Capítulo IX.

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Elena.

No comprendo ni la mitad de los sucesos que se están suscitando en este preciso momento, pero por alguna extraña razón, en mi interior sé exactamente lo que debo hacer, como ocurrió con aquel uso del arco. Yo jamás había sostenido uno, pero mi cuerpo reaccionó por sí solo.

Tengo las profecías de la reina Endela en mis manos, ¿Cómo sabía exactamente dónde estaban? Bueno, se podría agregar a la lista de sucesos que no comprendo. Breythan me determina y no sé si lo hace con odio, temor o arrepentimiento, tal vez sea una extraña mezcla de las tres. No lo culpo a él ni a Verity por estar molestos, pero juro por Adara que no era mi intención arruinar su feliz festejo, de haber controlado mi vuelo, el último lugar donde habría aterrizado hubiera sido en el espacio que había entre ellos.

Le entrego los manuscritos a mi padre y él abre uno frente a todos los presentes, yo busco consuelo en los brazos de mi madre y ella me envuelve en un abrazo lleno de cariño. Por todo el polvillo de hadas de Cariz, cómo extrañé esta sensación.

-¿Le parece bien si leo lo que aquí se encuentra escrito, mi rey?

El tono de voz que usa mi padre me deja en claro que sigue molesto, seguramente aún se debate sobre lanzarles un rayo destructor a mis consanguíneos o no, pero todos estamos unidos en esto por un motivo mucho más grande y peligroso, el sello de Adara se ha roto y ahora las criaturas errantes oscuras están esparcidas por todo Cariz.

Mi tío me lanza una mirada mordaz pero asiente dándole permiso a mi padre para que nos recite las palabras que se encuentran en los pergaminos.

-El sello de Adara no es eterno, el duodécimo día del séptimo mes lunar del septuagésimo año correspondiente al primer periodo en la décima era tras la muerte de la primera reina, su sello se romperá y su legítima heredera despertará, en ella estará restaurar la paz o... -Deja de leer y yo necesito saber qué sigue. No quiere continuar. ¿Qué más dice? La reina Westlake habla por primera vez y su ansiedad es igual de evidente que la mía.

-¿O qué? Le ruego que prosiga, duque Brighwood. -Mi padre me mira con un dejo de preocupación antes de acatar la orden de la reina de Elgroft.

-En ella estará restaurar la paz o acabar con toda nuestra faz.

Siento cómo palidezco, ¿Yo? ¿Acabar con la faz de Cariz? Pero si ni siquiera soy capaz de acabar con la vida de una araña, siempre les termino teniendo piedad y las dejo escapar, ¿Cómo podría acabar con vidas inocentes? ¡Ni que fuera la monarca de Herheimer!

A excepción de mis padres y de los príncipes de Airitech y Atlatzia, recibo muchas miradas llenas de miedo y furia, no pueden creer que yo me iré por el mal camino, ¡Mis padres no me educaron así!

-Siguiente profecía Arthur, ahora. -La voz de mi tío es fría y aterradora, ¡Él es quien sí causa miedo! ¡No yo!

Mi padre abre el siguiente manuscrito y lee seriamente.

-Ellos volverán de nuevo y lanzarán sobre Cariz su tormento, es deber de los elementales defender la nación, Adara ha dado su bendición, tres son la clave, tres guerreras deben surgir, una es su heredera, la segunda sabe mucho de medicina y la tercera sabe sobre esgrima. Blanco, rojo y azul.

Esa sí la conozco y me parece más asertiva. Yo amo mi reino, muy a pesar de los monarcas que lo rigen, Elementalya es mi hogar y yo entregaré mi vida por la seguridad de mi gente de ser preciso.

-¿Quiénes son las otras dos guerreras? -Increpa el rey Woolfensberwer y yo me permito la osadía de intervenir.

-Su majestad, las guerreras de las que habla la profecía responden a los nombres de Lydia Fritzer y Rose Thornhill, la primera es elemental del fuego y la segunda controla el agua. -Hago una reverencia mientras hablo, podré tomarme libertades al hablar con Viktor, pero sé que su padre el rey jamás me permitirá algo semejante.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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