¿Qué hacía Eyrina aquí? Ella me parecía guapísima en todos los sentidos, como una Venus de bolsillo, su pelo dorado, su blanca piel y sus rosadas mejillas, llevaba un largo vestido verde oscuro, apenas estaba desgastado, llevaba unas largas mangas holgadas, un corsé que se ceñía a su cintura, marcando sus curvas, de la que caía una larga cinta del mismo color que el resto de la vestimenta, pero anudada en un bello lazo la falda caía con despreocupacion en flexibles volandas removidas por la suave brisa de verano.
Sus delgadas y profesionales manos contenían anillos de plata, con decoraciones del imperio de Zyphoria, su fino pelo estaba recogido en un moño rodeado de horquillas, dos mechones de pelo ondulado se escapaban cayendo en su frente delicadamente.
—Ah, hola, Eyrina— le saludó con la mano y ella le devolvió el saludo con una sonrisa.
Miré con confusión a Axiel, y luego dirigí la mirada a Eyrina, quién conversaba con él amistosamente, como si se conocieran desde siempre, los rayos de sol aterrizaban en el pelo de Eyrina, quién le daba un toque incluso más mágico, Axiel se reía con ella energéticamente a saber de qué tema, ella respondía con un tono tranquilo y suave.
Esbocé una sonrisa.—Hola, Eyrina ¿Os conocéis?— pregunté.
—Mas o menos, me lo encontré ayer por la noche y estuvimos hablando un rato— respondió ella lentamente, así era como siempre hablaba.
Asentí.
—Kira ¿Podemos quedar hoy?— susurró él en mi oído, su aliento rozaba mi oreja levemente
—Si, claro, cuenta conmigo— afirmé, Axiel asintió— ¿Cuándo?
—Por el atardecer— asentí
Esperé unas horas, que me parecieron una eternidad, estuve mirando a la nada durante ese periodo de tiempo.
El sol era un disco anaranjado que se hundía en el horizonte, pintaba el cielo con trazos de rojo, naranja y amarillo. Las nubes, como pinceladas abstractas, se teñían de colores vibrantes, creando un espectáculo efímero de belleza.
La luz del estrella al declinar, se filtraba entre las ramas, creando sombras danzantes que se proyectaban sobre la tierra
El silencio del bosque, roto solo por el canto de los pájaros que se retiraban a sus nidos, anunciaba la llegada de la noche.
El atardecer fue un espectáculo de belleza efímera, era un recordatorio de la constante transformación de la naturaleza.
Tamborileé los dedos contra la mesa, impaciente.
—¡Kira!— gritó alguien fuera de la casa, el sonido hizo eco en el aire.
Asomé la cabeza por la alta ventana, allí se plantaba Axiel, pero una silueta salía de la casa y se dirigía a su dirección, no pude ver exactamente lo que pasó, ya que salí corriendo escaleras abajohasta encontrarme con mi hermana menor charlando con ¿Axiel?
Era él si no me equivocaba.
—¿Y cómo te llamabas?— le dijo mi hermana, coqueta, hice una mueca de asco.
—Axiel; ahora, ¿me dejas pasar?— soltó un bufido y se apartó, Axiel me miró y se acercó— Vamos— me agarró del brazo suavemente, arrastrándome— ¿esa es la prima mimada que cualquier persona tiene?— preguntó con una sonrisa en sus labios mientras avanzábamos hacia un lago.
—Es mi hermana— él se mordió la lengua para no reírse.
—Pues sí que tienes que sufrir mucho al convivir con ella ¿eh?—Bromeó, solté una suave risa— siéntate aquí— señaló un tronco en el suelo.
Me siento en el húmedo tronco viejo, ya casi era de noche, pero el paisaje que aparecía ante nosotros valía la pena.
—¿Cómo es que no conocía este sitio antes?— pregunté boquiabierta.
Axiel sonrío.
—No muchos lo conocen, al estar en casi lo más profundo del bosque…— habló en voz muy baja.
—Es precioso— musité embobada e hipnotizada por el tan, tan bello lugar.
—No tanto como tú— y me miró a los ojos con un brillo en ellos que no pude identificar, mis mejillas se encendieron— eres preciosa.
