1. La pereza no se come, se escupe.

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Mi alarma sonó despertándome con el corazón en la boca.

Abrí los ojos de golpe y la poca luz que se colaba por mi ventana dañó mis ojos. Busqué mi móvil y no lo encontré. La maldita alarma continuó sonando.

Seguí tanteando con mis manos buscando mi móvil y lo encontré debajo de las sábanas. Tenía muchísima pereza levantarme y me tenté a posponer la alarma pero sabía que si lo hacía, esos "cinco minutos" extras terminarían siendo dos horas.

Me froté los ojos y me levanté de la cama. Con más pereza que vida caminé al baño entrecerrando los ojos. Me seguían ardiendo un poco. La verdad es que me ardían los ojos porque me había quedado hasta las tantas mirando vídeos en mi móvil. Suspiré.

Era lunes. Detestaba los lunes. Las clases deberían empezar los martes o nunca empezar..

Abrí la puerta del baño.

Un grito escarnecedor me hizo abrir los ojos, vi al horrible de mi hermano desnudo.

— ¡Alicia! ¡Me cago en la puta! ¿Es que no sabes tocar la puerta?

Calvin continuó gritando como si yo fuese sorda, poco a poco los engranajes de mi cerebro comenzaron a funcionar. Espabilé.

—¡Deja de gritarme, adefesio! ¡Pedazo de mierda andante!— Calvin se acomodó la toalla sobre sus piernas. Que asco. Parecía un feto abortado— ¡¿Acaso es mi culpa que seas retrasado y no cierres la puerta?!—pregunté mientras me tapaba los ojos y salía del baño.

A este paso me iban a salir canas de lo loca que me tenía Calvin. Si no era esto, era lo otro, y así un sin fin de cosas. Mi hermano era ordenador, y de eso jamás me podría quejar porque yo era una desordenada pero era un maldito liante. Si el caos fuera una persona, tendría su nombre y apellido.

—¡Será porque el pestillo está roto y porque tengo la maldita música a tope como para que hasta el mismo Rey de España  me escuche!— respondió Calvin gritando.

Me puse a pensar por un momento y tenía razón pero eso no se lo iba a decir porque se iba a crecer. La música si estaba un poco alta pero en mi defensa estaba medio muerta. Con las justas podía formular una oración coherente.

—Lo que sea. Apresúrate que llego tarde a la uni.

—Ejem— tosió falsamente— llegamos tarde a la uni, dirás—rodee los ojos.

Escuché que gritaba algo pero no le presté atención.

Regresé a mi habitación y saqué de mi armario unos vaqueros anchos y un jersey blanco. Saqué ropa interior y unos mocasines.

Me dirigí a la habitación de Calvin y mis ojos dolieron al abrir su armario. Mi hermano tenía un trastorno obsesivo y amaba que su armario estuviera ordenado por colores y texturas. Cogí una sudadera negra que le había regalado Levi hace unos meses.

Cerré su armario despacio y me fijé en no desordenar nada para que no le diera un ictus.

Esperé un rato más y el muy desgraciado no salía del baño, ya había hasta desayunado. Ahogué una maldición mirando la hora de mi móvil y corrí a mi habitación a cambiarme. Hoy tendría que ir sin ducharme. Maldito seas, Calvin.

Abrí la puerta del baño cabreada y lo primero que vi fue al cara de plato de mi hermano sentado mirando vídeos.

—No me lo puedo creer.— dije recostándome contra la puerta. Lo miré incrédula. Si no fuese mi hermano, ya lo habría asesinado. — ¿Acaso eres retrasado? te llevo diciendo horas que me tengo que duchar y has estado viendo vídeos todo este puto tiempo. —me quejé. Mi hermano me ignoró y siguió viendo lo que sea que estaba viendo. No, mentira. Yo si lo iba a matar. — ¡Es la última clase antes de la presentación!

Aunque te hayas ido (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora