2.Descubriendo la Mansión

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Los días en la Mansión transcurrían de una forma que nunca hubiera imaginado. Aunque mi mente aún estaba llena de preguntas sobre quién era y por qué estaba allí, cada día me acercaba un poco más a los drones que la habitaban. N, V y J eran mis compañeros en este nuevo hogar, y, a pesar de sus personalidades tan distintas, comencé a entender que ellos también tenían su propia forma de navegar por la vida.

N fue el primero con quien formé un vínculo más profundo. Él siempre estaba cerca, asegurándose de que no me sintiera sola o perdida en esos grandes pasillos. Tenía una paciencia infinita, y me enseñaba pequeñas cosas sobre la Mansión.

Un día, mientras caminábamos por los jardines que rodeaban la Mansión, me explicó cómo funcionaba el lugar.

“¿Ves esas torres?”, señaló hacia unas estructuras altas que se elevaban más allá de los muros. “Están conectadas a un sistema central que controla todo aquí, desde la temperatura hasta las luces. Todo en la Mansión está diseñado para ser autosuficiente.”

“¿Y cómo lo sabes?” le pregunté, intrigada por su conocimiento.

N sonrió, algo nostálgico. “Tessa nos enseñó todo. Cuando llegamos aquí, la Mansión ya tenía este sistema, pero hemos aprendido a manejarlo mejor con el tiempo. Todos tenemos nuestras tareas, y al final del día, nos sentimos como si estuviéramos manteniendo este lugar vivo.”

Me gustaba escuchar a N hablar. Siempre había una serenidad en su voz, como si quisiera hacerme sentir cómoda. Me di cuenta de que, de alguna manera, N también estaba buscando algo más allá de la rutina, algo que no alcanzaba a comprender del todo.

V, por otro lado, era más difícil de entender. Pasaba la mayor parte del tiempo en las zonas más aisladas de la Mansión, reparando cosas o trabajando en proyectos que no explicaba. No hablaba mucho, pero cuando lo hacía, sus palabras eran precisas y directas. Aun así, había algo en ella que me hacía sentir que, a su manera, le importaba mi bienestar.

Un día, después de haber estado sola explorando el ala este de la Mansión, tropecé con V, quien estaba ajustando algunas máquinas. No me había dado cuenta de lo que estaba haciendo y observé en silencio hasta que se giró bruscamente hacia mí.

“¿Qué haces aquí?” preguntó, su tono no era frío, pero sí serio.

“Solo exploraba”, respondí, un poco nerviosa por haberla interrumpido.

V me observó en silencio por un momento antes de volver a su trabajo. “Aquí hay cosas que debes aprender a manejar con cuidado. No es solo un lugar para jugar. Pero... si necesitas ayuda, puedes preguntar.” Esa última frase sonó menos brusca de lo que esperaba, y de alguna forma me hizo sentir que tal vez había algo más detrás de su fachada distante.

Con el tiempo, empecé a ver el patrón. V no era muy expresiva, pero siempre estaba allí. Si alguna vez algo salía mal o necesitaba ayuda con algo complicado, ella aparecía, como si estuviera prestando atención desde las sombras.

J, por su parte, seguía siendo la más difícil de tratar. Al principio, cada interacción con ella se sentía como si caminara sobre vidrios rotos. Su temperamento era fuerte, y no parecía muy interesada en hacerme sentir parte del grupo. A menudo la encontraba entrenando o supervisando diferentes partes de la Mansión, y cuando nuestros caminos se cruzaban, sus comentarios solían ser cortantes.

“¿Sigues aquí? Creí que Tessa te llevaría de vuelta,” me dijo un día mientras caminaba por uno de los corredores.

“Claro que sigo aquí. Tessa dijo que este sería mi hogar,” respondí, intentando no parecer afectada por su tono.

J frunció el ceño, como si no estuviera convencida de mi respuesta. “No confíes demasiado en eso. Las cosas aquí cambian rápido. Nada es lo que parece.”

Me dejó pensando en sus palabras. Había algo en J que me inquietaba. No era solo su actitud, sino la forma en que parecía saber más de lo que decía, como si entendiera algo de la Mansión que los demás ignoraban.

A pesar de nuestras diferencias, comencé a darme cuenta de que, de algún modo, todos estábamos conectados. La Mansión no era solo un lugar físico, era un espacio donde cada uno de nosotros tenía un papel, incluso si aún no entendía cuál era el mío.

Tessa, aunque siempre ocupada, también se aseguraba de que me sintiera parte de la familia. Nos visitaba con frecuencia, trayendo nuevas piezas o compartiendo historias de sus viajes. Era una figura amable, pero también misteriosa. Sabía que había algo más en ella, algo que aún no nos había contado, pero confiaba en que, con el tiempo, descubriría más sobre su verdadero propósito en la Mansión.

Con cada día que pasaba, me sentía más adaptada a la vida en la Mansión. Los largos pasillos ya no me parecían tan fríos, y las habitaciones oscuras ya no me llenaban de miedo. Sin embargo, en lo más profundo de mi ser, algo me decía que esta paz no duraría para siempre. Había algo oculto, algo que todos sabíamos pero no queríamos enfrentar, como si estuviéramos esperando el momento en que todo cambiara.

Pero por ahora, me aferraba a la rutina, a la tranquilidad de tener a N cerca, a la seguridad que V me brindaba sin palabras, y a la extraña advertencia que J siempre llevaba en su mirada.

La Mansión era mi hogar ahora. Pero, ¿por cuánto tiempo?

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