Parte 4

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Jungkook

—Aún puedes arrepentirte, sigo pensando que es una locura—murmuró Yoongi— podemos conseguir otra cosa Jungkook.

—Todo saldrá bien—sonreí mientras terminaba de empacar.

—¡Jungkook, irás a intentar casarte con un omega que ni siquiera conoces!

—Todo el mundo se casa y se divorcia Yoongi, no es la gran cosa.

—¡Estas loco!—bufó pasándose una mano por la cabeza.

—Einstein estaba loco, Salvador Dalí también y mira todo lo que lograron.

—¡Eran genios!—replicó exasperado.

—Yo también lo soy, pero odias reconocerlo—chasqueé la boca divertido—mejor dime a donde me quedaré y todo lo que investigaste.

—Conseguí un lugar cerca de ahí, solo diez minutos a pie. No es muy grande, algo decente.

—Bien, apenas me instale buscaré la forma de cruzarme con ¿cómo dijiste que se llamaba?—alce una ceja.

—Jimin, pero es mejor que no lo recuerdes para que sea más natural—rodó los ojos.

—Bien, está todo listo—dije cerrando mi maleta—Deséame suerte, en un año seré subdirector de Construcciones Kim y tu serás el próximo Director de proyectos.

—Estoy ansioso—resopló con ironía.

Al medio día ya estaba en Crystal Lake, me quedé asombrado con la tranquilidad del lugar. Parecía sacado de un cuento, con casas pequeñas y tradicionales, había pocos autos y la gente se saludaba una a otra, algunos me miraban disimuladamente, otros ni siquiera intentaban fingir mirar al forastero. De camino a donde me quedaría, pude detectar una pequeña tienda de conveniencia, demasiado pequeña. Después de dejar mis maletas en la que sería mi casa por un tiempo, fui a esa tienda, necesitaba abastecerme de algo de comida, no pensaba arriesgarme a comer en cualquier lugar y enfermar, no había venido dispuesto a desperdiciar mi tiempo.

Lo primero que vi al entrar a la tienda, fue a un omega que se miraba al espejo con actitud vanidosa, tenía lindo ojos y no lucía mal.

—Buenas tardes—saludé y el omega dejo el espejo de mano en el mostrador para girar a verme.

—Buenas tardes—dijo y en cuanto me vio, enderezó sus hombros de forma coqueta. Me contuve de reír por la obviedad, ya estaba acostumbrado a este tipo de reacciones—¿puedo ayudarle en algo?

—Si, tomaré algunas cosas. ¿Tiene salmón?

El omega me miró como si hubiese dicho algo en otro idioma.

—Salmón, busco salmón—repetí.

—¡Oh! Lo siento, no tenemos nada de eso aquí. Probablemente en el mercado de los fines de semana traigan algo, pero es costoso.

Aguante las ganas de reírme—Esta bien, buscaré algo más.

—Tenemos carne de cordero, cerdo y res—murmuró señalando un mostrador con carne que ni siquiera estaba refrigerada.

—¿Eso está en buen estado? No está refrigerada.

—Es carne fresca, le aseguro que no encontrará algo mejor que esto. ¿Es nuevo por aquí?

—Si, acabo de mudarme, vengo de Seúl—respondí tomando atún enlatado, no pensaba arriesgarme a comer carne que no estaba refrigerada.

—Ya veo—asintió—le aseguró que es mejor comer algo fresco que esa carne refrigerada de Seúl.

Los días que dormí a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora