CAP 4

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MARA

Las melodías eran poderosas y cada instrumento estaba afinado a la perfección, sin duda la orquesta frente a mi no dejaba escapar ningún error; los instrumentos de aire y cuerda se apoderaban de mis oídos cada vez más.

Me encontraba sola ya que me fue imposible encontrar a algún Toussaint con el mar de personas dentro del teatro y cuando el concierto comenzó tome asiento en una de las butacas de la esquina de en medio. El panorama era amplio desde aquí, podía ver todo el escenario a la perfección.

El pueblo estaba impactándome cada vez más, como las estructuras por fuera parecían lucir totalmente clásicas y por dentro ser todo lo contrario, el domo era enorme, había palcos en cuatro diferentes niveles sin olvidar las butacas forradas en terciopelo rojo que iban en picada hacia el escenario; su estilo era moderno a comparación de la fachada del teatro, luces brillantes y madera estilizada. Una vez apagadas las luces centrales las paredes cerca del escenario emitían una luz tenue para alumbrar a los artistas en aquella plataforma enorme alumbrada también por luces de piso concentrando toda la atención en los expertos en instrumental.

Estaba nerviosa pero a la vez emocionada, el pueblo parecía tener todo lo que siempre quise experimentar pero las hermanas me prohibían, sin duda quería comenzar la universidad en un instante sin embargo no quería dejar el deseo de continuar tocando aquel gran instrumento negro que tanto consolada mi mente.
Fue una de las razones por las cuales decidí aceptar la oferta de los Toussaint, el pueblo de Sombre y su universidad era de las pocas las cuales tenía Ingeniería en Instrumentos en su programa, sin embargo la familia hacía que mi decisión luciera un tanto equivocada, no es que me disgustara pero claro la poligamia de Victoria no era algo que se viera todos los días pero sabía que me acostumbraría a ella.

Era más bien la sensación inquietante que los Toussaint transmitían, sin olvidar la estatua del segundo piso que me generaban un millón de preguntas al igual que el pueblo, pequeño pero inusualmente rico.

Las palabras inaudibles de una persona a mi derecha me sacaron de mi laguna de pensamientos y me hicieron regresar al presente. Mi rostro volteo a ver hacia la dirección de la voz.

-¿Esta ocupado?- pregunto nuevamente un chico de traje azul marino y ojos a juego; su color era tan profundo como el océano, llevaba su cabello carbón peinado elegantemente y sus facciones eran fuertes, resaltaban con la tenue luz del lugar.

Podía percibir su aroma maderozo y pensé inmediatamente en uno de los tantos ricachones del pueblo, mi mente me llevó a pensar a momentos atrás. Será este chico del que tanto hablaban en el lobby antes de que comenzara el espectáculo.

Escuché que todos vendran- dijo una voz irritante a mis espaldas

No puede ser cierto- inquirió otra voz más chillona la cual sonaba más asustada que emocionada

Pues lo es, escuché que hasta Dorian vendrá,¿pueden creerlo?- dijo ahora la voz más irritante y chillona de todas las tres

- No, no lo está, toma asiento- respondí al chico atractivo

-Gracias- dijo mirándome directamente a los ojos mientras se sentaba a mi lado

Un fugaz escalofrío recorrió mi espalda una vez que este se acomodó a mi costado. Me parecía extraño que llegara tan tarde a la función y estuviera solo, siendo así de atractivo estoy segura de que tendría algún tipo de amorío con una de las amigas chillonas del lobby.

Las cuerdas cesaron y las personas estallaron con aplausos para después de unos escasos segundos, todo el material en el escenario fuera remplazado por un gran y reluciente piano, un chico de traje color carmesí subió al escenario, sus ojos oscuros y su cabello negro perfectamente peinado hacia la derecha con un par de mechones rebeldes cayendo sobre su frente.

Los paneles se apagaron por completo su luz dejándonos solo con el reflector sobre el chico en el piano.

El chico procedió a tomar asiento e inhalar una gran cantidad de aire para después recorrer y deslizar sus manos sobre cada una de las teclas mientras soltaba fuertes y audaces melodías las cuales evolucionaron a abruptamente por suaves y delicadas para una vez más regresar a los toques fuertes, no había ni un solo susurro en la sala, todos estaban extremadamente callados.

Pude reconocer la partitura en un instante era Rachmaninoff- Perludio en C menor, sin embargo esta sonaba más afilada y acelerada.

Debía admitir que sus acciones y manera en la cual tocaba las teclas era impulsiva pero acertada. El movimiento en sus manos era punzante y agresivo, desafiante incluso y despegaba de vez en cuando sus grises ojos para mirar al público... o mejor dicho a alguien entre el.

Pude notar como el apuesto chico a mi lado sonreía mientras observaba detenidamente con ojos fruncidos al chico de traje rojo quien se encontraba deslizando sus dedos por el piano con tanta emoción y brusquedad. Finalmente pude reconocer la forma en la que lo miraba.

Estaba expectante a que lo estropeara, como si ya lo hubiera visto hacerlo antes.

Recordar ese sentimiento trajo a mis labios una sonrisa de satisfacción.

Ambos chicos combatían con la mirada, no dejaban de desafiarse con frialdad y fue ahí cuando pude encontrar un parecido entre ellos, el cabello carbón, sus idénticos pero variado color de trajes a la medida y esa piel pálida con leve tonalidad rosácea en las mejillas y por último los ojos grandes y felinos de ambos.

El sonar del piano terminó en una dramática pero hermosa melodía a lo que todos se levantaron de sus butacas y llenando el domo de aplausos.

-Es bueno- adulo el apuesto chico mientras negaba con su cabeza y aplaudía con elegancia

-Conozco mejores- fue mi respuesta mientras seguía aplaudiendo cansadamente con una sonrisa en mi rostro

-¿Ah si?, como quienes- contraatacó ahora el chico mirándome de frente mientras seguía de perfil a él

Estaba emanando una tensión sexual potente, podía sentir sus ojos recorrer mi figura y espalda descubierta, ni siquiera estaba tocándome y mi interior se retorcía.

-Como yo- espete finalmente justo en el momento en el que voltee a ver al hombre frente a mi, nuestras miradas chocaron como una tormenta en el océano y ambos lográramos por fin apartar nuestras miradas uno del otro cuando las luces del auditorio fueron encendidas, revelando la escena en donde ambos estábamos peligrosamente cerca, nuestros pechos a centímetros de conectarse

No pude evitar admirarlo a detalle gracias a la iluminación y no tenía forma de negarlo, era mucho más atractivo de lo que la escasa luz me permitía ver.

Sus mejillas hacían juego con sus carnosos y rosados labios, sus pestañas eran tupidas y espesas; su piel era lisa libre de alguna imperfección y su mandíbula era bien marcada, era perfectamente digno de ser admirado.

Acaso todos los hombres de este pueblo son caídos de cielo, me cuestione sin apartar la mirada del bien formado frente mi.

Santa PesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora