Capitulo 31

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Seth ignoró el mordisco de los vientos fríos que rasgaban los restos destrozados de la ropa que Aclima había cosido con cariño para él. Las vendas de la Pereza del Pecado que envolvían sus heridas comenzaron a aflojarse, y el dolor sordo en su cuerpo pareció intensificarse, pero ambos fueron arrastrados al fondo de su mente por una oleada de emociones. En ese momento, nada le importaba más a Seth que el hombre en sus brazos.

Su hermano. El primer orgullo de su padre y su madre.


Cain .


Seth aflojó el abrazo y se inclinó un poco para dejarle espacio al hermano mayor para respirar. Sin embargo, no podía soltarse del todo. Necesitaba sentir el peso de Caín, saber que ese momento era real.

La respiración de Caín era agitada y su pecho se agitaba como si hubiera corrido kilómetros, aunque Seth sabía que las razones eran mucho más profundas que el simple agotamiento. Azura siempre había dicho que era más fuerza que cerebro, su carne se había movido antes de que su mente lo hiciera, pero descubrió que no se arrepentía de haber chocado contra su hermano.

La propia respiración de Seth reflejaba la de su hermano, pero no era por el esfuerzo de la pelea con Lilith.


Oh, su hermano estaba a su alcance.



-Lo siento... lo siento, hermano mío -tartamudeó Seth, con la voz apresurada, la antigua y olvidada lengua de antaño acompañada de los modales y el respeto que no había tenido que usar en eones. Las palabras salieron sin pensar, el instinto se apoderó de él mientras acunaba a Caín en sus brazos y su muñón-. No quise hacerte daño.

Seth apretó más fuerte su agarre, no demasiado fuerte, solo lo suficiente para sujetarlo, como si Caín pudiera desaparecer si lo soltaba. "Este ha esperado eones y eones para ponerte los ojos encima..." La voz de Seth vaciló cuando el peso abrumador del momento lo presionó. Cerró los ojos, respiró profundamente, tratando de estabilizarse mientras la humedad en sus ojos amenazaba con desbordarse.

A pesar de todas las batallas que había librado, de toda la sangre que había derramado a lo largo de los años, nada lo había preparado para esto. Seth había imaginado este momento incontables veces, el día en que conocería a su hermano, el primogénito de su padre.

Pero cuando miró a la cara a Caín, el hombre que había soñado conocer, descubrió que la mirada de su hermano era distante y que nunca se encontraba con la suya.

A Seth se le hizo un nudo en el estómago mientras miraba a Cain a los ojos, esperando encontrar algún destello de reconocimiento, algún reconocimiento de su vínculo. Pero el rostro de Cain era una máscara de indiferencia, sus ojos estaban nublados por algo que Seth no podía descifrar: ¿ira? ¿culpa? ¿miedo? ¿de él? ¿por qué razón su hermano tendría miedo de Seth?


Caín se movió incómodo en el abrazo de Seth, sus músculos se tensaron, la calidez de la reunión ya comenzaba a disiparse. Con un gemido tenso, Caín empujó contra el pecho de Seth, sus manos firmes pero no lo suficientemente fuertes como para causar daño. "Detente", dijo Caín con voz ronca, casi frágil. "Déjame ir".


"Hermano..." dijo suavemente, esperando.

Los músculos de Caín se tensaron ante el contacto de Seth, su expresión se endureció cuando las palabras lo golpearon como dagas y parecieron cortar la frágil resolución que Caín había reunido. Apretó la mandíbula y, por un momento, sus ojos brillaron con una chispa de dolor. Pero fue fugaz, rápidamente extinguido por el peso aplastante de su culpa.

La ira de un Padre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora