◞◟ 005

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Los días parecían repetirse de forma curiosa para Sae. Desde aquel encuentro en la oficina del director, no habían pasado más de unos cuantos días sin que se cruzaran miradas o algún saludo indirecto con Ryusei. Aunque trataba de ignorarlo, algo en su mente no podía dejar de regresar a la presencia del otro. Cada vez que se encontraban, el moreno lanzaba alguna sonrisa insinuante o un guiño, como si quisiera provocarlo; y, aunque le molestaba, no podía negar que esos gestos se le quedaban en la cabeza por más tiempo del que le gustaría.

En uno de esos encuentros casuales en los pasillos de la universidad, Sae se sorprendió al darse cuenta de que Shindou estudiaba en el mismo campus. No entendía cómo no se había fijado antes en él, considerando que el moreno era alguien que llamaba la atención con solo verlo pasar. Aquella confianza no era algo fácil de ignorar, pero para su frustración, lo había logrado... hasta ahora.

Ese día, durante el almuerzo, Sae intentaba concentrarse en la conversación con su amigo Oliver. Sin embargo, su mente seguía vagando, pensando en los encuentros recientes con Shindou y en la inevitable pregunta de si él también había notado la conexión entre ellos.

—¿En qué piensas? —preguntó Oliver, sacando a Sae de su ensimismamiento y logrando que volviera a la realidad.

—Nada —respondió Sae, sin mucho interés.

Oliver levantó una ceja, claramente poco convencido de la respuesta. Sae suspiró, sabiendo que no se libraría tan fácil.

—Bueno, durante estos días me estoy encontrando mucho con una persona. Estoy empezando a pensar que me está siguiendo.

Oliver rió, divertido por el comentario de su amigo.

—¿Y eso? ¿Es una chica?

—No, es un chico —replicó Sae, con un leve rubor que intentó disimular mirando su bandeja.

Oliver lo miró con ojos curiosos, una pequeña sonrisa juguetona apareciendo en su rostro.

—¿Entonces? ¿Te está gustando ese tal "chico misterioso"? —bromeó, mientras le daba un codazo en el brazo.

—Claro que no. Solo me parece… extraño. —Sae desvió la mirada, tratando de sonar indiferente, aunque por dentro sabía que algo de verdad había en las palabras de Oliver.

—Extraño, ¿eh? Mira que a veces lo "extraño" es lo que termina siendo interesante —respondió Oliver, con un tono bromista—. Además, si te encuentras tanto con él, a lo mejor hay una razón.

Sae, incómodo, no quiso seguir dándole vueltas al tema. Pero mientras sus pensamientos volvían a Ryusei, se dio cuenta de que Oliver tenía razón en algo: esos encuentros frecuentes no podían ser simples coincidencias.

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Una tarde, mientras pasaba por las mesas de la universidad, lo vio. Ryusei estaba con un par de chicos, seguramente amigos suyos, y en cuanto levantó la vista y notó a Sae, sonrió de inmediato, inclinando la cabeza en un saludo casual.

—Vaya, Itoshi, ¿cuántas veces nos hemos cruzado ya esta semana? —dijo, acercándose un poco.

Sae, recordando su conversación con Oliver, mantuvo su compostura y decidió seguir el juego.

—Demasiadas, diría yo —respondió, mirando directamente a Ryusei—. ¿Estás seguro de que no me estás siguiendo?

Los amigos del contrario rieron bajo, susurrando cosas entre ellos. Karasu le dio un codazo a Otoya, señalando con la cabeza hacia Sae.

Ryusei se encogió de hombros, sonriendo de manera despreocupada.

—Si lo estuviera, ¿te molestaría? —preguntó, con un tono que rozaba la broma, pero sus ojos buscaban alguna reacción en Sae.

El pelirrojo frunció el ceño, aunque un leve brillo de diversión aparecía en sus ojos.

—Depende de por qué lo haces. Supongo que tendrás que esforzarte más.

Karasu murmuró en tono de broma a Otoya, lo suficientemente alto para que Ryusei lo oyera:

—Parece que alguien aquí tendrá que ponerse creativo.

Otoya, siempre dispuesto a seguir el juego, asintió y le hizo señas a Ryusei para que siguiera coqueteando, alentándolo con una sonrisa.

Ryusei lanzó una rápida mirada a sus amigos, sin dejar de sonreír.

—¿Así que quieres que me esfuerce? —dijo, dando un paso hacia Sae—. Bueno, será un reto interesante.

Sae rodó los ojos, pero esta vez no pudo evitar soltar una pequeña risa que trató de ocultar.

—Eres demasiado confiado, Shindou.

—Confianza, encanto, llámalo como quieras —replicó Ryusei, guiñándole un ojo—. Pero tengo la impresión de que te gusta más de lo que quieres admitir.

Los amigos del moreno aplaudieron en silencio y sonrieron, compartiendo miradas de aprobación mientras Ryusei regresaba a la mesa, satisfecho, y Sae seguía su camino, pero no sin que una pequeña sonrisa permaneciera en su rostro.

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Vecinos | RyusaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora