El despertar en Seúl.

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Luz despertó con una sensación de peso sobre el pecho, como si el cansancio no solo estuviera en su cuerpo, sino también en su mente. Se dio la vuelta en la cama del hotel, sintiendo las sábanas de algodón frío contra su piel, y miró al techo. La habitación era moderna, limpia, con un diseño minimalista que contrastaba con el caos que siempre parecía envolver su vida. A lo lejos, el leve zumbido de la ciudad de Seúl comenzaba a despertar. El sol apenas asomaba por entre los edificios, lanzando sombras largas a través de las ventanas del hotel.

Se frotó los ojos, recordando los eventos del día anterior: el agotador vuelo desde Londres, los gritos ensordecedores de los fans en el aeropuerto, la presión constante de Bosha para que todo saliera perfecto para el concierto de esa noche. Todo se sentía borroso. ¿Cuántos conciertos llevaban? ¿Cuántas ciudades habían recorrido? No lo sabía con certeza, solo que su cuerpo ya estaba pidiendo un respiro.

El aire dentro de la habitación estaba cargado con una mezcla de fragancias: el detergente de las sábanas, el leve toque cítrico de la decoración floral que adornaba la mesa de la sala, y el perfume amaderado que aún impregnaba su chaqueta de cuero colgada en la silla. Luz se sentó en el borde de la cama, su cuerpo tenso, sus pensamientos nublados por la sensación de estar siempre corriendo contra el tiempo. El concierto en Seúl era importante, pero para ella, todo se estaba convirtiendo en una larga cadena de eventos sin fin.

El teléfono vibró en la mesita de noche, rompiendo el silencio. Un mensaje de Bosha:

"A las 9 en el estudio. No llegues tarde."

Luz suspiró, dejando caer el teléfono de nuevo sobre la mesa. Bosha siempre tenía esa capacidad de sonar más como una orden que como una sugerencia. No había espacio para excusas o retrasos. Luz lo sabía. En Velvet Riot, el espectáculo nunca se detenía, y ella era una pieza clave en esa maquinaria, una que no podía permitirse fallar.

Se puso de pie con un gruñido y caminó descalza hasta el baño. El reflejo en el espejo le devolvió una imagen que apenas reconocía: sus ojos oscuros, enmarcados por las ojeras que se hacían más profundas con cada día de gira, el cabello despeinado cayendo en mechones alrededor de su rostro, y su piel pálida por las pocas horas de sueño. Se pasó una mano por el rostro, tratando de borrar esa expresión cansada, pero era inútil. Cada día se sentía más lejos de la persona que alguna vez fue, atrapada en una espiral de conciertos, entrevistas y el ruido incesante de la fama.

El agua caliente de la ducha golpeó su espalda, brindando un breve alivio. Mientras el vapor llenaba el baño, Luz trató de aclarar su mente. El día sería largo, y necesitaba estar preparada. El concierto en Seúl no era uno cualquiera; habían pasado meses desde la última vez que tocaron en Asia, y la presión para dar una actuación impecable era asfixiante.

Después de vestirse con su atuendo habitual—chaqueta de cuero negra, jeans desgastados y botas altas—Luz se puso unas gafas de sol y salió de la habitación. El pasillo del hotel estaba en silencio, una tranquilidad que le recordó lo lejos que estaba de casa. Caminó hacia el ascensor, escuchando el eco de sus pasos en las paredes. No había visto a Gus, Willow o Hunter esa mañana, pero sabía que los encontraría en el estudio.

El vestíbulo del hotel estaba lleno de turistas y empleados que parecían moverse en cámara lenta, ajenos al torbellino de emociones que Luz cargaba consigo. El olor a café recién hecho provenía del pequeño café del hotel, y por un momento, consideró detenerse para tomar una taza. Pero el tiempo apremiaba, y Bosha ya había dejado claro que no podían permitirse ningún retraso.

Un coche negro la esperaba en la entrada, y sin decir una palabra, Luz se subió al asiento trasero. El conductor, un hombre mayor de expresión neutral, asintió con la cabeza y arrancó el coche, llevándola por las bulliciosas calles de Seúl. La ciudad ya estaba despierta: la gente iba y venía por las aceras, los puestos callejeros empezaban a vender sus productos, y los coches llenaban las avenidas con su incesante ruido. El aire olía a asfalto caliente, mezclado con el humo de los puestos de comida y el dulzor de las flores de los pequeños jardines en las aceras.

La Idol del Rock - Lumity. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora