Capítulo 4: Lealtad IV

155 14 42
                                    


La guerra, que había estado latente durante meses, finalmente había comenzado a desbordarse como un río que ya no podía contenerse. Las sectas, antes dispersas y resquebrajadas por antiguas rivalidades y alianzas rotas, empezaron a unirse, arrastradas por la necesidad de sobrevivir. Tras incontables reuniones secretas, en las que la tensión y la duda parecían amenazar con romper la frágil paz, fue el Primer Jade de Gusu, Zewu-jun, quien alzó su voz, serena pero firme, para poner orden. Como nuevo líder de la secta Lan, su presencia imponente y su mirada llena de una inquebrantable resolución lograron que los más indecisos cedieran. A su lado, su inseparable amigo, Chifeng-zun, el temperamental líder de la secta Nie, reforzaba cada una de sus palabras. Juntos, como dos pilares que sostenían el peso del cielo, oficializaron el pacto que unificaría a todas las sectas en un solo propósito: "La campaña para derribar al Sol".

Este ambicioso nombre no era solo un título; era una declaración de guerra directa contra la secta Wen, cuyo poder había alcanzado alturas desmesuradas bajo el mando despiadado de Wen Ruohan, quien brillaba en su trono como un sol opresivo, abrasando todo a su paso. La sombra de su ejército parecía extenderse por todos los rincones del mundo cultivador, sofocando cualquier esperanza. Pero ahora, las fuerzas se reunían, como un eclipse que lentamente oscurece el cielo, con el único objetivo de acabar con ese resplandor cegador.

Las primeras batallas, sin embargo, fueron más brutales de lo que esperaban. A pesar de la unión de las sectas, las hordas de soldados Wen parecían infinitas, como olas de un mar imparable chocando contra una costa que apenas podía resistir. Las victorias eran pocas, y las derrotas pesaban como cadenas alrededor de sus cuellos, pero todo cambió con la aparición de un joven cuya presencia parecía anunciar la llegada de algo mucho más oscuro que cualquier batalla. Él no era como los demás. Los rumores lo llamaban el "El Ángel de la muerte", y su poder se extendía más allá de la cultivación común.

Con su dizi, un instrumento cuyas notas parecían arrancar las almas del mismo inframundo, invocaba a los muertos para que volvieran a luchar bajo su mando. Era un arte prohibido, temido y odiado, pero eficaz. Cada vez que el suave y escalofriante silbido de la dizi rompía el silencio del campo de batalla, el aire mismo parecía temblar. Los soldados, vivos y muertos, giraban la cabeza, sabiendo que él había llegado. Los cadáveres que antes yacían en el suelo se levantaban obedientes a sus órdenes, sus ojos vacíos llenos de una lealtad silenciosa. Bajo su control, los muertos ya no eran un recordatorio de derrota, sino un arma letal, y gracias a este poder oscuro, las sectas lograron dar vuelta el rumbo de muchas batallas que parecían perdidas.

Una figura etérea, rebosante de una belleza inalcanzable, parecía desvanecerse en el aire, casi como si no perteneciera del todo a este mundo. Sus facciones perfectas y su presencia magnética, tan cautivadora que hasta el más endurecido de los corazones se detenía a admirarlo, se veían envueltas en una perpetua sombra de dolor y luto. Era un luto que no se pronunciaba en palabras, sino en la profundidad de sus ojos oscuros, en la curva apretada de sus labios. Su cabello, negro como el abismo de la noche sin estrellas, caía en ondas brillantes, atrapando la luz del sol y devolviéndola como destellos oscuros que parecían absorber la esperanza de aquellos que lo observaban.

Los campos de batalla se tornaban escenarios de una danza macabra bajo su sombra. El mismo aire se cargaba de una sensación de inevitabilidad, como si la muerte estuviera siempre presente cuando él aparecía. Los murmullos se propagaban como una plaga entre los Wen, quienes decían que aquellos que se atrevían a mirarlo directamente a los ojos cuando estos brillaban con un fulgor carmesí, verían en un solo instante los castigos más atroces que les aguardaban por sus pecados. Un vistazo a ese infernal abismo bastaba para que el alma se quebrara, perdiéndose en un tormento inescapable.

Latidos Ocultos [MDZS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora