Capítulo 3. Después de la tormenta, llega la calma.

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«Lo que le hice ese día... ¿en serio estuvo bien, Cora-san?»

Law miraba a Luffy, a quien había recostado en su cama. La única luz en la habitación provenía de la enorme ventana circular que tenía al frente el Polar Tang. Ese mar era tan transparente que se podían ver los peces al pasar y la luz que se colaba desde la superficie. El silencio del lugar, lleno de libros en las paredes, solo era roto por los ruidos de la reparación de la nave, que ya había comenzado en cubierta por la tripulación.

El capitán acercó un sillón que estaba junto a su librero, tomó un libro al azar de cubierta azul y, sentándose a un lado de la cama, comenzó a leer mientras esperaba a que Luffy despertara. Así pasaron varias horas, hasta que el ruido afuera cesó, el día fue apagándose y Law cayó dormido, presa del cansancio.

Hasta que...

—¡ACEEE!

Luffy había despertado, se levantó de la cama rápidamente y se dirigía a la puerta para salir, cuando...

—¡Room!

Law impidió que Luffy saliera de la alcoba, aunque no que dejara de gritar.

—¡Déjame salir, tengo que ir con Ace! ¡¿Dónde está?! ¡Tengo que ayudarlo!

—Mugiwara, ¡cálmate y escucha! —le pidió Law, acercándose a él.

—¡NO! ¡No sé quién eres, pero debes dejarme ir con Ace o...!

—¡ACE ESTÁ MUERTO! —gritó el capitán, impactando al chico, quien, sin pensarlo, se abalanzó contra él para golpearlo, lleno de furia.

—¡ESO NO ES CIERTO! ¡DÉJAME VER A ACE!

—¡Es la verdad, tu hermano está muerto!

—¡NOOO! ¡NO ES VERDAD! —gritó Luffy, lleno de lágrimas, mientras sentía que se le desgarraba el corazón—. ¡ÉL NO! —exclamó, mientras golpeaba con pocas fuerzas el pecho de Law, una y otra vez. Él, sin moverse un centímetro, solo observaba el rostro de dolor y desesperanza que mostraba el pirata de los sombreros de paja.

—Tienes que calmarte —atinó a decirle, aunque quería poder expresarle algo más, pero nunca había sido bueno con las palabras; no era Cora-san.

—¡No! ¡Es mentira, Ace me salvó y...! —Luffy lloraba sin cesar, mientras la esperanza se le iba del alma—. ¡Por favor, dime que es mentira! —rogó Luffy, jalando a Law de la gabardina y tirándole el gorro al suelo, mientras con la mirada le pedía un milagro. Esas pupilas, otrora tan llenas de vida, ahora lucían vacías, reflejando el duelo que no podía aceptar.

—Mugiwara, lo lamento, pero es la verdad... —dijo Law, sin poder soltarse de la mirada de Luffy, amarrado a ese sufrimiento que sabía que el chico sentía y que él conocía bien... lo que le estrujó el corazón.

—¡No, no! —dijo Luffy, llorando sin cesar, comenzando a respirar agitadamente. Cayó de rodillas frente al moreno; casi no podía respirar y se agarraba el pecho. No oía nada y se sentía mareado al estar hiperventilando.

—¡Mugiwara! —exclamó Law, y al notar que tenía un ataque de ansiedad, se agachó y lo abrazó, intentando calmarlo.

—Ace... —susurró Luffy con un hilo de voz, y con su rostro sobre el pecho de Law, comenzó a llorar sin control, aferrándose a las solapas de la gabardina. El joven se quedó inmóvil, sin soltarlo, mientras percibía todo el dolor del chico al tenerlo tan cerca, llorando sobre su pecho. Cerró los ojos, pero eso solo trajo el recuerdo de su propia tragedia, lo que la vida también le había arrebatado en el pasado.

Pero en ese pasado, ese dolor lo había vivido solo, porque no había habido nadie que lo abrazara o que al menos le hubiera dado un poco de esperanza. O que tan solo le dijera que...

—Todo estará bien... —enunció Law al oído de Luffy y deshizo su «Room», mientras sentía cómo el chico se aferraba más a su pecho, casi asfixiándolo.

Y mientras en esa triste escena el tiempo parecía no pasar, afuera el mar se iba coloreando de un azul profundo, señal de la noche que caía. A su vez, a cada momento el llanto de Luffy era más débil, y su respiración ya no estaba agitada. Cuando Law lo notó, se apartó ligeramente del chico, quien alzó su mirada al unísono.

—¿En serio Ace... murió? —preguntó Luffy, como si tras varios minutos la realidad fuera otra. Law, sintiendo el dolor de tener que responder lo que menos quería, aspiró hondo y usó el tono más comprensivo que pudo.

—Sí. Él murió. Lo lamento.

—¡No...! —El grito ahogado de Luffy se ahogó con sus lágrimas que volvieron a brotar sin descanso. Soltó completamente a Law y, ensimismado, se abrazó a sí mismo, llorando de nuevo con fuerza.

Law se restregó el rostro con su mano derecha, desesperado al no saber qué hacer. Al mirar su palma, sus recuerdos volvieron a Cora-san. Entonces exclamó, mientras tocaba suavemente la cabeza del chico:

—¡Calm!

Con ello, el llanto de Luffy quedó en silencio. Pareció salir de su ensimismamiento, y miró a Law, quien se acercó para cargarlo y llevarlo de regreso a la cama. Una vez ahí, lo bajó suavemente y lo dejó sentado. Pero cuando iba a alejarse, sintió cómo la mano derecha de Luffy aferraba su muñeca izquierda.

—Quédate conmigo...

Esta vez, el corazón de Law vibró, pero no solo por compartir las tribulaciones de Luffy, sino por lo que el joven acababa de pedirle. No había visto su rostro y tampoco quería que el pirata de los sombreros de paja viera el suyo, porque sentía sus mejillas calientes.

Y sin razonarlo, presa de las emociones tan diversas que había tenido desde que se encerró con él en su habitación, dio media vuelta y se sentó sobre la cama a la izquierda del chico. Este le sonrió levemente en agradecimiento y cayó dormido sobre su hombro y brazo izquierdo. Law, quedándose inmóvil, miraba sin mirar toda su habitación, pensando que era la primera vez que se sentía tan cálida. O quizás no era la habitación, sino él, quien sentía esa calidez de Luffy, a pesar de que su corazón estaba roto. Pero entre todo, le aliviaba saber que el efecto de «Calm» había ayudado al chico.

Tras varios minutos, Law acomodó a Luffy en la cama para que pudiera descansar bien. Mientras lo miraba, con la tranquilidad que había conseguido traerle, no pudo evitar recordar una vez más a Corazón, quien había usado el «calm» para protegerlo el día que robaron la Ope Ope no mi. También recordó cómo lo había sacado de su propia oscuridad... con amor.

Y eso le hizo cuestionarse, mientras volvía a sentarse en el sillón al lado de Luffy—para no estar tan cerca de él—y poder cuidarlo por la noche:

«Y a ti, ¿quién puede sacarte de esa oscuridad, Mugiwara?»

Continuará...

Nota de la autora: a partir de esta semana, publicaré esta historia los días viernes; gracias a eso esta semana tuvimos dos capítulos nuevos. Gracias por leer, siempre estoy atenta de sus comentarios, me encantará leerlos. ♥

La «D» es de ¿Destino? Lawlu One PieceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora