Y Ahora Eres Mío (pt.2)

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Magia y obsesión

La luna llena iluminaba el cielo nocturno cuando Jaehyun y Jungwoo llegaron a la mansión que habían preparado para vivir juntos tras la boda. Era una imponente estructura de piedra con detalles góticos, rodeada por un inmenso jardín que parecía resplandecer bajo la luz de la luna. Las sombras se alargaban entre los árboles mientras una suave brisa mecía las hojas. Desde el exterior, la mansión proyectaba la imagen de un hogar perfecto, pero en su interior, las grietas de lo que estaba por venir ya comenzaban a formarse.

Jaehyun se sentía inquieto desde el baile. Había algo en Doyoung que no podía quitarse de la cabeza. La manera en la que lo había mirado, la sensación extraña que había recorrido su cuerpo... nunca había sentido algo así antes. Al principio lo había ignorado, atribuyéndolo al cansancio de la noche, pero la imagen de Doyoung seguía regresando a su mente, como una sombra persistente que se negaba a desaparecer.

—¿Estás bien? —preguntó Jungwoo con suavidad, tomando la mano de Jaehyun mientras entraban en la mansión.

Jaehyun forzó una sonrisa y asintió. —Solo estoy un poco cansado. Ha sido una noche larga.

Jungwoo lo observó por un momento antes de asentir, pero algo en sus ojos denotaba preocupación. Jaehyun siempre había sido el más calmado entre ellos dos, pero esa noche parecía perturbado, como si algo lo estuviera molestando profundamente. Sin embargo, decidió no presionarlo. Sabía que Jaehyun hablaría cuando estuviera listo.

Mientras tanto, en una oscura habitación a kilómetros de distancia, Doyoung se sentaba frente a un espejo antiguo, rodeado de velas encendidas que proyectaban sombras danzantes en las paredes de piedra de su estudio. En el centro de la habitación, sobre una mesa de madera envejecida, reposaba un grimorio, un libro lleno de secretos y magia ancestral. Las páginas amarillentas y gastadas eran testigos de siglos de conocimiento prohibido.

Doyoung había pasado las últimas horas sumergido en antiguos hechizos de magia oscura. El brillo en sus ojos indicaba que estaba dispuesto a cruzar cualquier límite. Acariciaba con los dedos las páginas del grimorio, como si pudiera sentir la energía maligna que emanaba de las palabras inscritas en él. Cada hechizo, cada invocación, era un paso más cerca de su objetivo. Jungwoo no podría seguir existiendo.

Había una parte de Doyoung que aún sentía un resquicio de duda, una pequeña voz en su interior que le susurraba que lo que estaba a punto de hacer era demasiado peligroso, que podría no haber vuelta atrás. Pero esa voz se extinguía cada vez que recordaba la manera en que Jaehyun lo había mirado, el breve instante en que sus ojos se habían encontrado en el baile. En su mente, ese momento lo había marcado. Lo convencía de que Jaehyun también había sentido algo, aunque fuera una chispa.

Con un movimiento decidido, Doyoung se levantó y extendió las manos sobre el grimorio. Jungwoo tenía que desaparecer. No importaba cómo.

La primera invocación fue simple, una oración en un idioma olvidado por el tiempo. Las palabras flotaron en el aire y las velas comenzaron a parpadear. Doyoung sonrió mientras sentía cómo una energía fría recorría la habitación, y con un movimiento rápido de su mano, cerró los ojos y susurró el nombre de su objetivo: Jungwoo.

En ese mismo momento, en la mansión, Jungwoo sintió una extraña punzada en el pecho. Se detuvo a medio camino mientras subía las escaleras con Jaehyun.

—¿Te pasa algo? —preguntó Jaehyun al ver cómo Jungwoo se llevaba una mano al pecho, con una expresión de confusión.

—No lo sé... —respondió Jungwoo, con la respiración un poco entrecortada—. De repente me siento... raro.

Jaehyun frunció el ceño. —¿Quieres que llame a un médico?

Jungwoo negó con la cabeza. —No, seguro es solo cansancio. Mañana estaré mejor.

Jaehyun asintió, pero no podía evitar la sensación de que algo no estaba bien. Esa noche, mientras Jungwoo dormía profundamente a su lado, Jaehyun permaneció despierto, mirando por la ventana hacia el jardín oscuro, sus pensamientos regresando una y otra vez a Doyoung. ¿Por qué no podía quitárselo de la cabeza? ¿Era su imaginación o había algo más que lo atraía hacia él, algo peligroso?

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A la mañana siguiente, Jungwoo se despertó sintiéndose un poco mejor, aunque todavía algo inquieto. No quería preocupar a Jaehyun, así que decidió no mencionar el malestar que había sentido la noche anterior. Sin embargo, mientras el día avanzaba, esa incomodidad regresaba en oleadas, cada vez más intensas. Pronto, se dio cuenta de que no era simplemente cansancio; algo más profundo estaba afectándolo.

Esa misma tarde, durante una caminata por el jardín, Jungwoo comenzó a sentir que el aire a su alrededor se hacía más denso, más pesado. Los colores del entorno parecían apagarse, y una extraña sensación de opresión lo envolvió.

De repente, el rostro de Doyoung apareció en su mente, nítido, como si estuviera frente a él. Una sombra oscura, casi tangible, parecía rodearlo, y una voz le susurraba que debía cuidarse de él. Jungwoo se detuvo en seco, su cuerpo temblando ligeramente.

—Jaehyun... creo que algo va mal. —Su voz sonaba débil, apenas un susurro.

Jaehyun se acercó rápidamente, sosteniéndolo por los hombros. —¿Qué pasa? ¿Es otra vez ese malestar?

Jungwoo asintió, incapaz de explicar lo que estaba sintiendo. Había algo oscuro en el aire, algo que no podía ignorar. Sin embargo, antes de que pudiera decir más, un extraño dolor atravesó su cabeza, dejándolo sin aliento. Jaehyun lo sostuvo mientras caía de rodillas, sin saber qué hacer.

Y en ese preciso instante, en la habitación oscura de su casa, Doyoung sonrió. El hechizo estaba funcionando.

Happy JaeDoween 🎃Donde viven las historias. Descúbrelo ahora