—Gracias— seguramente parecía un tomate, ¿no podrías haber dicho, por ejemplo “no es para tanto”?
Simplemente me sonrío.
Miré hacia el frente, pero no pude evitar de vez en cuanto echar una ojeada.
La luz de la luna iluminaba su rostro, anunciando que ya caía la noche, sus mechones de pelo caían en su frente, era equitativamente perfecto, sus grises ojos eran hermosos, incluso parecía parecerse a la luna.
Su ropa deshilichilada y arrugada se adhería a su piel, aunque parecía bastante cansado, había un atractivo en él, sus rojas y grandes manos descansaban en su regazo cruzadas pacíficamente, me tensé al sentir que nuestros hombros se rozaban, Axiel se dio cuenta y se alejó un poco, pero el calor corporal seguía presente.
—Oh, ¡Mira! ¡Una estrella fugaz!— Axiel señaló al cielo estrellado, definitivamente había una estrella fugaz, la primera estrella fugaz que había visto en mi vida; miré hacia arriba— ¿Vas a pedir un deseo?— asiento con una sonrisa en mis labios.
Susurro algo a mis adentros y suelto un suspiro.
—¿Qué has pedido?— preguntó él joven mirándola.
—Si lo digo, no se cumpliría— Axiel suelta un suspiro frustrado y juraría que había una pequeña sonrisa en sus labios.
Se levantó y me extendió la mano como un caballero,
—¿Quieres dar un paseo— le agarré la mano suavemente y nos dispusimos a andar por el sendero repleto de hojas de los árboles esparcidas por el suelo, las brillantes estrellas eran como gotas de pintura salpicadas.
Andamos por la estancia, haciendo crujir algunas de las hojas, nuestras manos agarradas me desataban un nudo en la garganta pero me dejaban sin aire.
Pasamos por varios lugares que me estuvo explicando sobre ellos.
—Esta es la casa de una de mis tías, asesinó a su esposo— comentó.
—Eso es muy macabro.
—Mi madre nunca volvió a hablarle…— asentí tristemente.
Pasaron varias horas, la luna brillaba con una intensidad sobrenatural hasta que decidimos volver a nuestras casas.
—Adiós, Kira, pásalo estupendamente— se despidió Axiel.
—Te deseo lo mismo, Axiel— Ví a Axiel alejarse en la penumbra de la noche.
Los búhos rompían el silencio ululando, alguna que otra ardilla se movía ágilmente por la oscura estancia, los árboles se encontraban en total quietud, incluso resultaban inquietantes, la niebla cubría parte de la luna que yacía llena, las estrellas eran un simple acompañamiento al espectáculo que se mostraba en el cielo, ya debería ir a dormir.
Me dirigí sigilosamente hacia mi habitación, por lo que me arremangué las faldas y trepé, aunque no sea profesional, algo es algo.
“maldición” pensé la ventana estaba cerrada, no se quería abrir por cualquier medio que utilizaba.
Oh, no— me caí hacia atrás, el viento revoloteaba y ondeaba la falda con mucha fuerza, el pelo me tapaba la cara e intentaba apartármelo de la cara, pero los intentos eran en vano, era imposible, el corazón me latía con fuerza hasta que caí secamente contra la húmeda hierba, emití un agudo gritito de dolor.
—¿Ahora sabes lo que se siente?— Axiel se encontraba delante de mí, con una ceja ligeramente levantada, mirándome atentamente, como si estuviera estudiándome; maldije por lo bajo y me levanté, dolorida.
Sentía algún que otro hueso roto, pero lo que más me dolía era la espalda, eso era lo único en lo que estaba segura que me había roto, tal vez una costilla o dos…
—¿Acaso sólo apareces en los peores momentos?— logré decir, me faltaba el aire, sentía una opresión en el pecho, un nudo, un peso.—Tal vez— me respondió y me extendió la mano— ¿Estás bien?
ESTÁS LEYENDO
Un reino caído
Historical FictionEn una celebración en el pueblo por haber ganado una batalla, Kiara, una joven adolescente, se encuentra inesperadamente con el príncipe del imperio, quién es el causante de que su vida diese un vuelco. Varios sucesos la mantienen confundida, pero t...