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Verdades disfrazadas de Mentiras

Azier Draven

La búsqueda de la verdad es como una mancha roja que no deja de picar, sin que uno se dé cuenta de la venda ensangrentada que tiene pegada a los ojos. Es como la lejanía del sol respecto a la tierra, donde no existe la posibilidad de que se acerque. Porque si lo hace, el planeta arderá, y yo arderé de impotencia, cegado sin saberlo.

No era digno para nadie, digan lo que digan sobre mis padres que me lo dan todo. Yo quería más. Esa fue una lección que me enseñó mi abuelo. Tenía el amor de mis padres, pero no el de mis abuelos.En sus ausencias, fui criado de esa manera. Todo lo que tengo es fruto de mi esfuerzo, sin sentir empatía alguna, porque la empatía era como esos agujeros negros que aparecen cada siglos: invisibles y distantes.

Me hicieron cargar el peso de las crueldades ajenas, forzándome a resistir para que la gente no me pisotee.Estoy cegado sin saberlo; las vendas blancas ahora están teñidas de rojo, reflejando los daños causados.

—Despierta que ya es tarde,—Cierro mis ojos cuando la luz impacta a mi rostro al momento en que abrió las cortinas

—Déjame en paz,—Bufo molesto dándole la espalda pero siento cómo jala las sábanas quitándome

—Niño malcriado,ya levántate,—Me apunta seria pero luego me sonríe—¿Qué tal ayer?

¿Qué pasó ayer?

—No debiste dejar que entre,—Me quito las sábanas levantándome,para ir al baño sin antes escuchar

—Y tú no debiste ser así,—Fue lo único que dijo para irse la ignore completamente

Al enjuagarme la cara no pude evitar recordar las palabras de Iris,¿cómo se atreve a decirme tal cosa?. Emma no haría algo así,ella es para mi,la mujer con quien voy a casarme,no soy romántico pero es la simple verdad. Aún así algo me dice que le pregunte a Em lo que realmente pasó por una extraña y horrible razón siento que hay algo más detrás,y que la decisión que voy a tomar es la incorrecta,cómo los exámenes del instituto difíciles de adivinar y si marcas la respuesta está mal.

Aún así, decidí ducharme para luego cambiarme y salir de casa sin desayunar. Tenía que hablar con Em y saber qué fue lo que realmente ocurrió ayer. Bajé del auto y lo primero que vi fue cómo llegaba con esas minifaldas rosas, aquella blusa blanca ceñida a su abdomen. Me sonrió y me dio un beso en los labios.

—Hola, amor —dijo Emma, su voz cálida como el sol de la mañana.

—Hola, Em. Necesito hablar contigo —respondí, con una calma fría que apenas ocultaba la tormenta en mi interior.

—Claro, ¿de qué se trata? —preguntó, notando la seriedad en mi tono.

—Escuché algo me dijeron que abusaste de mí —dije, manteniendo la mirada fija en sus ojos, sin mostrar la vulnerabilidad que sentía.

Emma frunció el ceño, su expresión se tornó de confusión a indignación.

—¿Qué? Eso es una locura, Azier. No fue así en absoluto. ¿Quién te dijo eso?

—Iris —respondí, sintiendo cómo el aire se volvía más denso.

—Iris es una mentirosa. No le creas ni una palabra —replicó, su mirada firme y decidida.

—Pero, ¿por qué diría algo así? —insistí, mi voz imperturbable, aunque por dentro comenzaba a cuestionar todo.

—Porque le gusta hacer daño, porque disfruta sembrando el caos. Sabes que no hay verdad en lo que dice. Lo que tuvimos fue real, y nadie puede cambiar eso —dijo Emma, acercándose a mí, buscando mi mirada.

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