Capitulo 2: El arte de ocultarse

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El aula de arte era el lugar donde Sofía se sentía un poco más libre, como si los colores y las líneas que trazaba en su cuaderno la ayudaran a sacar las palabras que nunca podía decir. En las paredes colgaban dibujos de otros estudiantes: retratos, paisajes y algunas abstracciones que pretendían ser modernas. Sin embargo, ninguno de ellos parecía hablarle de la manera en que lo hacían sus propios bocetos, escondidos en la última página de su libreta.

-¡Sofía! -Rafaela y Rafelina entraron corriendo al aula, hablando casi al mismo tiempo-. ¡Mira lo que trajimos!

Rafelina extendió una hoja de papel doblada. Sofía la tomó y, con cierta curiosidad, la desdobló para ver su contenido. Era el cartel del próximo concurso de arte de la escuela. El premio consistía en una beca para un curso de verano en la Academia de Arte de la ciudad. Sofía sintió un cosquilleo en el estómago.

-Pensamos que podrías participar -dijo Rafaela, con una sonrisa que iluminaba sus ojos oscuros-. Sabemos que nunca has mostrado tus dibujos a nadie, pero esta es tu oportunidad. Podrías hacer algo realmente especial. ¡Tienes mucho talento!

-No sé... -Sofía mordisqueó su labio inferior, con la mirada fija en el cartel-. Hay muchos otros estudiantes que son buenos, y... yo no estoy acostumbrada a que me vean.

-Pero justamente por eso deberías intentarlo -insistió Rafelina, con una chispa de entusiasmo en la voz-. Es una forma de demostrarte a ti misma que puedes hacerlo. Además, nunca se sabe, ¿y si ganas? Imagínate el verano en la academia, lejos de aquí, conociendo a gente nueva...

Sofía sabía que sus amigas tenían razón. Participar en el concurso podría ser una oportunidad para salir de su zona de confort, pero la idea de que alguien más viera sus dibujos la llenaba de pánico. Era como si, al compartir su arte, también compartiera una parte de sí misma que prefería mantener oculta.

El timbre que indicaba el inicio de la clase interrumpió la conversación. La profesora entró al aula con una energía contagiosa, cargando un rollo de papel enorme bajo el brazo. Era conocida por su entusiasmo y por sus inusuales formas de enseñar.

-¡Buenos días, jóvenes artistas! -exclamó, desplegando el papel sobre la mesa principal-. Hoy quiero que hablemos sobre la autenticidad en el arte. No se trata solo de crear una imagen bonita, sino de mostrar quiénes somos a través de lo que pintamos o dibujamos.

Esas palabras resonaron en Sofía. "Mostrar quiénes somos" era algo que ella había evitado toda su vida. Dibujaba para escapar, no para revelarse. Mientras la clase continuaba, la profesora pidió que cada alumno comenzara un boceto inspirado en algo que los definiera o que fuera importante para ellos.

Sofía tomó el lápiz, sus dedos temblando ligeramente. Frente a ella, el papel en blanco parecía tan inmenso como la propia incertidumbre que sentía. Después de un momento, casi sin pensarlo, comenzó a trazar las líneas de un rostro. Era un retrato, aunque no era el de Oscar, como podría haber esperado cualquiera de sus amigas. Era el suyo.

Los trazos eran delicados y casi inseguros, pero a medida que avanzaba, su propia imagen comenzó a aparecer en el papel, aunque de una forma diferente. Dibujó su rostro con una expresión ausente, los ojos mirando hacia abajo, como si intentara evitar la mirada de alguien. Dibujó una sombra alrededor, representando el peso de la soledad que sentía a menudo.

-Eso se ve increíble, Sofía -murmuró Rafaela, inclinándose para observar su boceto-. Pero... ¿por qué te dibujaste así?

-No lo sé -admitió Sofía en voz baja-. Supongo que es como me veo a mí misma, o al menos, como me siento.

Rafelina frunció el ceño, pensativa. -Es hermoso, pero triste. Deberías agregar algo que refleje lo que te gusta, como el arte o la música. Quizás un libro o una flor, para que no sea tan... oscuro.

La sugerencia hizo eco en la mente de Sofía. Mientras volvía a mirar su dibujo, pensó en lo que Rafelina había dicho. Decidió añadir algo que le diera un toque de esperanza: trazó una pequeña mariposa posada en su hombro, con las alas extendidas, como si estuviera a punto de volar. Era su manera de decir que, aunque se sintiera atrapada, todavía había una parte de ella que deseaba salir al mundo.

Cuando el timbre sonó al final de la clase, Sofía se quedó mirando su dibujo por un momento más. Había algo diferente en él, algo que nunca había plasmado antes. Por primera vez, sintió que tal vez estaba lista para que alguien más viera una parte de ella.

Quizás sus amigas tenían razón. Quizás, después de todo, el concurso de arte no era solo una oportunidad para mostrar su talento, sino también para mostrarse a sí misma, aunque fuera solo un poco.

¿Por qué a mi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora