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El zumbido de los monitores, los teclados pulsando al ritmo frenético de dedos nerviosos, y el murmullo constante de voces en la oficina componían la melodía de fondo de mi día. La oficina del banco, aunque moderna, se sentía opresiva; quizá porque me obligaba a sumergirme en un estado mecánico. 

Revisé el código en mi pantalla por tercera vez. Había algo que no cuadraba en los algoritmos de seguridad del sistema, pero no podía concentrarme. Mis pensamientos seguían atados al momento que compartí con Yoko hacía varios días atrás. Sus palabras... en mi cabeza, resonaban una y otra vez, como un eco que no desaparecía.

De pronto, el teléfono vibró sobre el escritorio, rompiendo ese bucle autocompasivo en el que estaba atrapada. La pantalla mostraba un número desconocido.

Descolgué, sin mucha energía.

-Hola... -saludé con neutralidad-. ¿Quién llama?

-Hola, Faye, soy Marissa -respondió una voz apurada del otro lado-. Perdona por molestarte en horas de trabajo, pero tengo un problema urgente con el sistema en mi estudio jurídico. Recordé que tú trabajas en seguridad y redes, ¿verdad? ¿Podrías ayudarme?

Qué conveniente. Marissa, de todas las personas, justo ahora, cuando sólo quería un agujero negro para desaparecer. No la había visto desde esa mañana, pero aquí estaba, como una señal del destino para distraerme de Yoko, aunque fuera por unos minutos.

Me mordí el labio, considerando si tenía la capacidad emocional de concentrarme en algo técnico. El caos en mi cabeza amenazaba con desatarse, pero una parte de mí agradeció la distracción.

-Claro, dime de qué se trata -respondí, ya imaginándome inmersa en algoritmos y pantallas nuevamente.

-Preferiría que fuera... personalmente, si no te molesta -propuso, con un tono casi tímido que me tomó por sorpresa. Algo en esa solicitud me hizo sentir extrañamente incómoda. Quizá no esperaba que fuera tan directa.

-No suelo asesorar de forma privada a personas que no están familiarizadas con el tema, pero... puedo hacer una excepción -dejé que mi tono fuese deliberadamente ambiguo-. ¿Quieres que pase por tu estudio?

-En realidad, podría ir a tu casa, si no te parece mal -su voz se suavizó, casi como disculpándose por la propuesta. Sonreí para mis adentros, un poco divertida por su incomodidad.

-No me molesta. Te enviaré la dirección. ¿Te parece bien hoy, por la tarde? -dije y aceptó. 

Tras colgar, dejé el teléfono sobre el escritorio y solté un largo suspiro. Al menos tendría algo concreto en lo que centrarme. Ya en camino, compraría algo para ofrecerle, quizás unos postres o batidos frutales. Algo que me mantuviera ocupada y evitara que mi mente volviera a... pensamientos nocivos y recurrentes. 

Pero como si la vida se empeñara en no darme tregua, de camino al piso, mi teléfono volvió a sonar. Esta vez, el nombre de Yoko apareció en la pantalla de mi automóvil, interrumpiendo la playlist que había puesto para despejarme.

-Yoko, ¿qué pasa? -pregunté mientras activaba el comando "manos libres" para la llamada, mientras sujetaba el volante con más tensión y algo de ansiedad.  

-Mi auto se descompuso -su voz, con ese toque de frustración, me hizo sentir una punzada de preocupación-. ¿Podrías pasar por mí, por la facultad de Medicina? Y... también necesitaría un mecánico.

Su tono era una mezcla de enfado y resignación. Sabía cómo los imprevistos la sacaban de quicio, y yo... bueno, yo siempre estaba ahí para calmar su tormenta.

-Tranquila, llegaré en menos de cinco minutos. Mientras tanto, cómprate un matcha tea latte y relájate.

-Ujum -aceptó, sin oponerse, y colgó con un suspiro audible.

La hermana de mi mejor amiga || FayeYoko × Faye Peraya y Yoko ApasraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora