Capítulo 7: Remordimiento III

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Wen Qing siempre había sido un espejo del acero: firme, fría y resplandeciente bajo la presión. Su temperamento, tan cortante como las agujas que cargaba consigo, era conocido por todos los que osaban cruzarse en su camino. Y aunque su rostro pudiera parecer tan sereno como un lago bajo la luz de la luna, bajo esa superficie latía un corazón que jamás titubeaba al enfrentarse a la adversidad. Para Wen Qing, proteger a su familia no era una opción, era una verdad inamovible; una ley grabada con sangre en su ser, incluso cuando todo lo demás en el mundo parecía tambalearse.

Por eso, cuando la tranquila mañana en el pequeño pueblo junto a Yiling se vio interrumpida por la emboscada, su reacción no fue de miedo, sino de puro instinto. El sonido de las ramas crujiendo bajo el peso de quienes se ocultaban en las sombras fue la primera advertencia. Su cuerpo se tensó, como si cada fibra de su ser reconociera el peligro antes de que sus ojos pudieran procesarlo. Giró sobre sus talones, con Wen Ning apenas a unos pasos detrás de ella, pero fue demasiado tarde.

Una ráfaga de movimientos rápidos y decididos la rodeó. Aquellos encapuchados, con sus túnicas ondeando al viento, parecían más jóvenes de lo que esperaba, casi como si no pertenecieran al papel que estaban desempeñando. ¿Bandidos? No, eso no tenía sentido. Sus movimientos eran torpes, desprovistos de la brutalidad de los criminales endurecidos por el camino, ella ha visto de primera mano a personas realmente crueles y despiadadas. Pero entonces, ¿quiénes eran? Un par de ojos asomaron bajo una capucha, y Wen Qing percibió algo familiar en su forma de moverse, en los tonos púrpura que parecían desentonar con la oscuridad que los envolvía.

Uhm, estos jóvenes realmente no eran muy discretos si trataban de mantenerse en el anonimato. Ciertamente el bordado de lotos no eran muy sutil, pero les da algunos puntos por el intento.

Ese instante de duda fue suficiente para que la atraparan. Unos brazos la sujetaron con fuerza, y aunque luchó como un animal acorralado, su resistencia resultó inútil contra el número que la rodeaba, su cerebro comenzó a hacer sonar una gran alarma, esto no estaba bien, no era buena idea que cultivadores de secta la rastrearan, solo daba paso a un mal presagio, mucho menos cuando sus ropas están decoradas por los soles en todo su esplendor. Sin embargo, una voz juvenil se dio a conocer, bastante temblorosa pero aún así intentó calmarla.

— ¡Por favor, no luche, no queremos hacerle daño! — Dijo uno de ellos, como si las palabras pudieran detener el fuego que ardía en sus venas.

No obstante, el único efecto que tuvieron fue intensificar su furia. Wen Qing se removió con más fuerza, sus uñas arañando el aire como si pudiera desgarrar la misma tela del destino que la había llevado a este momento, sabe que si saca al menos una de sus agujas, podría lidiar con estos jóvenes, o al menos comprar algo de tiempo para poder liberar a su hermano y huir ambos tan pronto lograra evadir a estos chicos. Sin embargo, al notar cómo trataban a Wen Ning, algo dentro de ella se detuvo.

Su hermano menor, que había permanecido en un silencio nervioso pese que en un inicio deseó defenderse, pero se abrumó muy fácilmente, parecía no estar en peligro inmediato. Uno de los encapuchados incluso lo ayudó a montar en una espada voladora con un cuidado que parecía fuera de lugar en una situación de secuestro. Aquella disonancia, ese choque entre lo que esperaba y lo que veía, le hizo guardar sus fuerzas. Pero no por ello bajó la cabeza. Su mirada era un puñal, afilado y mortal, y lo supo cuando vio a algunos de sus captores apartar los ojos, incapaces de sostener su gélida intensidad.

SI no fuera por la situación pudo haber sentido un poco de piedad, pero lo único que hizo fue mostrar los dientes cautelosa cuando la hicieron montar una espada.

El trayecto fue un tormento para alguien con un espíritu tan indomable como el de Wen Qing. Obligada a volar sobre espadas y caminar por caminos escabrosos, cada paso era una afrenta a su dignidad. El viento helado golpeaba su rostro, secándole los ojos hasta obligarla a parpadear más de lo que quisiera, era demasiado molesto y lo único que hacía era aumentar una vez más su irritación por la situación. Las mangas de su túnica se agitaban como si quisieran arrancarse y escapar de la opresión del momento. Pero lo peor de todo era la incertidumbre, una sombra que se cernía sobre ella con un peso insoportable.

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⏰ Última actualización: Dec 22, 2024 ⏰

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