Capitulo 9

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Al día siguiente, Francis le dio a Aleix su desayuno. Se levantó de su cama, aún adormilado, y se dirigió al suelo. Donde los científicos habían dejado, un plato de huevo revuelto y pan recién horneado lo esperaba. El aroma era irresistible, y Aleix, hambriento, se lanzó sobre la comida con una desesperación palpable. Antes de que Francis cruzara la puerta, Aleix preguntó:

-Tú... ¿mataste a los otros?

El Dr. Francis se ríe de manera maníaca y se acerca lentamente a Aleix susurrando con una voz llena de maldad.

-¿Yo? Oh, no, querido. No fui yo quien los mató. Fueron ellos misma las víctimas que se pusieron en mi camino. Solo les mostré la verdadera belleza de la ciencia, de una manera... especial. Pero no te preocupes, tú tienes un lugar reservado en mi experimento.

Con un silencio en el laboratorio, Francis se fue. Aleix había estado en el laboratorio durante días, sometido a una serie de experimentos que lo habían dejado exhausto y famélico. También le habían empezado a salir llagas en la espalda, sumamente dolorosas. Los científicos observaban desde detrás de un vidrio, tomando notas sobre cada uno de sus movimientos. Aleix no les prestaba atención; su mente estaba enfocada únicamente en el plato frente a él.

Con las manos temblorosas, tomó un trozo de pan y lo llevó a su boca, masticando rápidamente. Los huevos revueltos desaparecieron en cuestión de segundos, devorados con una avidez que sorprendió incluso a los científicos más experimentados. Parecía como si no hubiera comido en días, y en realidad, no estaba muy lejos de la verdad.

Mientras comía, su mente vagaba hacia recuerdos de tiempos mejores. Recordaba los desayunos en casa, con su familia alrededor de la mesa, riendo y conversando. Pero esos días parecían lejanos ahora, casi irreales. Aquí, en el laboratorio, cada día era una lucha por mantener su humanidad.

Los científicos, por su parte, discutían entre ellos. Habían notado cambios significativos en el comportamiento de Aleix desde que comenzó el experimento. Su desesperación por la comida era solo uno de los muchos síntomas que habían registrado. Pero había algo más, algo que no podían explicar con simples datos y gráficos.

Aleix terminó su desayuno y se recostó en la silla, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Sabía que este pequeño momento de satisfacción no duraría mucho. Pronto, los científicos volverían a llevarlo a la sala de pruebas, donde lo esperarían más experimentos y más preguntas sin respuesta.

De repente, la puerta de la habitación se abrió y entró uno de los científicos, un hombre de mediana edad con una expresión seria.

-Aleix, es hora de continuar con las pruebas -dijo, su voz carente de emoción.

Aleix asintió lentamente. Mientras seguía al científico por los pasillos del laboratorio, no podía evitar preguntarse cuánto más podría soportar. Cada día era una prueba de resistencia, no solo física, sino también mental y emocional.

Llegaron a una sala iluminada por luces fluorescentes, llena de equipos y monitores. Aleix se sentó en la silla designada y dejó que los científicos colocaran los electrodos en su cabeza. Cerró los ojos y trató de concentrarse en algo positivo, algo que le diera fuerzas para seguir adelante.

Mientras los científicos comenzaban las pruebas, Aleix se aferró a la esperanza de que algún día todo esto terminaría. Soñaba con el día en que podría volver a casa, a su familia, y dejar atrás este lugar de frías paredes y miradas inquisitivas. Pero hasta entonces, sabía que debía resistir, un día a la vez.

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Las pruebas continuaron durante horas, cada una más agotadora que la anterior. Los científicos parecían interesados en medir su resistencia al dolor, su capacidad de recuperación y su respuesta a diversos estímulos. Aleix sentía que su cuerpo estaba al límite, pero se obligaba a seguir adelante, a no rendirse.

En uno de los descansos, mientras los científicos revisaban los datos, Aleix escuchó fragmentos de su conversación. Hablaban de un "proyecto final", algo que parecía ser el objetivo último de todos estos experimentos. Aleix no podía evitar sentir un escalofrío al pensar en lo que eso podría significar para él.

Los días pasaron y las pruebas continuaron. Aleix notaba que su cuerpo se debilitaba, pero su mente se mantenía alerta, la incertidumbre sobre el "proyecto final" lo atormentaba constantemente.

Una noche, mientras descansaba en su celda, Aleix escuchó un ruido extraño. Se levantó y se acercó a la puerta, tratando de identificar el origen del sonido. De repente, la puerta se abrió de golpe y varios guardias entraron, sujetándolo con fuerza.

-¡Es hora! -dijo uno de los guardias con una sonrisa siniestra.

Aleix luchó, pero estaba demasiado débil para resistirse. Lo llevaron a una sala que no había visto antes, una habitación oscura y fría, llena de equipos que parecían sacados de una pesadilla. En el centro de la sala, había una camilla de metal con correas.

Los científicos estaban allí, observando con interés. Uno de ellos, el líder del grupo, se acercó a Aleix.

-Este es el momento que hemos estado esperando -dijo con una voz fría-. El "proyecto final" está a punto de comenzar.

Aleix fue colocado en la camilla y atado con las correas. Sentía el pánico apoderarse de él, pero trató de mantener la calma. Sabía que debía encontrar una manera de salir de allí, pero no tenía idea de cómo.

De repente, las luces se apagaron y la sala quedó en completa oscuridad. Aleix escuchó el sonido de los equipos activándose y sintió una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo. El dolor era insoportable, pero se obligó a no gritar. No les daría la satisfacción de verlo sufrir.

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Horas después, Aleix despertó en su celda. Su cuerpo estaba adolorido y su mente nublada, pero estaba vivo. No sabía cómo había sobrevivido al "proyecto final", pero estaba decidido a no rendirse. Sabía que debía encontrar una manera de escapar, de recuperar su libertad y su vida.

Delirio (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora