
-¡__________! ¿Mi niña estás ahí? –la puerta de mi habitación sonó, al escuchar su voz supe que era nana.
-Si pasa nana. –Recogí rápidamente la camisa llena de sangre y la lancé hacia dentro de mi gran closet.
Me senté tranquilamente en mi cama, toda desordenada.
Ella entró.
-Vi a tu guardaespaldas salir de aquí. –dijo sentándose a un lado mío.
-Mmm si vino a ver cómo me encontraba. –sonreí inocente.
-Claro salió sin camisa porque un león salió de tu ventana y la rompió ¿cierto? –Nana dio una mirada acusadora.
Nana era una mujer adulta, hace 20 años trabajaba con mi familia. Ella me conocía al revés y al derecho, aún más que mi padre. Su cabello con algunas canas, su rostro cansado y viejo demostraba su edad. Ella fue mi madre, desde los diez años.
-Me gusta ese conjunto de ropa nana, al final tomaste mis consejos de moda. –reí al verla rodar sus ojos.
-Sigues igual de siempre, desde pequeñas lo haces, cambias de tema para que no te digan nada. –ella acaricio mi cabello largo y castaño.-En cambiar de conversación cuando algo te mete en problemas no has cambiado pero has cambiado en otras cosas, has cambiado tanto desde que murió...- pero puse mi mano en alto, demostrando que se detuviera y no dijera lo que iba a decir.
-No me hables de ella. –dije sacando toda sonrisa de mi rostro.
Desde esa vez que ella se fue, no quise hablar jamás sobre el tema.
-Ella se llevo mi vida cuando se fue. –mis ojos se cristalizaron.
Dios hace tanto no lloraba, siempre me hacia la fuerte, tratando de dar a conocer a la gente que era la gran _________ Moore. Siempre con el estatus por delante.
-¿Recuerdas cuando fue la última vez que dijiste te amo? –nana seguía acariciando mi cabello.
Negué con la cabeza, tratando de mirarla directamente a los ojos.
-Solo buscas a la gente porque te interesa ser popular, quieres que todo el mundo te conozca pero nadie te conoce como eres realmente ni tú misma. –Nana dijo con los ojos llenos de lágrimas.
-No culpes a tu madre de cómo eres, ella se fue pero siempre estará contigo donde sea que vayas.-Nana volvió a hablar.
No pude más y abracé a nana. Necesitaba tanto de un abrazo sincero, lleno de amor.
-Para mí siempre serás mi pequeña _________. –ella beso mi frente y me dejo ahí sola en la orilla de mi cama.
Un día con emociones, enojos, deseos, recuerdos había pasado. Mi cabeza aún dolía aunque habían pasado horas desde mi accidente, decidí que era conveniente dormir. Mañana seria un día nuevo y tendría que ver algunas cosas para ir a mi último año en la escuela.
-Quiero sentir que estás conmigo. –mire hacia el techo de mi habitación.
Una lagrima huyo de mis ojos, a veces quisiera dejar todo de lado para poder ser por un minuto la chica que no se preocupaba lo que decían los demás. Sólo en la soledad de mi habitación y de la noche lo podría volver realidad.
Las cortinas blancas de mi habitación se inflaron, un aire recorrió toda la habitación, inundándola.
-Nunca me dejes mamá.
¿Hace cuanto no decía mamá? La verdad desde los diez años. Pero aquí estoy nuevamente con dieciocho años volviendo a decirla pese que había jurado jamás volver a decirla.
Cerré mis ojos, una profunda tranquilidad me adormeció.