𝐄𝐕𝐄𝐑𝐋𝐀𝐒𝐓𝐈𝐍𝐆 | ❛La muerte se ríe de mi desgracia❜
Después de su muerte, Harry asumió el rol que le correspondía como Maestro de la Muerte. Tras vivir incontables vidas, su querido compañero decidió que Harry merecía unas vacaciones.
Sin pr...
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Harry avanzaba por los pasillos de la mansión Slytherin, sus pasos resonando con una cadencia solemne contra el suelo de cerámica bien pulida, un eco que parecía tragarse la opulenta oscuridad a su alrededor. La mansión, una reliquia de piedra y metal frío, parecía construida no solo para impresionar, sino también para intimidar, un monumento a los excesos y secretos de una familia cuya historia estaba envuelta en un misterio retorcido, casi morboso. Cada paso que daba, cada sombra que se movía fugazmente en las paredes, recordaba a Harry que estaba adentrándose en terreno hostil.
No había querido venir. De hecho, había tenido una discusión con su esposo antes de salir de casa, una discusión que había sido, como siempre, un intercambio entre la terquedad de Harry y la paciencia infinita de Mortis. Su marido había intentado persuadirlo, recordándole que no tenía ninguna obligación de asistir a un evento en una mansión que apestaba a peligro y traiciones. Pero Harry, en una mezcla de curiosidad y desafío, había insistido. Ahora, sin embargo, al ver las paredes de piedra oscura que lo rodeaban y los retratos de rostros severos y altivos que lo observaban desde sus marcos dorados, se preguntaba si había cometido un error.
Las paredes estaban decoradas con tapices que relataban, con un lujo de detalles casi macabro, las hazañas de los Slytherin a lo largo de generaciones. Dragones, serpientes, y sombras danzaban en esas antiguas telas, y Harry pudo percibir un rastro de magia residual en cada hilo, como si los mismos tapices estuvieran vivos, recordando y juzgando a cada visitante que pasaba. No pudo evitar sentir un escalofrío recorriéndole la espalda, una sensación de que aquellos ojos bordados lo miraban fijamente, estudiándolo, sopesando si era digno de caminar por esos pasillos o si terminaría siendo otra sombra más atrapada en esas paredes.
Siguió caminando, sus pasos casi automáticos mientras sus pensamientos se sumían en una especie de introspección que rara vez se permitía. La mansión tenía ese efecto en él. Había algo en la atmósfera densa, en el eco de los secretos que parecían flotar en cada rincón, que hacía aflorar en Harry una parte de sí mismo que a menudo mantenía oculta. Podía sentir su propia oscuridad mezclarse con la de aquel lugar, como si los muros de piedra reconocieran en él algo familiar. Sus pensamientos se volvieron hacia su propia naturaleza, hacia las decisiones que lo habían llevado hasta allí, hasta esa vida de poder y peligro, y no pudo evitar preguntarse, por enésima vez, si realmente pertenecía a ese mundo.
Finalmente, después de un largo trayecto, llegó a una gran puerta de madera oscura, decorada con intrincadas tallas de serpientes entrelazadas. Al otro lado, podía escuchar el sonido apagado de la fiesta: murmullos, risas apagadas, el tintineo de copas y el murmullo constante de conversaciones en susurros. La puerta parecía latir con vida propia, como si estuviera conectada directamente a la energía de los presentes al otro lado. Harry apoyó la mano en la fría madera, y por un instante, sintió el impulso de dar media vuelta y regresar sobre sus pasos, de desaparecer en la oscuridad y evitar enfrentarse a la multitud de víboras que lo esperaba al otro lado. Pero su orgullo, esa parte intrínseca de su ser que nunca le permitía retroceder, lo hizo detenerse, inspirar profundamente y empujar las puertas con decisión.