10

134 26 3
                                    

Seis de la mañana en punto, y la castaña maldijo casi al mismo tiempo que sus ojos se abrieron perezosamente, en búsqueda de espabilar un poco.

Lunes, otra vez.

Un poco harta, se levantó de su cama y se duchó como pudo, decidida a cambiar su rutina. No sin antes cambiarse de ropa, maquillarse, perfumarse, y demás.

Se adornó a sí misma con una camisa negra —algo apretada— que estilizaba al usarla arremangada y un tanto desabotonada, un pantalón de lino, también negro con un corte recto que estilizaba sus caderas y aportaba algo frescura a su conjunto, tacones negros con esa característica y brillante plataforma roja; y otros detalles aparte, como su usual relicario, anillos, aros poco muy exagerados, un pasador o broche de pelo del mismo color que su bolso tinto y, delicadas pulseras y esclavas que tintineaban al sacudir sus muñecas. Nuevamente, todos sus accesorios eran de color dorado, como era de costumbre. Excepto el relicario que le había sido obsequiado previamente, un tiempo atrás de su llegada a la nación de la guerra.

Claro, también se había maquillado. Cosméticos como el rubor, la mascara de pestañas, un sutíl delineado acompañado de sombra negra, un difuminado labial en un tono rosado casi bordó y, un poco de iluminador, le resultaban prácticamente esenciales en su día a día.

Tras haberse arreglado a su gusto y tomándose el tiempo necesario —sorprendentemente, menos de dos horas— se soltó sus largos cabellos, dejándolos menearse con libertad contra sus caderas, antes de tomar sus llaves y abrir la puerta que daba con su sala de estar, antes de suspirar pesadamente y avanzar lo mínimo para poder voltearse una vez más y cerrar su puerta.

Luego de dicho acontecimiento, caminó decidida hacia las escaleras, para luego bajar las mismas y abandonar su residencia temporalmente.

¿Qué era lo que buscaba cambiar Melisse?

Su rutina.

¿Qué planeaba hacer al respecto?

Complicarla aún más, porque la castaña ya estaba a pocos pasos de alcanzar una cafetería donde habría contemplado un cartel de 'Se busca personal con experiencia' hace unos días atrás.

Y sí, no era la primera vez que la ojiverde se enfrentaba a un trabajo tan simple —o quizá complicado— como el de una cafetería.

Durante su estancia en Sumeru, cuando todavía estaba realizando sus estudios en la Facultad Vahumana, había optado por un trabajo donde pudiera avanzar un poco su servicio al cliente, sabiendo que cuando viviése en Fontaine lo experimentaría con mucha más frecuencia, —y no estaba para nada errada— y en realidad, por más tonto que parezca, la había ayudado bastante a comprender lo estúpida o impulsiva que podía ser la gente de vez en cuando.

— Hola, buenos días. —inició Melisse— Estoy aquí en búsqueda del cargo de mesera, en lo posible.

La chica detrás del mostrador sonrió, antes de hacerse a un costado y mirar de soslayo a lo que parecía ser una entrada exclusiva para el personal, invitando a la castaña a adentrarse.

— Eres la primera en solicitarlo, por favor pasa.

La fontainense entró, abriendo dicha puerta con gentileza, antes de volver a posar su mirada sobre la fémina, que ahora la miraba un tanto confundida.

— Disculpa... ¿No eres Melisse, la Representante Diplomática de Fontaine?

La ojiverde desvió la mirada, avergonzada, pero una leve sonrisa delataba el orgullo de que la reconocieran por su digno cargo político.

— ¿De verdad me conoces?

— ¡Claro! —sonrió— Eres bastante nombrada en cualquier medio de comunicación, ¡Y como no serlo luego de todo lo que hiciste en Fontaine!

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝑺𝒖𝒎𝒎𝒆𝒓𝒃𝒐𝒚! ;   Kinich.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora