Astoria se quedó varada en el mar hasta que amaneció después del incidente en su isla natal. Se encontraba en un pequeño bote, incapaz de dormir, llorando hasta que las lágrimas dejaron de salir. La mañana siguiente, un periódico flotando en el agua llamó su atención. Al recogerlo, su corazón casi se detuvo al ver una fotografía suya con una recompensa de más de 100 millones de berries. La sorpresa y el pánico la invadieron; tenía solo 8 años y no sabía cómo pelear, apenas podía controlar los poderes de su fruta del diablo. ¿Cómo iba a sobrevivir con esa recompensa por su cabeza? Sin duda, vendrían tras ella."Calma," escuchó una voz suave en su mente. Deseaba poder abrazar a quien le hablaba, porque eso era lo que más necesitaba en ese momento: un abrazo. Quería llorar, pero sus ojos ya estaban secos y doloridos, rojos e hinchados. Solo pudo morderse el labio con fuerza hasta hacerlo sangrar.
Astoria permaneció en el bote todo el día hasta que llegó a una isla. Sabía que si la veían, intentarían atraparla. Sigilosamente, tomó unas tijeras de un puesto, convirtiéndose en humo antes de ser atrapada por el dueño, y se escondió en una casa abandonada fuera del pueblo.
Mientras se encontraba en la casa, miró su cabello, acariciándolo con tristeza. Era lo que más le gustaba de sí misma; su madre lo amaba, sus amigas lo admiraban, siempre recibía halagos por lo bien cuidado que estaba. Le decían que su apariencia la hacía ver como un ángel, con su piel pálida, su cabello blanco largo y ondulado, y sus hermosos ojos plateados.
Con el corazón dolido, tomó las tijeras en sus manos y dio el primer corte en su cabello, luego otro, y otro más, hasta que solo le llegaba por debajo de las orejas. Si pudiera llorar, lo haría, pero sus ojos ya estaban secos.
Astoria murmuró para sí misma mientras cortaba su cabello: "Lo siento, mamá... lo siento, papá... pero tengo que hacerlo. No puedo dejar que me atrapen."
Mientras escapaba, escuchó el ruido de personas acercándose. Sabía que no podía quedarse allí. Con el corazón latiendo con fuerza, dejó el lugar rápidamente, convirtiéndose en humo una vez más para escapar sin ser vista.
Desde su escondite detrás de un árbol, escuchó las voces de los cazadores:
Voz 1: "¡Estoy seguro de que la vi por aquí! La recompensa es enorme."
Voz 2: "Sí, debemos encontrarla antes de que alguien más lo haga."
Astoria, con el corazón en la garganta, susurró: "Por favor, Luna, protégeme. No estoy lista para enfrentar esto sola."
Con cada paso que daba, sentía la presencia de su familia y su comunidad, dándole fuerzas para seguir adelante. Sabía que debía encontrar un lugar seguro, un lugar donde pudiera aprender a controlar sus poderes y planear su próximo movimiento. La Luna, su guía, brillaba en el cielo, recordándole que no estaba sola en su lucha por la libertad y el cambio.
Finalmente, encontró refugio en una cueva cerca de la costa. Allí, se sentó y cerró los ojos, tratando de calmar su mente. Recordó las historias que su madre le contaba sobre la Luna y cómo siempre cuidaba de los suyos. "Astoria," se dijo a sí misma, "debes ser fuerte. Por ellos, por ti misma."
Mientras la noche caía, la joven se acurrucó en la cueva, escuchando el suave murmullo del océano. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero estaba decidida a sobrevivir y a encontrar su lugar en el mundo. Con la Luna como su testigo, prometió luchar por la justicia y la libertad, no solo para ella, sino para todos aquellos que habían perdido su hogar y su familia.
Al día siguiente, Astoria se dio cuenta de que necesitaba cambiar su apariencia para evitar ser reconocida. Sus ropas estaban sucias y desgastadas, y sabía que no podía permitirse el lujo de ser atrapada. Con cautela, se adentró en el pueblo cercano, moviéndose entre las sombras para no ser vista. Encontró un tendedero con ropa secándose al sol y, con un sentimiento de culpa, tomó una camiseta negra, unos pantalones azules y unas botas marrones.
De regreso en la cueva, se cambió rápidamente. Al mirar su reflejo en el agua del mar, apenas se reconoció. Su cabello corto y su nueva vestimenta le daban la apariencia de un niño. Astoria siempre había disfrutado de ser femenina, de los vestidos y los lazos, pero ahora no podía permitirse esos lujos.
Mientras se ajustaba la camiseta, murmuró para sí misma: "Esto es temporal, Astoria. Solo hasta que sea seguro. Mamá siempre decía que la verdadera belleza está en el corazón, no en la apariencia."
Esa noche, mientras el viento soplaba suavemente, Astoria se sentó en la entrada de la cueva, mirando las estrellas. Recordó las noches en su isla natal, cuando su madre le contaba historias sobre héroes valientes que luchaban por lo correcto.
"Quizás algún día," pensó en voz alta, "seré como ellos. Fuerte y valiente. Pero por ahora, debo ser astuta y cuidadosa."
De repente, escuchó un crujido detrás de ella. Se giró rápidamente, su corazón latiendo con fuerza. Era un pequeño zorro, que la miraba con curiosidad desde la entrada de la cueva.
"Hola, pequeño amigo," dijo suavemente, aliviada. "No tienes que tener miedo. Estoy sola, igual que tú."
El zorro se acercó lentamente, olfateando el aire. Astoria sonrió, extendiendo una mano. "Quizás podamos cuidarnos el uno al otro."
Con el zorro acurrucado a su lado, Astoria sintió una chispa de esperanza. Sabía que el camino sería largo y lleno de desafíos, pero no estaba completamente sola. Con un nuevo amigo y la Luna como su guía, estaba lista para enfrentar lo que viniera.
Astoria, junto a su nuevo amigo, al que decidió llamar "Zafiro" por el brillo azul de sus ojos, se encontraba en la entrada de la cueva cuando escuchó voces acercándose. Eran cazadores de recompensas, y su corazón comenzó a latir con fuerza. Sabía que no podía quedarse allí.
"Zafiro, tenemos que irnos," susurró, recogiendo al pequeño zorro en sus brazos. Con cuidado, se deslizó fuera de la cueva, manteniéndose en las sombras mientras los cazadores se acercaban.
Los cazadores, al verlos de lejos, tardaron un momento en reconocerla. La imagen en el periódico mostraba a una niña con cabello largo, pero ahora Astoria se asemejaba más a un niño. Sin embargo, uno de ellos finalmente la señaló.
"¡Es ella! ¡La chica de la recompensa!" gritó uno de los cazadores, comenzando a correr hacia ellos.
Astoria, con Zafiro en sus brazos, comenzó a correr tan rápido como pudo. El zorro se aferró a ella, confiando en su nueva amiga. Corrieron a través del bosque, esquivando ramas y saltando sobre raíces, mientras los cazadores los seguían de cerca.
"¡No podemos dejar que nos atrapen, Zafiro!" exclamó Astoria, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.
Finalmente, llegaron a la costa, donde varios botes estaban amarrados. Sin detenerse a pensar, Astoria saltó a uno de ellos, colocando a Zafiro a su lado. Con manos temblorosas, desató las cuerdas y comenzó a remar con todas sus fuerzas.
Los cazadores llegaron a la orilla justo cuando el bote se alejaba. "¡Maldición! ¡Se nos escapa!" gritó uno de ellos, frustrado.
Astoria, respirando con dificultad, miró hacia atrás mientras se alejaban de la costa. "Lo logramos, Zafiro," dijo con una sonrisa cansada. "Estamos a salvo... por ahora."
Zafiro la miró con sus brillantes ojos azules, como si entendiera la gravedad de la situación. Astoria sabía que el peligro no había pasado, pero con su nuevo amigo a su lado, sentía que podía enfrentar cualquier desafío que el mundo le presentara.
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El sol baila mientras la luna juega ( Fanfic One Piece)
RandomReencarnaste en el vasto y peligroso mundo de One Piece, un universo que creías ficticio pero que ahora es tu realidad. Te llamas Asteria, y naciste en una isla tranquila, un refugio de paz donde los problemas parecían no existir. Tu deseo más profu...