Capitulo 1

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El alma de Adán vagaba sin rumbo en el éter, una vasta e ilimitada extensión donde ni el tiempo ni el espacio tenían sentido. Su derrota a manos de Zeus se repetía en su mente, cada golpe y contraataque grabado en su memoria. Aunque había luchado valientemente por la humanidad, la batalla estaba perdida y ahora se encontraba en ese vacío nebuloso.
Aun así, supuso que no todo era malo. Recuperar su cuerpo, aunque fuera por poco tiempo, era definitivamente genial. Escuchar los vítores de sus descendientes, reencontrarse con sus hijos, tener la oportunidad de disculparse finalmente con Caín y Abel por ser un padre mediocre.

Y luego estaba Eva, su amada compañera. En esos pocos minutos, recordó su amor, feroz e inquebrantable, un vínculo forjado en la inocencia del Edén y puesto a prueba por las duras realidades del mundo. Recordó la sensación de su mano en la suya, el sonido de su voz y la profundidad de su comprensión.

Recordó las sencillas alegrías del Edén, el sabor de la fruta madura, el calor del sol en su piel y la compañía de los animales. Recordó la emoción y la inquietud de conocer a Eva por primera vez, sus primeros días de exploración y aprendizaje juntos.

Sostenerla en sus brazos después de tanto tiempo, sentir los labios de su hermosa Eve sobre los suyos mientras ahuecaba sus mejillas... No estaba nada mal.

Pelearía contra un millón de Zeus un millón de veces solo por un segundo más con ellos.
Era una pena que solo pudiera disfrutar esos momentos brevemente antes de su pelea. Se sentía un poco desanimado y cansado por la derrota. Como el primer hombre, había esperado haber salido victorioso, para dar un ejemplo a toda la humanidad. Sin embargo, a pesar de sus mejores esfuerzos, había sido vencido por el rey de los dioses.
"¿No fui creado para protegerlos?", pensó Adam, su mente volviendo a los rostros de sus hijos y descendientes. "Debería haber ganado..."
Mientras la conciencia de Adam flotaba a través del vacío, comenzó a sentir una atracción extraña. Era como si la propia estructura de la realidad lo estuviera atrayendo hacia un nuevo destino. Por un momento, estuvo confundido y consideró ignorarlo antes de detenerse.

Una sensación de familiaridad se apoderó de sus sentidos y dirigió su atención hacia ella, pues la atracción no era muy diferente a la que sintió antes de que Brunhilde y sus hermanas lo convocaran.

Una vez tomada la decisión, la esencia de Adam estalló en una explosión. Los colores comenzaron a arremolinarse a su alrededor, rojos vibrantes, naranjas y púrpuras, fusionándose en un vórtice ardiente. La sensación se hizo más fuerte, atrayéndolo cada vez más rápido hasta que quedó envuelto en una luz cegadora.
Un instinto que latía como un tambor ardiente dentro de su alma.

No había ninguna duda sobre ese sentimiento.

Su familia lo necesitaba.

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Los ojos de Adam se abrieron de golpe mientras yacía de espaldas en una habitación blanca, con luces brillantes que lo deslumbraban. Una morgue, su mente le proporcionó el nombre de la ubicación. Un sonido entrecortado de sollozos lo alertó de la presencia de otra persona en la habitación y giró la cabeza hacia un lado.

Sus ojos se encontraron con la visión de una mata de pelo blanco cortado en un bob asimétrico, temblando mientras la cabeza a la que estaba sujeta colgaba hacia abajo, su dueña haciendo todo lo posible por reprimir las lágrimas. "Adán..."

Lo primero que se le ocurrió fue que la joven no debía ser de su sangre, pues ¿qué padre no puede reconocer a su hija? Una valquiria, entonces. Ella, sin duda, sentía lo mismo.

Pero Adam sentía por las valquirias el mayor de los respetos. Al fin y al cabo, ¿qué cabrón las despreciaría? Él no, eso seguro.
No después de Reginleif.

La ira de un Padre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora