CAPÍTULO 9: MERCENARIA

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Tierra 29

En la Ciudad de los Ángeles, el submundo criminal estaba en vilo. Los rumores sobre una posible alianza entre los capos más poderosos tenían a los delincuentes de menor calibre temblando. Incluso el FBI y otras organizaciones gubernamentales estaban a la espera de una reunión que podría desatar un nuevo orden criminal con la capacidad de sacudir al mundo entero. Algunos de los líderes ya tenían precios exorbitantes sobre sus cabezas.

—Mierda, ¿Por qué demonios tenía que trabajar hoy? —se quejó Roberto Pérez, un simple valet de autos de treinta años que solo quería un día laboral tranquilo. No podía estar más equivocado. Hoy debía manejar el coche de uno de los jefes más temidos de la mafia de Los Ángeles: Raimundo Alvarado. Roberto lo conocía de nombre. Alvarado, un colombiano que dominaba el sur de la ciudad, era conocido por sus métodos violentos. No solo dirigía el "Inframundo" —como se le conocía a su territorio—, sino que tenía una fascinación particular por ejecutar a sus enemigos con sus propias manos. Los rumores de tortura eran incontables.

Roberto observó al hombre antes de tomar las llaves. Alvarado, rapado y con un tatuaje que decía "Wolf" en la parte trasera de su cabeza, emanaba una presencia aterradora. **"Solo lleva el auto, Roberto, y todo estará bien,"** se dijo mientras encendía el motor y dejaba atrás el hotel, sin darse cuenta de que a pocas cuadras, en una camioneta negra, un equipo del FBI vigilaba en secreto. Más cerca, en un antiguo puesto de zapatos, el equipo estratégico de la agencia esperaba la orden para actuar.

—Alvarado acaba de entrar al hotel, señor —informó uno de los agentes al jefe de la operación, Gareth Brown. Brown, un hombre de mediana estatura, con cabello negro salpicado de canas y una barba igualmente entrecana, asintió lentamente.

—Excelente. Alvarado es el tercero. Faltan dos más. Cuando todos estén reunidos, caerán como fichas de dominó —respondió con una tranquilidad calculada, mientras observaba el plano del hotel desplegado sobre la mesa.

—Señor, ¿no cree que es extraño? —interrumpió un subordinado—. La seguridad es sorprendentemente mínima. Es como si se estuvieran burlando de nosotros.

Gareth frunció el ceño, consciente de que había algo que no cuadraba. **"Sí, lo he notado,"** pensó, pero respondió con firmeza.

—Los barridos de seguridad fueron claros. No hay explosivos ni amenazas evidentes. Y según las cámaras, todos están entrando al hotel. No hay forma de que escapen, a menos que quieran saltar trescientos pies desde la azotea. Nuestros agentes están bien entrenados, y llevamos el mejor equipo. Esto termina hoy. —La determinación en su voz no dejó espacio para objeciones, aunque una inquietud persistía en su mente.

La espera se alargaba, y el ambiente se tensaba aún más cuando una figura imponente apareció en el vestíbulo del hotel. Larisa Kozlov, conocida como "La Duquesa", había llegado. Rubia, de ojos azules y con un cuerpo que recordaba a una diosa esculpida, Kozlov no solo era famosa por su apariencia. Su ascenso en la mafia rusa de Los Ángeles había sido vertiginoso, y los rumores sobre cómo había eliminado a su propio esposo y a toda su familia para quedarse con el poder eran más que leyendas. Pero en el registro oficial, Larisa estaba "de vacaciones en Italia" durante aquellos eventos.

—La Duquesa ha llegado, señor. Solo falta uno más. —El agente junto a Gareth parecía ansioso.

Gareth asintió lentamente, pero su mirada no se apartaba del monitor que mostraba el interior del hotel. Cuatro de los cinco jefes ya estaban reunidos. El último aún no había aparecido, y eso lo mantenía alerta.

—El peor de todos... —murmuró para sí mismo mientras un sudor frío le recorría la espalda.

Desde el momento en que bajó de su auto negro, la atmósfera del hotel cambió. Kenji Sato, la cabeza de la Yakuza en Los Ángeles, conocido como "El Inmortal" en el submundo, vestía un traje guinda impecable, seguido de cerca por sus guardaespaldas. Su presencia era palpable, un silencio tenso recorría desde la recepción hasta las cocinas. Gareth, desde la sala de control, frunció el ceño al verlo. El último y más temido de los capos del crimen de la ciudad había llegado. Ahora las cinco cabezas estaban reunidas, y para Gareth, eso solo significaba que pronto todas caerían.

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⏰ Última actualización: 3 hours ago ⏰

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