Capitulo 2

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-Dime, Lute... ¿Dónde está Eva? Me gustaría verla.

El arrepentimiento era un sentimiento demasiado familiar para él. Sin embargo, sin importar cuántas veces se derrumbara, siempre se obligaba a seguir adelante. Por ellos. Por ella. Mientras la tuviera a su lado, todo estaría bien.

Para Eva, convirtió a los dioses en enemigos. Para ella, todo valió la pena. Para Eva, rechazó el cielo.

"Ella comió la manzana prohibida", habían afirmado los dioses. "¡Exiliadla! ¡Desterradla!", repitieron los dioses. ¿Su prueba? Nada más que una manzana a medio comer. Cualquiera con ojos podía ver que no podía haber sido suya. El mordisco era demasiado grande y demasiado profundo, una prueba proporcionada por 'El Príncipe de las Mentiras'.

La justicia era ciega. Los dioses eran más ciegos aún. A ellos no les importaba.

Un circo de payasos disfrazado de tribunal, los dioses ya la habían considerado culpable antes de oír del supuesto crimen.

Eva iba a ser expulsada del Paraíso. Para ella, eso era importante.

«¡Renuncia a ella! ¡Reprendela! y podrás permanecer eternamente en el Paraíso», le pidieron.

Les dijo que comieran mierda.

Eva nunca tocó el fruto maldito del conocimiento, y aun así fue declarada culpable. En respuesta, Adán devoró todas las malditas manzanas de ese árbol delante de todos los dioses presentes.

Tenían un sabor a mierda. A Adam no le importaba.

Si se lo hubieran preguntado, esas manzanas verdes habrían sido la mejor comida que había probado en su vida. Con su mano en la de él, creó su propio paraíso.

Esa fue su historia.

No fue la historia que le contó Lute.

-Señor... Lady Eve no está aquí, no está en el Cielo. Lo más probable es que esté en el Infierno. Como castigo por aceptar el Fruto del Conocimiento del Bien y del Mal del Príncipe de las Mentiras. -No

lo logró.

Adán había incumplido su único deber.

Fue él quien comió la manzana, pero estaba en el cielo.

Ella nunca la tocó.

Por primera vez en su vida, una semilla de odio entró en su alma.

Hacia los dioses.

Hacia un Cielo tan tonto como para descartar a su esposa.

Y sobre todo, hacia sí mismo.

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-¡Es un suicidio! -exclamó Lute cuando el guardia de la puerta (Peter, una parte de él le había dado a Adam su nombre) se negó a abrirle la puerta. Ella trató de detenerlo físicamente, un gesto que lo enorgulleció por un momento fugaz.

Estaba dispuesta a enfrentarse a él, genuinamente preocupada por su seguridad. Sabía que él nunca le haría daño, a pesar de la enorme diferencia de fuerza. Se tomó su juramento en serio. Decirle que se detuviera o que esperara obviamente estaba fuera de cuestión, y Adam preferiría ser condenado mil veces antes que mancillar su honor.

-¡Laúd! -la interrumpió Adán.

"¡S-Señor!", respondió Lute, poniéndose en posición, con una expresión de esperanza en su rostro.

-No tengo intención de morir -le dijo Adam con una sonrisa, dejando que su Esencia se extendiera por el reino. La demostración de poder pareció provocar una chispa de electricidad en su psique-. Yo iré delante. Reúne a los refuerzos y sígueme -una

La ira de un Padre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora