Un sonido estridente me sobresalta de golpe, incorporándome en la cama sin saber bien donde me encuentro, pero un brazo cálido me rodea la cintura para atraerme de vuelta al refugio de su cuerpo.
—Ven aquí —el calor me envuelve y su aroma me calma los nervios mientras me acurruco en su pecho.
—Ahora entiendo porque siempre estás de mal humor —susurro y sólo recibo su risa ronca como respuesta cuando sube la sábana por mi espalda y besa mi frente.
—No te muevas de aquí —levanta mi barbilla con dos dedos, buscando mis ojos y me quedo embobada cuando besa mis labios antes de levantarse de la cama desnudo y sin vergüenza.
Lo observo caminar, alejándose de la cama, contemplando su espalda y la anchura de sus hombros. Recorriendo el intrincado diseño del tatuaje que le baja por la columna vertebral hasta su culo.
Y, oh dios mío, qué culo.
Prácticamente estoy babeando mirando al maldito ejecutor y me sonrojo hasta las pestañas cuando soy consciente de que lo tengo todo para mi, tapando mi cara con las manos y ahogando un grito de emoción en mi garganta.
Lo oigo descolgar su móvil y terminar con ese horrible sonido, pero sé que algo no va bien por su tono de voz y la preocupación crece en mi pecho, sentándome en la cama y esperando que vuelva, perdiendo todo rastro de alegría de golpe.
—¿Qué ocurre? —este hombre no es el mismo que se ha levantado hace unos minutos de esta misma cama.
Niega con la cabeza y me oculta sus ojos.
—Marco, no hagas esto, por favor —me pongo de rodillas en la cama, alargando mi mano para coger su antebrazo que aún sujeta el móvil. —Cuéntame qué ocurre.
Aprieta la mandíbula incómodo y sus hombros se tensan cuando se pasa una mano por la cara, dejando salir el aire de su pecho.
Me bajo de la cama y rodeo su cintura con mis brazos, mis pechos se aprietan contra sus pectorales y su polla que ha cobrado vida propia en el momento que entró en la habitación se clava en mi vientre.
—Tu abuelo quiere verte —sus brazos me rodean, aferrándome a su cuerpo casi desesperado. —Lo sabe.
Sus manos recorren la piel expuesta de mi espalda hasta agarrarme de las nalgas y su boca se oculta en mi cuello, respirando mi aroma como si fuera la última vez que fuéramos a respirar el mismo aire.
Rodeo su cuello con mis brazos, entrelazando mis dedos por su cabello, besando su cuello cuando me alza sin esfuerzo, cogiendo mis muslos y tumbándonos de nuevo en la cama, olvidada a nuestra espalda.
Sus dedos se clavan en mis carnes y su boca busca con ansiedad la mía, salvaje y posesiva. Un gruñido escapa de su garganta cuando respondo con la misma urgencia, metiendo mi lengua en su boca y buscando su polla con mi mano, guiándola de nuevo hacia el interior de mi cuerpo.
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Una Joven Tentación (+18)
Romance¿Que harías si te enamoras del hombre encargado de protegerte?