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Silencio, era todo lo que había entre nosotros. No podía creer que el motivo de mi proyecto estuviera caminando frente a mí. Debía estar soñando; traté de recuperar la compostura, pero era imposible no mirarlo. Llámenme loca, pero era un hombre y muy atractivo, siendo sincera. A pesar de no ver su rostro, su cuerpo dejaba mucho a la vista: el pecho y los brazos marcados por encima de la camiseta, las piernas contorneadas y su altura. Casi tan alto como el marco de la pared. Humedecí mis labios por instinto; no dejaba de ser un hombre. Su cabello era casi tan largo que le faltaba poco para sobrepasar sus hombros.

—Tú estás vivo... eres real.

Pasos y más pasos...

—Brams... yo no vine a incomodarte, solo...

—Estás investigando. Lo sé, lo supe cuando que te vi entrar por esa puerta.

Su voz era profunda y grave; me estremecí al escuchar su respuesta. Entonces sabía qué estaba haciendo en ese lugar.

—Espero que no te moleste... me iré cuando termine.

—Deberías irte ya; no esperes a...

—¿No esperar qué? ¿Qué es lo que va a pasar? —avancé acortando la distancia entre nosotros, temerosa—. ¿Qué me vas a hacer, Brams? —sentí su respiración pesada y el pecho subir y bajar con dificultad.

—Yo nada... por eso debes irte. Nadie va a creerte.

Se apartó hacia el marco, dejándome confundida. Debía saber por qué se había ocultado y por qué me decía todo esto.

—Descubriré la verdad aunque nadie me crea; no necesito que nadie me crea. Solo necesito creer lo que siento —me acerqué nuevamente—. Y yo creo que tu historia está mal.

—Como quieras...

—¿Es todo lo que dirás?

—Dije demasiado una vez y ya conoces el resultado. Si te pasa algo, esto será tu responsabilidad. —Agachó la cabeza a mi altura para mirar mis ojos directamente—. Si ya elegiste quedarte, entonces no hay más que decir.

Sus ojos eran como un espejismo de mi propia curiosidad. Ahora tenía el doble de preguntas que cuando llegué. Noté cómo se alejaba para escabullirse entre las paredes.

—¡Espera! —se detuvo en seco ante mis palabras—. ¿Me ayudarás con mi tesis al menos?

—¿Tu tesis? ¿Que soy un informante? Estarás viviendo aquí, resuélvelo.

—Pero te necesito. Me ayudaría muchísimo si tú...

—No. Termina tu tesis sobre mi casa y lárgate. —Apresuró sus pasos.

—¡Es sobre ti!

Se quedó estático en las escaleras; debía hablar antes de que se perdiera entre las sombras.

—Mi investigación es sobre ti, Brams... no me interesa tu casa, quiero saber quién eres. Es todo. —Volteó a mirarme lentamente y sentí su molestia a lo lejos.

—Soy Brams.

Fue lo único que me dijo antes de perderse entre las paredes. Claro que eres Brams, pero ¿por qué me respondes con tu identidad en vez de darme alguna pista? ¿Eso qué quiere decir?

Decidí volver a la habitación en medio de mi frustración. Qué inútil era tener al protagonista de mi tesis y no poder hablar con él. Estaba actuando como un mártir, como si dijera: "Haz lo que se te da la gana, sufrí mucho y por eso estoy a la defensiva".

—¡Es estúpido!

—Te estoy escuchando.

Su voz resonó desde la ventilación; estaba espiándome.

—¡Deja de espiarme!

—No te estoy espiando, tú estás gritando. Si no fueras tan ruidosa, no escucharía lo que hablas.

—Mientes.

—Estás demente, licenciada.

Grité finalmente por la impotencia y golpeé la esquina de la cama. Caminé de lado a lado, estresada por su culpa.

—Destruye todo lo que quieras, tengo todo lo que necesito de este lado.

Me senté en la cama a reflexionar sobre lo que había dicho. "Del otro lado", las entradas a los pasadizos de su guarida estaban escondidas y ni la policía había hallado su rastro. Debía encontrar una entrada para buscar las respuestas que él no me quería dar.

Miré desde la cama cómo la luz del amanecer golpeaba las paredes. No había descansado nada. Revisé los mensajes que Vincent me había dejado.

"Sé que estás despierta, iré a llevarte algunas cosas".

Sonreí aliviada; al menos alguien me escucharía.

Me levanté de la cama y tomé una ducha lo más rápido posible para que el espía no husmeara en mi privacidad. Me puse un pijama de lana para protegerme del frío clima y me recogí el cabello.

Los golpes en la entrada me avisaron de su llegada, y salí disparada a recibirlo.

—¡Vincent! —le di un fuerte abrazo y lo arrastré al interior.

—Hola, ella. Te traje comida y vine a ver cómo estás.

—Estoy de maravilla, y ahora que tú estás aquí, mejor.

Sonrió, apartando la mirada mientras buscaba algo a su alrededor.

—¿Todo bien? ¿No escuchaste ruidos o algo extraño?

Detrás de él, los ojos de Brams me atraparon; estaba escondido detrás de una pintura en la pared y me señalaba inquieto algo. Sentí que me advertía sobre algo, así que tomé su advertencia: lo mejor era mantener la noticia de su aparición oculta.

—No... todo está... bien —sonreí nerviosa, y él me observó de manera extraña en silencio—. ¿Quieres desayunar conmigo?

—No, gracias. Ya desayuné hace un rato. Debo hacer unas cosas. Estaré muy ocupado estos días —frotó sus palmas buscando calentarlas sin mucho éxito—. Llámame si necesitas algo —me dejó un beso en la frente y casi escapó del lugar.

¿Qué le pasaba? Se estaba comportando extraño; siempre queríamos hacer todo juntos. Supongo que la vida de adultos absorbe demasiado. Me quedé estática pensando en sus palabras hasta que una voz me sorprendió.

—Ya es tarde, ella...

Brams...

—¿Tarde para qué?

—Tarde para ti...

Vincent BramsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora