7. La última gala.( Parte 3).

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Narra N:

El barro del pantano se había adherido a mis botas, y me detuve justo frente a la puerta del sótano para limpiarlas con una mezcla de frustración y nerviosismo. No podía presentarme así; algo dentro de mí me decía que lo que encontraría ahí abajo requeriría toda mi atención. Los cuervos seguían sobrevolando cerca, emitiendo esos graznidos que parecían burlarse de mi situación.

Una vez que las botas estuvieron limpias, di media vuelta. Algo no me cuadraba. El sótano podía esperar; Tessa, J y Annie estaban atrapadas, y Cyn... podía sentir su presencia en cada rincón de la mansión.

Me dirigí hacia la habitación de Tessa con rapidez, subiendo las escaleras dos a la vez. Si podía sacarlas de allí, al menos estaríamos juntos para lo que fuera que estuviera por venir.

Cuando llegué, empujé la puerta con fuerza, pero al abrirla, el cuarto estaba vacío. Me quedé quieto por un segundo, observando las cadenas sueltas en el suelo. Estaban libres. Eso significaba que se habían movido por su cuenta... pero ¿a dónde?

El silencio en la habitación me pareció ensordecedor. Sabía que tenía que haber una pista, algo que me indicara qué había pasado. Me acerqué a la ventana, mirando hacia fuera, esperando ver alguna señal de ellas, pero no había nada. La mansión estaba llena de misterios, pero no podía permitirme perder más tiempo.

Volví a cerrar la puerta con fuerza, sintiendo cómo la presión aumentaba en mi pecho. Tenía que encontrarlas. Algo se estaba gestando, y el tiempo no estaba de mi lado.
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Narrador omnisciente:

El sótano estaba oscuro y frío, su atmósfera opresiva era tan espesa que parecía tener vida propia. Annie había seguido las huellas de N hasta aquí, pero al abrir la puerta, un escalofrío recorrió su cuerpo. No podía ver más allá de unos pocos pasos, pero sabía que algo no estaba bien.

Con cautela, descendió las escaleras. Los crujidos de la madera bajo sus pies eran lo único que rompía el pesado silencio. Cuando sus pies tocaron el suelo de cemento, algo metálico brilló en la penumbra. Antes de que pudiera reaccionar, una figura extraña, una cosa metálica con cables y extremidades que se retorcían, salió de las sombras. Su aspecto era grotesco, una fusión de piezas mecánicas retorcidas que parecían moverse por sí solas.

Annie intentó retroceder, pero la cosa metálica fue más rápida. La agarró con una fuerza imposible, las frías extremidades mecánicas envolviéndose alrededor de su cuerpo. Un chillido ahogado salió de sus labios cuando fue arrastrada a una esquina oscura del sótano. En cuestión de segundos, la cosa la ató firmemente a una silla oxidada, y antes de que pudiera gritar, un pañuelo fue apretado sobre su boca.

El pánico inundó sus pensamientos mientras trataba de liberarse, pero sus esfuerzos eran en vano. Los extraños cables comenzaron a moverse hacia su cabeza, intentando conectarse, reprogramarla. Sentía la presión constante de la cosa metálica a su alrededor, y por primera vez, el miedo verdadero se apoderó de ella.

Mientras tanto, N había dado vueltas por la mansión buscando desesperadamente a Tessa, J y V. Cada habitación estaba vacía, los pasillos resonaban con su frustración. No entendía dónde podían estar, y con cada minuto que pasaba, sentía que algo terrible se avecinaba.

Regresó al sótano, el último lugar donde podría haber alguna pista. Al abrir la puerta, un susurro gélido le recorrió la espalda. Descendió las escaleras, sus botas resonando en el concreto, su mirada alerta. Pero lo que encontró al llegar al fondo no era lo que esperaba.

La cosa metálica, aquella entidad que ya había atrapado a Annie, lo esperaba. Antes de que N pudiera reaccionar, las extremidades metálicas se lanzaron hacia él, envolviéndolo con una fuerza sobrehumana. Luchó por liberarse, pero era como pelear contra una prisión viviente. Las extremidades se retorcían y lo arrastraban hacia el interior del sótano, hacia las sombras más profundas.

"¡No!"  gritó N, pero su voz fue silenciada por la oscuridad que lo envolvía. La cosa lo arrastraba más y más adentro, hacia un destino incierto.

Annie observaba la escena desde la silla, incapaz de moverse o gritar, sus ojos llenos de terror. Sabía que si esa cosa lograba reprogramarlos a ambos, no quedaría nada de quienes eran.

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