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❝Astra's pov❞
—Daleee, Liz, no va a pasar nada malo —rogé por octava vez.
—¿As, nunca te han dicho que no debes juntar a tus amigos?
—¿Por qué?
—Porque luego ellos hacen planes entre ellos y te excluyen a ti —la miré con cara de orto.
—Pero dale, Liz, ellos no son así. Además, son buena onda, daleee —Liz suspiró y me miró dudosa.
—Bueno, pero después no te quejes —yo chillé y la abracé con fuerza.
—Gracias, gracias, gracias, te amo mil —le di un beso en la mejilla, y Liz se reía. Yo siempre fui y soy cariñosa con ella. Somos como hermanas de otra madre; siempre estamos y estuvimos juntas.
Liz para mí era mi vida, mi mundo. Sin ella, no sé qué sería de mí. Ambas veníamos de un entorno humilde; siempre fuimos de donde rara vez había para comer y apenas alcanzaba el dinero para pagar las cuentas. Nuestros padres no eran muy cariñosos que digamos. Los padres de Liz siempre peleaban por plata, al igual que los míos. Fue por eso que, desde pequeñas, entendimos que la plata siempre vale más que todo y nos centramos en eso. Entramos a la universidad con una beca, lo cual generaba burlas hacia nosotras por no tener cosas de marca o teléfonos caros y demás boludeces. Pero los profesores nunca hacían nada, y el director menos. ¿Por qué? Por plata.
—Bueno, vamo' que todavía ni sabes si ellos quieren ir —me tiró el datito que no había pensado.
—Obvio que sí van a querer, Beth —al llegar al puesto de Rodri y Ivo los saludamos, y yo comencé con mi discurso para que aceptaran.
—Yo me preguntaba si queri… —Iván no me dejó terminar de hablar y respondió:
—Sí queremos —respondió Iván, y yo lo miré confundida.
—Pero paraaa, todavía ni termino de hablar.
—¿Vas a ir vos? —preguntó mientras apoyaba su cabeza en la palma de su mano.
—¿Sí? —le respondí mientras lo miraba fijamente; no me dejó ni terminar de hablar.
—Entonces sí queremos —finalizó. Yo miré a Liz, y ella estaba a punto de reírse.
—Jodeme que preparé un discurso de media hora para que llegue acá y no me dejen ni terminar de hablar —le dije a Liz, y esta no aguantó más y empezó a reírse, al igual que Rodri.
—Y bueno, ¿se quieren sentar con nosotros hoy?
—¿Kevin va a venir? —preguntó Beth con el ceño fruncido.
—No —negó Iván mientras seguía dibujando en su libreta.
—Entonces sí, con permiso, capos —Beth me quitó mi mochila y la aventó junto con la suya en los asientos.
