Aunque la mayoría de las pantallas parpadeaban para llamar mi atención sobre los resultados, no podía despegar la vista de la retransmisión del combate. Sabía que la maquinista se terminaría imponiendo de una u otra forma a Dan haciendo uso de su privilegiada cabeza, pero no esperaba que acabase haciéndolo de una forma tan literal.
―Claro que tendrías un as bajo la manga. ―Solté una risilla con una mueca de satisfacción―. ¿Alquimia en caramelos? No dejáis de maravillarme.
Mirei fue caballerosa asistiendo a mi hermano a volver a incorporarse tras admitir su derrota. Y, de algún modo, era capaz de mantener las energías para dedicar a cámara (pensándolo bien, ¿sabía qué eran?) una de esas sonrisas capaz de derretirte.
―¡Ah! ¡Es que es justo como Neumeria! ―Me balanceé hacia los lados, aún resistiéndome a volver al trabajo―. Ay... ¡no hay tiempo para distracciones! Veamos qué me tienes que decir del análisis, viejo trasto.
Recorrí los resultados de las pantallas con la mirada y luego invoqué un holograma con el que comparar los datos. Todo cuadraba, así que me acerqué el teclado, escribí un sencillo comando en él y me recosté contra el respaldo de la silla, satisfecha.
Menos mal. A pesar de los imprevistos que nos habían causado los Aruna, todo estaba marchando según el plan. Si el ordenador me daba luz verde, quizá podría tomarme uno o dos días libres y todo.
―Mi... señora ―la voz de Dan sonaba entrecortada al otro lado del auricular―. Imagino que...
En lugar de terminar la frase, solo dejó escapar un eterno suspiro.
―Recomponte, chico ―repliqué mientras sacaba un pequeño espejo de la bata―. Ya he visto tu simpático duelo. Buen trabajo, todo sea dicho. ¿Estás satisfecho ya?
―Estoylo ―apuntó en un tono mucho más leve de lo habitual―. ¿Deberíamos... personarnos ya en su laboratorio?
―¿Qué parte de «recomponte» no has entendido, Dan? ―callé por unos instantes para ajustarme el pintalabios―. En serio, tómate tu tiempo, no me voy a ir a ninguna parte. Ofréceles refrescarse. Quizá, algo de comer. Una poción para que deje de dolerle lo que quiera que hayas hecho en esa bonita cara para dejarla tan hinchada. Ya sabes.
El chico soltó una risilla al otro lado de la línea, casi impropia de él. En el fondo, por mucho que dibujara una distancia artificial entre nosotros, me conocía como si fuera mi hermano de sangre.
―Sí, me has pillado, me estoy terminando de arreglar. ―Me justifiqué mientras volvía a pintarme la raya del ojo―. Y, quizá más importante... aún estoy decidiendo cuánto deben saber por ahora.
Contemplé unos instantes el techo, perdida en mis pensamientos. Sabía que había prometido a Mirei respuestas en nuestro reencuentro, pero también tenía claro que sería incapaz de comprender la mitad de mi propósito hasta que lograra responder por sí misma esa pregunta. Aun así, siempre podía darle un empujón en la dirección correcta. Una pista sobre mi verdadera yo. Una yo que no sabía si la maquinista sería capaz de aceptar.
Aunque todo mi ser deseaba que lo hiciera, la mera idea de que no fuera así hizo que se me encogiera el corazón. Por un instante, la seguridad en mí misma que creía sentir se esfumó, dejándome con la frialdad de las pantallas y un tenue reflejo en ellas que maldecía todos mis secretos.
***
Siempre había querido hacer eso de dar un giro dramático en la silla cuando alguien entraba en mi habitación. ¿Era una payasada? Quizá, pero ver a la joven Lilina tan divertida por el gesto hizo que la mayoría de las dudas que me nublaban desaparecieran, aunque solo fuera por unos instantes.

ESTÁS LEYENDO
Alquimistas del Diluvio Estelar
Science FictionDicen que las estrellas fugaces traen la prosperidad. Y lo cierto es que desde que empezaron a surcar los cielos hace diez años, la tecnología ha avanzado a pasos agigantados, poniendo en duda el rol de los métodos más tradicionales de la alquimia. ...