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Me tomé un descanso de la tesis y lo aproveché para admirar la belleza de la casa. Me adentré en la biblioteca a leer los libros que guardaba, horneé pasteles para Brams, cocinaba para los dos y le dejaba su parte en el comedor. Después del corte de cabello, nos distanciamos un poco; una sensación de incomodidad nos acechaba. Encontraba los platos vacíos y notas de agradecimiento o chistes malos.

Ya llevaba una semana sin encontrármelo por la casa y era extraño sentirse sola.

Repasé mis lecciones de piano en la tarde y volvía a cocinar más y más comida.

Descubrí que Lottie, traía las provisiones muy temprano.

Traté de hablar con ella, pero nunca la alcanzaba; sentía que me evitaba a toda costa. Una madrugada, la vi hablarle a un salón vacío. Pero se alarmó y huyó antes de poder hacerle cualquier pregunta.

Era extraño... Al caer la noche, me sumergí en las sábanas, resignada a no saber ahora de Brams. Abrí mi laptop y busqué algo en qué entretenerme, para no pensar en Brams o en Vincent. Pero fue inútil; en mi bandeja de entrada había un correo de una dirección extraña.

La curiosidad mató al gato.

"Hola Elizabet, sé que has intentado comunicarte conmigo varias veces, pero no estaba lista para recordar esa experiencia.

Soy Gretta, ahora vivo en otro estado y traté de ocultarme de curiosos como tú, pero Lottie me contó sobre ti. No te queda mucho tiempo; ella debes llegar al fondo de esto para poder liberarte".

¿Liberarme? Pero si yo no estoy prisionera...

"Confía en tus instintos y, sobre todo, confía en Brams... él solo quiere ayudarte".

Y así concluyó ese correo aterrador, dejándome con miles de dudas acerca de lo que realmente pasaba. ¿Por qué Gretta había decidido hablar, pero no había dicho nada en su mensaje? ¿De qué se ocultaba? ¿A qué le tenía miedo? ¿Confiar en mis instintos? ¿Confiar en Brams?

Me perdí entre los mensajes de mis amigas, contándome sus experiencias en el campus, mientras yo estaba aquí sola, atrapada en mi propia burbuja. Decidí distraerme con una película, pero las horas se desvanecieron como sombras al caer la noche. De repente, un estruendo en la planta de abajo me sacudió hasta los huesos. Algo estaba en la casa. Pensé que en Brams, pero él no hacía esos espectáculos nocturnos. La curiosidad me ganó y bajé las escaleras en puntitas, el silencio era opresivo. La poca luz que se filtraba de las ventanas creaba figuras a mi alrededor.

—Brams...—susurré, esperando una respuesta que nunca llegó.

—Brams, ¿eres tú?—un escalofrío me recorrió la espalda, intensificando la inquietud que me envolvía.

Sentí una sombra pasar detrás de mí. Alarmada, di vuelta rápidamente, el corazón latiéndome en las sienes.

Presa del pánico, retrocedí y me enredé con mis propios pies, cayendo al suelo y llevándome algo conmigo.

Bueno, más bien a alguien.

—Me estás aplastando el estómago—se quejó con dificultad; era Brams.

—Lo siento...—intenté levantarme, pero volví a caer encima de él por mi torpeza.

Su cuerpo estaba cálido, como si estuviera reviviendo ese sueño torturador con él. Su aliento tibio me invadió como fuego; me sofocaba. Era sufrimiento tenerlo así de cerca.

—Ella...—sentí su rostro acercarse al mío; había algo diferente en su mirada—. Ella no puedo resistirlo más...

—Brams...—hechizada por su voz, me dejé llevar por su cercanía.

Eliminó la distancia entre nosotros al unir nuestros labios. Sin su máscara, husmeaba en la noche para liberarse de algo oscuro que lo consumía. Su toque quemaba; me asfixiaba lentamente. Era agonizar a su merced. No podía creer lo que pasaba; se desespero y tomó mi rostro entre sus manos para profundizar más el beso. Las cosas subieron de nivel cuando me puso sobre su regazo para acceder a mi clavícula.

Era insoportable.

—Brams...

Después de eso, me maldije por lo que había dicho. Al escucharme, volvió en sí y se apartó abruptamente. Yo seguía en el suelo, admirando con dificultad su sombra mientras me preguntaba qué había hecho mal... Era obvio que él lo deseaba y yo también. Pero la vergüenza ante su rechazo se apoderó de mí. Me incorporé y retrocedí buscando una salida.

—Lo siento...Ella..

Escapé a la habitación y cerré la puerta tras de mí. Me había afectado su rechazo, pero aún más que él se reprimiera. La tensión en el aire era evidente. Sabía que esto complicaría las cosas para ambos... y un oscuro presentimiento se instaló en mi pecho: algo más acechaba en las sombras de nuestra conexión.

Vincent BramsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora