Chapter III: Chichaldosas and witter

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Maddie caminaba de regreso a Min con la nota en mano, un documento oficial del gobierno que justificaba su ausencia al trabajo. El papel temblaba levemente en sus dedos. Aunque su jefe aceptara la nota, con Tayko enfermo no había nadie que fuera a trabajar ese día.


"No tienes que preocuparte por tu ausencia," le habían dicho los oficiales del gobierno tras el interrogatorio. "Llevarás esta nota a tu superior. Todo estará en orden." Pero algo en la calma de su tono había dejado a Maddie inquieto. Nada estaba realmente en orden, especialmente ahora que sabía que el gobierno estaba pendiente de él.


Al volver a la estación de Min, vió el granero en que todo sucedió y decidió entrar para ver a Dorian una última vez. Al entrar a él vió que todo estaba como antes. Le pareció muy extraño ya que estuvo fuera de ese lugar desde las 10 de la mañana, y ya eran la hora 15 en la tarde tarde. Esto no era un gran problema ya que los días en Melatonin duran 40 horas, aún así lo encontró muy raro.


Vió el cuerpo del ladrón en el suelo y del otro lado el cuerpo de Dorian. Él buscó en la ropa del ladrón y tomó una cartera, en la identificación estaba escrito el nombre de la persona: Cava. Maddie, viendo a ambos decidió sacarlos del granero en sacos de papas, y caminó con ellos arrastrados hacía los campos. Ahí mismo tomó una pala e hizo un hoyo, enterró a ambos y con una roca hizo una tumba. Pasó algunas horas grabando el nombre de Dorian y de Cava, con la horas y día en que murieron.


Finalmente decidió hacer lo que estuvo posponiendo por un rato, salvar su empleo. Mientras se acercaba a la oficina de su jefe, podía sentir la tensión en su pecho. Tayko aún seguía enfermo en casa, si su jefe le decía algo no había nadie que lo defendiera. Tendría que enfrentarse a su jefe, Don Horus, un hombre robusto con una barba ligera con un bigote ordenado y unas trenzas que recordaban a las de hocho.


Al llegar, golpeó suavemente la puerta.


—Pase —dijo Don Horus desde el otro lado, con su voz grave y autoritaria.


Maddie entró lentamente, con la nota aún en la mano.


—¿Nouwayy? —preguntó Don Horus, levantando la vista de unos papeles—. Ya era hora de que aparecieras. Te estabas arriesgando a perder tu puesto.


—Perdón, jefe —respondió Maddie, sintiendo la incomodidad en su estómago—. Pasaron... cositas.


—Cositas, ¿eh? —Horus se recostó en su silla, cruzando los brazos sobre su pecho—. Eso es lo que todos dicen cuando desaparecen sin avisar.


—No es eso —Maddie colocó la nota sobre el escritorio de su jefe—. El gobierno me dió esto. Estuve bajo su supervisión debido a... una cosita.


Horus tomó el papel, lo leyó cuidadosamente y, tras un momento, levantó una ceja. —Así que el gobierno está metido en esto. ¿Ahora qué hiciste, Nouwayy? —preguntó con un tono que brincaba entre la curiosidad y la sospecha.


—Nada malo. —Mimtió Maddie mientras hacía una pausa, buscando las palabras correctas—. Estuve en el lugar equivocado en el momento equivocado, solo eso.

Stars Beyond Silence: Looming in the bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora