2 capítulo: temprano de hielo

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Conocí a Doyoung un mes después de que me dieron de alta del hospital. Para mi suerte, estábamos en la misma escuela, pero él era un chico retraído y muy tímido. Tuve que protegerlo muchas veces de matones que intentaban aprovecharse de él, pero nunca recibí ni una mirada de agradecimiento. Simplemente se daba la vuelta y seguía su camino, como si lo que me pasara a mí o a los otros chicos no importara.

Así transcurrieron tres meses, y empecé a resentirlo por ser tan conformista y frío. A pesar de que nadie se atrevía a acercarse a él, había algo en su quietud que me irritaba. Se me olvidó mencionar que mi rostro es bastante atractivo. Tuve que ponerme en forma para poder usar mi fuerza demoníaca, así que mi cuerpo se volvió muy atlético. Las chicas morían por mí, y todos los chicos querían ser mis amigos; aunque también había muchos que, en secreto, deseaban besarme. Era alto, guapo y millonario, y me enojaba la idea de que Doyoung ni siquiera me prestara un poco de atención. ¡Al fin y al cabo, tenía que protegerlo de todo mal! Era por su propio bien.

Sin embargo, a medida que los días pasaban, algo en mí comenzó a cambiar. La indiferencia de Doyoung, lejos de frustrarme, empezó a intrigarme. ¿Qué pasaba en su mundo interior? ¿Por qué su conformismo ocultaba una fortaleza que no alcanzaba a ver? Comencé a notar destellos de luz en su mirada, momentos en que su timidez se desvanecía, dejando entrever un ser profundo y sensible. Aquel chico aparentemente frágil guardaba un universo en su interior, y me sentí impulsado a descubrirlo.

Un día, simplemente me cansé y decidí hablarle. Quería cumplir con mi misión de mantenerlo a salvo, pero no quería parecer un acosador. Debía haber una razón justa para acercarme a él, así que, como buen demonio, decidí que si lograba salvarle la vida, tendría que agradecerme y sentiría que me debía algo. Moví algunos contactos y hablé con otros demonios en la Tierra para que me ayudaran. Tenía mucho poder; soy un demonio de alto rango, así que no dirían que no.

El plan era sencillo: sería una caída desde un alto piso, y ahí estaría yo para salvarlo, atrapándolo en mis brazos. Mis amigos intentaron ejecutar el plan veinte veces en el mes, pero no lograron hacer que Doyoung cayera en la trampa; parecía que la suerte siempre estaba de su lado.

Desesperado, les grité que lo intentaran tantas veces como fuera necesario. Pasaron los días, y por fin sentí que había llegado el momento. Subí a la azotea y me escondí. A las siete de la noche, la luz se ocultó y las lámparas brillaron. Cuando los matones estaban a punto de empujarlo, corrí a salvarlo. Pero, para mi sorpresa, él, en lugar de alegrarse, se lanzó al vacío y empezó a gritar como si hubiera visto al propio diablo.

Mis amigos me miraron aterrorizados y gritaron: "¡Es 31 de octubre!" No había caído en cuenta que estaba en mi forma demoníaca y que gracias a eso se asustó tanto que se tiró de miedo. Estaba tan desesperado que no me había percatado de la fecha. Pero eso ya no importaba; tenía que salvarlo. Estaba cayendo desde treinta pisos de altura. Sin dudarlo, salté, abrí mis alas y aceleré el vuelo. Finalmente, lo atrapé en mis brazos justo antes de que tocara el suelo.

Cuando aterricé, él estaba tan asustado que perdió el conocimiento. En ese momento, pensé: "Mierda, no tengo poderes curativos; no soy un ángel." Tuve que llevarlo a mi casa y llamar a sus padres.

—Hola, soy el amigo de Doyoung, Jeong Jaehyun. Doyoung me pidió que hablara con ustedes para decirles que va a llegar tarde porque se quedará a estudiar conmigo.

La madre de Doyoung gritó de asombro y felicidad:

—¿Mi Dodo tiene amigos? Claro, joven, cuida bien de Doyoung y lleguen a salvo a casa.

Desde la distancia, se escuchó cómo decía con gran alegría: "Cariño, nuestro hijo tiene un amigo." Solo sentí tristeza por ese pobre humano y lo llevé a casa, con la esperanza de que, al menos, este incidente lo acercara a la vida que merecía.

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