¿Un nuevo compañero?

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Volví a casa corriendo, con el vestido ondeando por causa del viento, se escapaban algunos mechones de pelo de mi trenza desengreñada, me golpeé con algunas ramas de los árboles, pero eso ahora no era lo que importaba, me tropecé con una roca del tamaño de un melón, caí con un golpe seco y emití un grito ahogado, seguramente me habría hecho una herida, pero necesitaba llegar ahora, estuve cojeando, hasta que me revisé la herida, no era tan grave, o eso me parecía, era un rasguño normal y corriente pero me dolía a horrores, ahora solo tocaba aguantarme, estaba feliz y no consentiría que me arruinarán la felicidad como lo hacían diariamente.

Abrí la puerta de un golpe y todos se giraron para ver la causante del ruido, mi respiración estaba agitada, pero resultaba que mi energía no se había acabado, algo muy impropio de mí.

Mi hermana estaba pelando unas habas y mi madre preparaba un guiso, mi padre estaba ocupado como siempre, nada fuera de lo normal, esta no era nuestra mejor semana, sin duda.

—¿Qué estabas haciendo? ¿Escapando de un oso? Dime qué has conseguido la miel— dijo mi hermana menor inclinándose hacia delante.

Bebí un sorbo de agua.

—Fuí a la fiesta del pueblo, ¡y vi al príncipe! ¡Me hizo una reverencia!

Nadie mostró interés, sus rostros yacían inexpresivos

—Pues vaya teatro nos has montado— musitó mi madre sin levantar el rostro de la vieja cazuela.

De nuevo, la felicidad y el entusiasmo se esfumaron en un abrir y cerrar de ojos, me dirigí a la habitación compartida por mis tres hermanas y, decepcionada, me senté en el suelo, doblando las rodillas y apoyando mis codos en ellas.

Mi pelo se pegaba a mi cara por el sudor, había un calor abrasador y necesitaba un poco de aire fresco, pero no quería pasar por la puerta para salir…

La ventana es mi única escapatoria.

¿Salto o no salto?

Me apoyé en el marco de la ventana con un pie e intenté mantener el equilibrio, se sentía muy bien ahí, me impulsé y me agarré a las rejas de la ventana, listo, me puse de pie en el tejado de color rojizo y sucio.

—¡Ah!— me resbalé pero por suerte no había caído al suelo— ¿Y si salto?

Salté y caí de espaldas en la hierba fresca, grité de dolor y me levanté lentamente, aún dolorida, me incorporé poco a poco y me sacudí el vestido que usaba habitualmente; creo nadie se dio cuenta de mi existencia, pero personalmente me daba igual.

—¿Qué hace una chica como tú, aquí?— un joven se plantó delante de mí, no aparentaba mucha más edad que yo, tenía el pelo castaño oscuro y los ojos de un extraño color grisáceo,  llevaba una camisa desgastada de color pergamino y unos pantalones holgados de color marrón, también degastados, sus dedos estaban manchados con tierra y con varias heridas, su bella sonrisa estaba marcada por unos hoyuelos—. ¿Estás bien?

—Ah, buenas tardes— una sonrisa se asomó en mis labios—, sólo ha sido una caída, nada que preocuparse.

—¿Estás segura?— insistió el chico con cara de preocupación, asiento—. Perdón por no presentarme, me llamo Axiel, ¿y tú?— preguntó él.

—Sí, claro, encantada, yo soy Kiara— me presenté.

—Encantado— sonrió de nuevo—. ¿Eres de aquí?

Asentí de nuevo.

—Soy de la tierra vecina— afirmé.

—Bueno, si no te importa, me tengo que ir, hasta pronto, Kira— pronunció lentamente mi nombre de manera errónea.

—Kiara— le corregí.

—Nota mental— se dijo a sí mismo—: se dice Kiara.

Me reí suavemente y me despedí de él, me senté encima del húmedo césped aspirando el aroma de hierba recién cortada que se impregnaba en el aire, estuve reflexionando sobre el día de hoy, sobre todos los actos y palabras dichas…

“Creo que ya es hora de volver a casa, se está haciendo tarde” pensé. Delante de mis ojos, aparecía un paisaje precioso, el sol desaparecía en el horizonte y ratazos rojizos fundiéndose en un cielo melocotón y azulado.

Me quedé anonadada mirando esta obra de arte durante un buen rato.

Empezé a andar hacia la casa de Eyrina, la única que me entiende, nuestras conversaciones por horas y el reconfortante chocolate caliente que prepara  su agradable madre, incluso a veces me planteo vivir con ella…

—Hola, mi querida marida— así es como nos llamabamos mutuamente, nos dimos un fuerte abrazo y entramos.

—Hola Kiara, ¿Qué te pasa? Te noto rara— dijo con una expresión de preocupación en su rostro.

—¿Yo? ¿Qué me pasa?— alcé una ceja.

Me pasó una taza de chocolate caliente y unas galletitas caseras.

—No sé… no estás como siempre, te veo callada, mientras siempre eres muy optimista y positiva.

—Ah, eso… bueno, no es nada— de nuevo, incomodidad, era mi mejor amiga, podía confiar en ella, no podía esconderle cosas así.

Me miró con seriedad,en sus ojos veía confianza y me cogió de las manos.

—Sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad?— me miró a los ojos.

Suelto un suspiro antes de responder:

—Si...Verás, subieron los impuestos y, como bien sabes— dije y Eyrina asintió— no llegaremos a fin de mes…— mi voz se va apagando a medida que el enunciado transcurre.

Eyrina me aprieta las manos con más fuerza.

—¿Cuánto necesitas?— dijo ella con una expresión suave.

—Además, la cosecha de este año no ha sido muy buena, apenas hemos sacado provecho…

—Tranquila, dime cuánto necesitas y te lo daré— dijo ella sacando una bolsa de piel.

—En serio Eyrina, no hace falta… no te preocupes por mí…— mi voz se oía mas apagada.

Alguien irrumpió en la habitación.

—Eh… Kira, se te cayó esto— enseñó una cuerda con unas florecitas atadas en ellas, simulando un brazalete, lo hice cuando tenía seis años, cuando estaba mi abuela estaba conmigo… a mi lado… se la regalé, pero insistió en que yo me la quedara, porque dijo que a mí me quedaría mejor…

—¿Axiel? ¿Qué haces aquí?— pregunté observando la especie de brazalete que sostenía entre sus dedos.

—Yo… lo ví y fuí hacia ti.. pero tú ya habías entrado—. Se excusó él.

—Gracias—. Dije y la estreché contra mi pecho, transmitiéndome seguridad y paz.

N/a: esto va dedicado a mi querida hermana: @JannatLightwood ♥️👑
Gracias por explicarme sobre la Edad Media ♥️

Un reino caído Donde viven las historias. Descúbrelo ahora