Gritos, gritos y más gritos provenían desde el pasillo. Solo una persona hueca e inconsciente como esa chica la tal Michelle podía hacerlo en un día a las 6:02 am.
-¿Qué pasa? –Salí de mi habitación hacia el gran pasillo largo del segundo nivel en mi casa.
Ella estaba en el piso con las manos en su cabeza. No podía ver su rostro pero sabía que lloraba.
Mire la puerta abierta, la habitación de nana estaba abierta y Michelle a fuera de ella.
-¿Qué pasa Michelle? –me hinque a un lado de ella.
-Ella... ella... Dios mío es lo peor que he visto en mi vida. _________ no me dejes. –Michelle tomo mis hombros y me abrazó.
-Pero ¿de qué hablas? – Michelle miraba hacia dentro de la habitación asustada y se abrasaba mas a mi cuerpo, como temiendo de algo que había en la habitación de nana.
Me pare de su lado y camine hacia la habitación. Estaba oscura y había un mal olor. Un olor que ya conocía. Era sangre.
-Nana. –susurre despacio.
Pero nadie respondió. No quería prender la luz, pero debía hacerlo.
Había un mar de sangre alrededor de su cuerpo boca abajo en la cama.
Mis piernas temblaron, no sabía si ir y tocarla o gritar como loca para pedir ayuda.
Me decidí por lo primero. Camine con preocupación para no caer de rodillas.
Toque su cuerpo frio y blanco, mas blanco de lo normal, di vuelta su cuerpo de a poco. Sus ojos estaba abiertos y oscuros, su cuello repleto de sangre y un papel en su mano. Lentamente tome su papel y lo abrí con mis manos temblando en letras grandes salía:
AHORA TE TOCA A TI __________.
Tire el papel, corrí directamente hacia fuera, cerré la puerta. Michelle yacía en shock mirándome. Todavía no lo podía creer si era una pesadilla de una maldita vez quería despertar. Pero ese olor tan familiar no podía ser un sueño. Ni tampoco su cuerpo frio, ni mis manos llenas de sangre.
-Ella murió. –Michelle llego a mi lado y me tomo el hombro.
No sabía quién temblaba más ella o yo. Pero lo único que sabía que ahora venia por mí, que esa maldita amenaza se iba a volver realidad.
Louis y papá venían corriendo dando la vuelta hacia nosotras. Sus rostros eran confusos por encontrarnos a Michelle y a mí temblando y con temor.