◐UNO◐

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Cuando escuché el azotar de la puerta supe que todo había terminado. Oficialmente mi vida se volvió una infierno.

Mi madre me ignoró y fue directo a la cocina por café.

-Mamá... -murmuré, pero ella se mantuvo dándome la espalda.

-Vete a tu cuarto, Sylvanne.

Mis ojos picaron. ¿Por qué ella me trataba así?

-Mamá...

El silencio era tanto, que escuché cuando ella gruñó.

Subí a mi habitación y miré por la ventana, pero la carroza fúnebre ya se había ido. Sí, carroza fúnebre; mi padre había muerto y el servicio tuvo lugar en mi casa.

No pude llorar. Papá me dijo que no lo hiciera.

"No te puse un nombre fuerte para que terminaras siendo una nenita" fue lo último que me dijo.

Odiaba mi nombre, me parecía demasiado tosco, y por eso prefería que todos me llamaran simplemente «Anne».

Mamá no quiso ir al funeral, a pesar de lo que toda la gente pudiera pensar cuando no vieran ni a la segunda esposa ni a la hija del Señor Abatelli, ella tenía sus motivos.

Nadie se puede imaginar, hasta que lo vive, la soledad de una casa en la cual alguien acaba de morir. No es la soledad típica que de vez en cuando existe en nuestros momentos de baja autoestima, no es la soledad de estar solo en tu hogar, no es la soledad de cerrar la puerta de tu habitación. Es la soledad tan abrumadora de saber que un ser querido sale de casa para jamás volver; nunca volverás a verle.

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Mi madre guardó los nueve días de luto forzosos antes de, una buena mañana, salir al supermercado vestida en falda blanca. Pero es que ella tuvo todo más fácil, porque ella sí pudo llorar y yo no. Vestirme de negro fue la única manera en la que yo pude, de alguna manera, aliviar mi pena.

Mamá no me habló por un mes entero, supongo porque estaba enojada con el mundo y la persona más cercana en ese entonces fui yo.

En la escuela las cosas no fueron mejor. Daliah era mi única amiga y ella era demasiado feliz en su propio mundo, así que apenas hizo las preguntas de rigor como: «¿Estás bien? ¿Cómo lo estás llevando? ¿Y tu mam, cómo va?»

No pude culparla. No pude obligarla a deprimirse junto conmigo.

El resto de mi clase me dio el pésame, incluyendo los maestros, que fueron algo más generosos conmigo al ser condescendientes con mis tareas y calificaciones.

Algunos vecinos nos llevaron cestas con cupcakes y botellas de vino a la casa, a lo que mamá nunca supo agradecer debidamente.

Y entonces un día, finalmente, el mundo se cayó a pedazos para mi madre y para mí: Papá nos había dejado en bancarrota.

Lo supimos cuando ella no pudo pagar las cuentas del mes. Las tarjetas estaban vacías y en la cuenta de ahorros solo habían mil dólares.

Mi vida cambió muy rápido, como un tren sin freno. Un día mi madre me sacó de la escuela, pues ya no podía seguir pagando las colegiaturas, y al siguiente estaba haciendo una venta de garage con artículos de lujo para poder cubrir los servicios básicos. La casa quedó prácticamente vacía y mi mamá con trabajos me dirigía palabra.

Cuando llamaron del banco para avisar que nos embargarían de no pagar la hipoteca, ella hizo las maletas.

-Nos iremos a un hotel por un tiempo, y conseguiré un empleo -avisó.

You Are Mine. H.S (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora