Capitulo 32

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Charlie se quedó sin aliento cuando la realidad la golpeó como un puñetazo en el estómago. Esa sensación de miedo, de algo familiar y extraño a la vez, no era solo su imaginación.

Adán.

Su visión se nubló. La realidad y el recuerdo se superpusieron. La sonrisa arrogante de su rostro se torció, agrandándose más de lo debido, revelando unos dientes afilados y amarillos que parecían demasiado amenazantes para alguien tan... humano.

Pero él ya no era humano. Ya no.

La piel de Adam se oscureció, como si la tinta le hubiera tragado el rostro, hasta que sus rasgos se disolvieron en la sombra. Sus ojos, que antes eran heterocromáticos y que casi le resultaban familiares, se transformaron en brillantes orbes amarillos, depredadores y fríos. A pesar del horripilante cambio, ese extraño destello de diversión permaneció en su mirada, como si estuviera jugando con ella, disfrutando de su miedo.

Su entorno parpadeó: ya no estaba en la Tierra. Estaba en el techo del Hotel Hazbin. La mano de él la rodeaba por el cuello, apretándola con fuerza, los dedos clavándose en su piel. Sus pulmones ardían en busca de aire mientras su visión se nublaba por la presión, la oscuridad se acercaba. Luchó, su cuerpo luchaba por respirar mientras su agarre amenazaba con aplastarla.

Otro parpadeo y, así de fácil, la naturaleza volvió a aparecer. Las montañas, el río, el cielo... intactos, crudos, como si nada hubiera cambiado. Adam estaba de pie frente a ella, con su sonrisa todavía plasmada en su rostro, la postura relajada, pero cada parte de él gritaba  poder . Ya no le era indiferente... no, su presencia la oprimía como la gravedad, como si pudiera aplastarla con solo un pensamiento.

Sus poderes estallaron bajo su piel, pidiendo ser liberados. Quería protegerse, crear una barrera entre ella y esa presencia sofocante. Podía sentirlo burbujear, un instinto protector. Pero sus palabras resonaron en su mente:  " Muestra su imagen en mi cara otra vez y te haré daño".  Un escalofrío le recorrió la espalda, sofocando sus instintos antes de que pudieran tomar el control.

Calma .

La orden resonó en su interior y, para su sorpresa, su cuerpo obedeció. Su respiración se hizo más lenta, la tensión desapareció de sus músculos y su corazón, que todavía latía con fuerza, comenzó a estabilizarse, casi como si alguien hubiera activado un interruptor en su interior.

Ya os lo he dicho. No soy vuestro Dios ni vuestro Diablo. Así que mantengamos la calma.

Charlie, más tranquilo, lo miró de nuevo,  esta vez lo miró de verdad  . Su apariencia había cambiado. La cruz que alguna vez había brillado en su pecho se había apagado, casi inactiva ahora, apenas distinguible de una cicatriz, lo que le permitió notar la pequeña joya azul en el centro. Sus ojos habían perdido esa intensidad anterior, ya no eran depredadores sino que ahora tenían un brillo divertido, como si estuviera viendo una broma privada desarrollarse frente a él.

Parecía... normal otra vez... o al menos tan normal como alguien con ese tipo de presencia  podía  serlo. Sin embargo, había algo en él que no le gustaba,  que no se parecía  a la última vez que lo había visto. ¡Cuando él...!

El pánico la atravesó y le subió como bilis a la garganta. Todo volvió a su mente: lo que había pasado antes de que la llevaran al cielo, lo que estaba haciendo antes de que la tía Michael la atacara a ella y a Vaggie.

Su padre. Con la mitad de las alas rotas, sangrando, herido... indefenso  en las manos de Adán.

Su tía Bee, su tío Satan, todos habían intentado ayudarlo mientras la gente por la que Charlie había luchado, aquellos en los que ella había creído,  vitoreaban  por Adam. Vitoreaban  contra  su familia. La gente a la que ella quería salvar se había puesto del lado del hombre que intentaba destruir su mundo.

La ira de un Padre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora