Capitulo 12

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Hay un viejo proverbio que dice: es mucho más lo que espera la mente de lo que percibe. Así me sentía yo. Al llegar al instituto, busqué como una posesa a Adam. Había recorrido el campus, la cafetería... incluso había esquivado a mis amigos, ansiosa por encontrarlo en los pasillos de la tercera planta. Mi plan iba en picada; era todo un fracaso.

Justo estaba en el lavabo, con la cabeza metida entre las manos. La cerámica fría del lavabo me hizo sentir un escalofrío, mientras el aire denso y caliente aumentaba mi incomodidad. Me sentía acalorada de tanto caminar por Morgan y no encontrar a Murrys en ningún lugar. Al mismo tiempo, un pequeño alivio me envolvió: prefería no encontrarlo, temía su reacción después de la noche de ayer. ¿Y si me ignoraba? ¿Y si pasaba de mí?

Como si el destino jugara con mis pensamientos, Danna Irwing entró al lavabo. La vi caminar tras de mí frente al espejo, su reflejo iluminado por las luces frías. Me enjaboné las manos con prisas, lista para ir en busca de Britt.

—Los malos rumores de Morgan dicen que te vieron pasear con Adam —dijo tras de mí. Me detuve, mi corazón dio un brinco, y la mirada de Danna me atravesó como un dardo. Ahí estaba, lucía su cabello perfecto y tenía una sonrisa que no le llegaba a los ojos.

No me inmuté; me crucé de brazos, sintiendo cómo la tensión aumentaba en el aire.

—Sí, ¿y? —espeté, tratando de mantener la calma.

Tenía sentido que luciera tan molesta y frustrada. Después de Jess Collins, Danna era la chica que más frecuentaba a Adam.

—No te sorprendas cuando de un momento a otro desaparezca; Adam es así —se jactó, su tono despectivo resonando en mis oídos—. ¡Ah! Menos conmigo. Todos saben que hemos tenido una relación difícil... pero siempre encontramos la manera de volver uno al otro.

¡Claro! pensé. Si no supiera que siempre lo recibirías con los brazos, o mejor dicho, las piernas abiertas, no volvería tanto.

—Me alegro por ti —dije desdeñosa, el desdén en mi voz casi palpable—. Realmente no me importa.

Ella rió, una risa que resonó en el pequeño espacio del lavabo.

—¡Ja! ¡Si todos en el insti saben cómo estás de coladita por él!... ¿Quieres saber lo mucho que le interesas? A las tres en Berfult estaremos reunidos. ¡Anda! Te invito. No estoy con Adam, y aunque no lo creas, te lo digo como amiga. Adam no es bueno para nadie.

Sabía que su invitación era maliciosa; solo quería molestarme y demostrarme, una vez más, cómo siempre ganaba la partida. Danna, en el pasado, había sido estupenda; habíamos sido las mejores amigas junto a Britt. Sin embargo, en el último año, algo en ella había cambiado, algo que alteró la dinámica entre las tres para siempre.

Asentí, sintiendo una mezcla de desafío y desánimo.

—Bien. Iré... con Britt, nos veremos ahí.

Hizo una mueca, tratando de mostrarse tan segura como siempre cuando el nombre de Britt salió de mis labios.

—Nos veremos entonces —respondió, dirigiéndose a la puerta—. Y Every, hay batallas que vale la pena dejar estar.

Se encogió de hombros y se marchó. Arrugué el entrecejo, confusa. ¿A qué se refería? ¿Creía que pelearía con ella por Adam?


—¿Y tu plan es que yo conviva media hora de mi vida con esa lunática? —escupió Britt, cruzándose de brazos.

Sabía que la idea de ir a Berfult —un pequeño bar a las afueras de la ciudad— con Britt para que me acompañara a este descabellado encuentro sería difícil. Pero, ¡vamos! La pelinegra me lo estaba haciendo imposible. Llevábamos más de quince minutos estacionadas frente al local, gracias a su reproche.

LeBlanc por defectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora