Capitulo 8

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Aleix se despertó con un sobresalto, el frío de la habitación le calaba hasta los huesos. Se levantó lentamente y se dirigió al baño, donde se dio una ducha con agua fría, esperando que el impacto del agua helada lo ayudara a despejar su mente. Pero la desesperación no se iba. Salió del baño y se acostó en el suelo, gritando con todas sus fuerzas. Sin embargo, no se escuchaba nada en la habitación. Las paredes eran de hormigón y la puerta estaba cerrada herméticamente.

De repente, la puerta se abrió y apareció Francis.

-No intentes gritar, no funcionará. La habitación está a prueba de sonido -dijo con frialdad antes de marcharse una vez más.

Aleix, frustrado, volvió a gritar, pero nadie le escuchaba. La soledad y el silencio eran abrumadores.

Desesperado, Aleix miró a su alrededor buscando una salida. Vio una pequeña ventana con rejillas en lo alto de una de las paredes. Decidido, intentó alcanzarla, pero estaba demasiado alta. No se rindió y pensó en usar la cama para apoyarse y subir. Sin embargo, al intentar moverla, descubrió que estaba firmemente sujetada al suelo. No podía levantarla ni moverla.

Con el plan fallido, Aleix se dejó caer al suelo, agotado y sin esperanzas. Se acostó, mirando al techo, tratando de encontrar una solución en su mente. Pero el cansancio y la desesperación lo vencieron, y poco a poco, sus ojos se fueron cerrando, sumergiéndose en un sueño inquieto y lleno de pesadillas.

En sus sueños, Aleix se veía libre, corriendo por campos abiertos, sintiendo el viento en su rostro. Pero cada vez que intentaba escapar, algo lo detenía, una fuerza invisible que lo arrastraba de vuelta a la habitación de hormigón. Se despertó varias veces, sudando y con el corazón latiendo a mil por hora, solo para darse cuenta de que seguía atrapado en la misma pesadilla.

El tiempo pasaba lentamente, y Aleix comenzó a perder la noción de los días y las noches. La desesperación se convirtió en resignación, y la energía que antes tenía para gritar y luchar se desvaneció. Se sentía como un prisionero en su propia mente, atrapado en un ciclo interminable de desesperanza.

Aleix también comenzó a notar actitudes y comportamientos extraños en Francis. Al principio, eran pequeños detalles: una mirada perdida, un susurro inaudible. Pero pronto, los comportamientos de Francis se volvieron más inquietantes. Se movía de un lado a otro y decía:

-¡Este es solo el comienzo, todos vamos a MORIR!

Observaba desde la puerta entreabierta. Francis bailaba frenéticamente frente al espejo, sus movimientos eran erráticos, casi inhumanos. La música que sonaba era apenas un murmullo, pero Francis parecía estar en trance, siguiendo un ritmo que solo él podía escuchar.

Cada noche, Francis repetía el mismo ritual. Sus pies descalzos golpeaban el suelo con fuerza, y sus brazos se movían como si fueran marionetas controladas por hilos invisibles. El espejo frente al cual bailaba parecía tener vida propia. Aleix juraba que veía sombras moverse en su superficie, figuras oscuras que imitaban los movimientos de Francis.

Cada vez que Francis se acercaba a su cuarto, parecían salir lágrimas de sus ojos.

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Aleix comenzó a notar que su cuerpo también estaba cambiando. Al principio, eran pequeñas cosas: una sensación de hormigueo en las extremidades, una ligera pérdida de fuerza. Pero con el tiempo, los cambios se hicieron más evidentes. Sus músculos se debilitaban, y su piel adquiría un tono pálido y enfermizo. Se miraba en el espejo y apenas reconocía al hombre que veía.

Un día, mientras estaba acostado en el suelo, escuchó un ruido extraño. Era un zumbido, como el de una máquina. Se levantó y se acercó a la puerta, tratando de escuchar mejor. El zumbido se hizo más fuerte, y de repente, la puerta se abrió de golpe. Dos hombres vestidos con batas blancas entraron en la habitación y lo agarraron por los brazos.

-Es hora de la siguiente fase del experimento -dijo uno de ellos con una voz monótona.

Aleix intentó resistirse, pero sus fuerzas lo abandonaron rápidamente. Lo llevaron a una sala llena de equipos médicos y lo ataron a una camilla. Los hombres comenzaron a preparar una serie de instrumentos, y Aleix sintió un escalofrío recorrer su espalda.

-¿Qué van a hacerme? -preguntó con voz temblorosa.

-No te preocupes, esto no dolerá... mucho -respondió uno de los hombres con una sonrisa siniestra.

Le inyectaron un líquido en el brazo, y Aleix sintió un calor intenso recorrer su cuerpo. Su visión se volvió borrosa, y poco a poco, perdió el conocimiento.

Cuando despertó, estaba de vuelta en su habitación. Se sentía diferente, como si algo dentro de él hubiera cambiado. Intentó levantarse, pero sus piernas no respondían. Se arrastró hasta el espejo y se miró. Sus ojos brillaban con una luz extraña, y su piel tenía un tono grisáceo.

Los días pasaron, y Aleix comenzó a experimentar visiones. Veía figuras oscuras moviéndose en las sombras, escuchaba voces susurrando en su oído. No sabía si estaba perdiendo la cordura o si los experimentos habían alterado su mente de alguna manera.

Delirio (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora