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El sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos cálidos que contrastaban con la fría tranquilidad que envolvía el complejo de departamentos. Como siempre, Sae mantenía su rutina intacta, sentado en el balcón de su departamento, mientras su hermano menor, Rin, se entretenía con un libro. Sae podía apreciar lo cómodo que era tener a Rin a su lado; ambos disfrutaban de la paz, algo que era raro en la mayoría de los hogares.

Al otro lado del complejo, Ryusei se acercaba con paso relajado, llevando unas gafas de sol que no eran necesarias a esas horas del día, pero que sin duda le daban el toque despreocupado que tanto le gustaba proyectar. Su misión de esa tarde no era complicada: cuidar a su sobrino Charles. Fácil, pensaba, después de todo, solo se trataba de mantener al pequeño bajo control por unas horas. Nada fuera de lo común.

Charles salió corriendo hacia Ryusei tan pronto lo vio, agitando los brazos enérgicamente. El niño, apenas de ocho años, era una fuente inagotable de energía.

-¡Ryusei! -gritó Charles, casi tropezando de la emoción mientras se abalanzaba sobre él.

-¡Ey, ey! Tranquilo, enano -dijo Ryusei mientras le daba un suave empujón para apartarlo un poco-. Vinimos a pasarla bien, pero sin problemas, ¿ok?

Charles lo miró con una mezcla de entusiasmo y rebeldía en los ojos, asintiendo con rapidez, aunque no del todo convencido. A Ryusei le pareció bien, o eso quiso creer. Lo que no sabía era que el niño ya había trazado su plan para escapar de su vigilancia.

-Bueno, ¿qué te parece si vamos al parque de juegos? -sugirió Ryusei, esperando mantenerlo distraído.

Pero Charles, como todo niño astuto, ya había encontrado su oportunidad. En el momento en que Ryusei sacó su teléfono para responder un mensaje, el pequeño aprovechó para salir corriendo, desapareciendo en los pasillos del complejo antes de que su primo pudiera siquiera reaccionar.

-¡¿Charles?! -gritó Ryusei, mirando a su alrededor con frustración, para luego dorogirse por donde tomo camino el pequeño

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Mientras tanto, en el patio central del complejo, Rin había decidido dar un paseo. Aunque era un niño tranquilo, disfrutaba de observar a los otros niños jugar desde la distancia, sin involucrarse demasiado. Pero esa tarde, algo inesperado sucedió.

De repente, un torbellino de energía en forma de niño irrumpió en el patio. Era Charles, quien, con su estilo imprudente y sin límites, se lanzó directamente hacia el centro del pequeño grupo de niños que jugaban. En cuestión de segundos, ya estaba corriendo alrededor, empujando y metiéndose en su espacio personal.

-¡Ey, eso no se hace! -gritó uno de los niños, empujando a Charles de vuelta.

Rin, quien observaba todo desde su habitual calma, se levantó, acercándose al grupo. No le gustaba involucrarse en peleas, pero algo en la actitud de Charles lo hizo sentirse responsable de intervenir.

-¿No puedes jugar sin molestar a los demás? -preguntó Rin con voz tranquila, pero firme.

Charles lo miró con un destello de desafío en los ojos. No estaba acostumbrado a que le dijeran qué hacer, especialmente otro niño.

-¡No estoy molestando! Solo quiero jugar como ellos -respondió Charles, cruzándose de brazos.

Rin suspiró, manteniendo la calma. -Sí, pero hay maneras sin necesidad de andar empujando, enano

La discusión escaló rápido. A pesar de la calma de Rin, Charles no estaba dispuesto a ceder. La terquedad del niño pequeño comenzó a hacer eco en todo el patio, atrayendo miradas de los otros vecinos.

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Mientras tanto, Ryusei había seguido los sonidos de la discusión, con el presentimiento de que su primo estaba metido en problemas. Al llegar al patio, se encontró con la escena: Charles y Rin, cara a cara, en medio de una discusión.

-Ah, no... -murmuró Ryusei para sí mismo, acercándose rápidamente para intervenir antes de que la situación empeorara.

Charles giró la cabeza con el ceño fruncido, viendo a su primo acercarse, pero no hizo ningún esfuerzo por detenerse.

-Solo quiero jugar, y ellos no me dejan -reclamó Charles, señalando a los demás niños.

Ryusei se frotó la nuca, mirando a Rin, que mantenía una postura serena pero determinada.

-Mira, el niño tiene razón. No puedes jugar empujando a los demás. Solo juega como una persona normal, ¿sí?

Charles lo miró unos segundos, visiblemente frustrado, pero al final cedió, murmurando algo ininteligible antes de dar media vuelta.

-Bueno, bueno -respondió, cruzando los brazos mientras se alejaba de mala gana.

Rin observó a Ryusei con una leve inclinación de cabeza, un gesto de respeto implícito, aunque no intercambiaron palabras.

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Vecinos | RyusaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora