CAPÍTULO 14

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MARATÓN 3/4

BECCA

Llegamos a mi casa en un cómodo silencio, y cuando aparco el coche en el camino de entrada, me bajo rápido para poder ayudarla a bajarse de este. Alexia me lo agradece y en un par de minutos estamos adentrándonos en el salón. 

- Ponte cómoda- la digo señalándole el sofá. 

Mientras ella se sienta yo voy a la cocina a por una silla, donde pongo un cojín y la coloco delante de ella ayudándola a poner en alto la pierna mala. 

- Muchas gracias, enana- dice llamándome por el mote que me puso hace años. 

- No tienes por qué darlas, ¿estás cómoda?

Me siento al lado de ella justo cuando escucho como Narla viene correteando hacia nosotras.

- ¿De quién es esta casa? - pregunta confundida Alexia- ¿Vives aquí?

Me tomo unos segundo acariciando a Narla pensando en cómo contestarle. 

- Vivo aquí sí, y la casa es mía y de mi hermana. 

Alexia me mira confusa, y no es para menos, hasta donde ella sabe soy hija única, así que tomo una profunda respiración y me preparo para responder la pregunta que me hace. 

- ¿Por qué desapareciste?

- A mi padre lo echaron del trabajo, por lo visto le había robado dinero a su jefe y lo este lo había denunciado, así que cuando llegó a casa esa tarde le dijo a mi madre que preparara las maletas que nos íbamos. Con el dinero que se había apropiado compró tres billetes para Inglaterra, su tierra natal ya sabes, y nos vinimos. Recuerdo salir de casa de madrugada, no dejaba de preguntar a donde estábamos yendo, pero solo recibí un bofetón en respuesta. Ya sabes como se las gastaba mi padre- Alexia me escucha atenta, así que sigo con mi relato- Me tiré dos semanas sin dirigirle la palabra a ninguno de los dos, aunque nos es que fuera muy difícil, ya que rara vez estaban en casa, se pasaban el día de pub en pub bebiendo con sus amigos mientras yo me las tenía que apañar en una casa nueva, en la que todo era desconocido. 

- Osea que la cosa no era muy diferente aquí de como era en Barcelona. 

Yo niego con la cabeza, mis días es España me los pasaba en casa de los Putellas, eran mis vecinos de enfrente, Alba y yo íbamos juntas a clase, así que en seguida me acogieron como una más. Adoraba pasar tiempo con ellos, en su casa se respiraba un amor y una calidez que en la mía parecía no existir. 

- Las dos semanas que estuve sin hablarles, solo podía pensar en vosotros, en tí, en tu familia, en el club... No paraba de darle vueltas a la cabeza para ver como podía ponerme en contacto on vosotros. ¡Ni siquiera me habían dejado despedirme! Creo que en ese entonces era lo que más rabia me daba. Pero como debes suponer no conseguí contactar con nadie, no me sabía ningún teléfono, no tenía internet ni ningún medio para buscaros... estaba completamente sola en un país nuevo. 

Alexia coloca una de sus manos en mi rodilla tratando de darme un poco de confort, demostrándome que está ahí pero sin interrumpir mi relato. 

- Como ya te he dicho me pasaba los días sola, me daba miedo hasta cruzar la calle, porque aunque dominaba en inglés a la perfección, ya sabes que mi padre nunca quiso aprender español, me sentía insegura. Por suerte la casa en la que nos quedábamos tenía un jardín bastante grande donde solía pasar las tardes. No tenía nada con lo que entretenerme, no había pelotas, libros, nada, y a mis catorce años lo único que se me ocurrió fue ponerme a correr como loca en el jardín y hacer cualquier ejercicio que no requiriese ningún material. En mi inocencia quería creer que volveríamos pronto a Barcelona, y no quería estar por detrás de vosotras en los entrenamientos cuando volviésemos- se me escapa una pequeña risa vacía de alegría- Debíamos llevar ya casi un mes aquí cuando, una tarde, mientras corría por el jardín, empecé a escuchar unos golpecitos, como si alguien estuviera dando toques con un balón. La curiosidad me pudo- Alexia se ríe sabiendo bien que no soy buena conteniendo mis impulsos- y me asomé como pude entre un par de tablas de la valla de madera que estaban un poco más sueltas. Mi oído no me había fallado, en el jardín de los vecinos había una chica un par de años mayor que tú, en ese entonces, dando toques con un balón. No supe cuanto había echado de menos tener un balón en los pies hasta que la vi a ella jugar con el esférico con tanta libertad- recuerdo a la perfección la envidia que sentí en ese momento- Un estornudo me delató, y la chica de la pelota me descubrió, me preguntó que qué hacía, que si la estaba espiando, y después de hablar un poco conmigo me invitó a jugar con ella. Me sacaba casi diez años pero eso no pareció importarle en lo absoluto. Yo barajé durante un par de minutos su oferta, si mis padres me pillaban jugando al futbol me matarían, lo sabes, pero ellos no solían llegar antes de las doce de la noche, así que tenía tiempo de sobra de jugar con ella sin que se enterasen. 

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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