Capítulo 9

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Era una noche oscura y tormentosa en Los Ángeles. La lluvia caía sin piedad, y los truenos resonaban en la distancia, mientras los relámpagos iluminaban brevemente el loft de Buck. Se encontraba solo, y cada estallido de la tormenta parecía despertar los ecos de su pasado. Su corazón se aceleró cuando recordó el rayo que casi le había costado la vida, un momento que había dejado una marca indeleble en su mente.

Buck caminaba de un lado a otro, su respiración se volvía cada vez más irregular. Las paredes parecían cerrarse a su alrededor, y la soledad amplificaba su miedo.

—No... no otra vez... —murmuró, su voz temblando mientras el pánico se apoderaba de él.

Intentando encontrar una forma de calmarse, Buck tomó su teléfono y marcó el número de Eddie, su novio, que había salido a dejar a Christopher en casa de un amigo.

—¿Buck? —la voz de Eddie sonó al instante, y Buck pudo escuchar la preocupación en su tono.

—Eddie... —dijo Buck, con la voz entrecortada. Era difícil para él expresarse—. Estoy... asustado.

—¿Dónde estás? —preguntó Eddie, acelerando hacia el auto—. Estoy en camino.

—En el loft... hay una tormenta... y... —las palabras se atascaron en su garganta mientras una nueva oleada de miedo lo golpeaba. La lluvia golpeaba con fuerza, como un recordatorio constante de lo que había enfrentado.

—Buck, escucha. Estoy a solo unos minutos. ¿Puedes hacer respiraciones profundas mientras tanto? —preguntó Eddie, manteniendo la calma mientras se apresuraba a llegar.

—Intentaré... —dijo Buck, pero la ansiedad le impedía concentrarse. La hiperventilación comenzaba a tomar control de su cuerpo.

—Voy a estar contigo, Buck. Mantén la calma, por favor. —Eddie sabía que Buck había lidiado con esto antes, pero eso no lo hacía menos grave—. No cuelgues. Estoy aquí, a tu lado.

Buck intentó seguir las instrucciones, pero la tormenta continuaba rugiendo y su mente se llenaba de pensamientos oscuros. ¿Y si esta vez no podía controlarlo? ¿Y si la tormenta lo atrapaba de nuevo?

Finalmente, Eddie llegó, empapado y preocupado. Abrió la puerta con una determinación feroz, y encontró a Buck sentado en el sofá, con las manos temblorosas y los ojos llenos de terror.

—Buck... —dijo Eddie, cerrando la puerta detrás de él y acercándose rápidamente—. Estoy aquí.

Buck se levantó, y antes de que pudiera contenerse, se lanzó a los brazos de Eddie, sollozando. La desesperación lo inundaba.

—Lo siento, no sé qué me pasa... —dijo Buck, la voz ahogada en lágrimas.

Eddie lo sostuvo con fuerza, sintiendo cómo el cuerpo de Buck temblaba contra el suyo.

—Shhh, está bien. Estás a salvo conmigo. —Eddie lo miró, preocupado—. ¿Qué pasó?

Buck tragó saliva, tratando de encontrar las palabras.

—Desde lo del rayo... cada vez que hay una tormenta, siento que me atrapa de nuevo. Como si... —su voz se rompió, y los recuerdos comenzaron a abrumarlo. Cada trueno sonaba como el latido de un reloj contando hacia una cuenta regresiva. Cada destello de luz era un recordatorio de su vulnerabilidad.

Eddie lo miró, su corazón desgarrándose al ver a Buck tan asustado.

—Escucha, Buck. Lo que pasó fue aterrador. Pero no tienes que enfrentarlo solo. Yo estoy aquí para ti, siempre. Y Christopher también. No importa lo que pase, no vas a tener miedo porque yo siempre estaré contigo.

Las palabras de Eddie resonaron en la mente de Buck, pero la tormenta seguía arremetiendo afuera, y su miedo no desaparecía tan fácilmente.

—¿Y si vuelve a suceder algo así? —preguntó Buck, su voz un susurro lleno de angustia—. No quiero volver a sentir eso. No quiero que me pase algo más.

Eddie tomó su rostro entre sus manos, mirándolo a los ojos con una intensidad que Buck nunca había visto.

—No lo permitiré. —La voz de Eddie era firme, llena de determinación—. Voy a luchar por ti, Buck. Tú no estás solo en esto. Siempre estaré a tu lado, incluso en las tormentas más oscuras.

Buck sintió una pequeña chispa de esperanza, pero el miedo seguía retumbando en su pecho. Un trueno retumbó, y Buck se encogió, enterrando su rostro en el pecho de Eddie.

—No puedo, Eddie. Tengo miedo... —murmuró Buck, su voz temblorosa.

—Está bien tener miedo. Todos lo sentimos a veces. Pero no dejes que te controle. Mira a tu alrededor, Buck. Este lugar es seguro. Yo soy tu refugio. —Eddie lo abrazó más fuerte, tratando de infundirle su fuerza—. Si la tormenta se vuelve demasiado, cierra los ojos y recuerda que estoy aquí contigo.

Buck respiró hondo, sintiendo el calor de Eddie envolviéndolo. Cada palabra de Eddie era un ancla en su mar de caos.

—No puedo hacer esto sin ti. —Las lágrimas caían de sus ojos mientras la tormenta rugía afuera.

—Y no tienes que hacerlo. —Eddie acarició suavemente su cabello—. Vamos a ver una película o escuchar música, ¿qué te parece? Pero antes, quiero que hagas un ejercicio conmigo. Cierra los ojos y respira conmigo.

Buck asintió, aunque aún sentía el nudo de ansiedad en su pecho. Juntos, comenzaron a respirar profundamente, siguiendo el ritmo de Eddie. Buck intentó concentrarse en la voz de Eddie, sintiendo que poco a poco su cuerpo comenzaba a relajarse.

Después de unos minutos, Buck abrió los ojos, mirando a Eddie con gratitud.

—Gracias... por estar aquí. No sé qué haría sin ti.

Eddie sonrió, y en ese instante, Buck supo que, aunque las tormentas pudieran volver a surgir, no tendría que enfrentarlas solo.

—Siempre estaré aquí, Buck. Siempre.

Fotos de un solo disparo de BuddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora