Capitulo 4: La decisión de volar

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El lunes por la mañana, la escuela parecía seguir el ritmo habitual, con estudiantes llenando los pasillos y conversaciones animadas sobre la feria del fin de semana. Para Sofía, sin embargo, todo tenía un tono diferente. Las palabras de Oscar resonaban en su mente, como si se hubieran quedado grabadas: “No importa si ganas o no, lo importante es que lo que hagas sea sincero.” Era la primera vez que alguien le había dicho algo así sobre su arte, y el hecho de que fuera él quien lo dijera hacía que sonara aún más verdadero.

Cuando llegó a la clase de arte, sus amigas ya la estaban esperando. En cuanto la vieron, Rafaela y Rafelina se levantaron de sus asientos, con sonrisas cómplices en el rostro.

—¡Buenos días, artista! —la saludó Rafaela, agitando una hoja de inscripción para el concurso de arte—. ¿Te acuerdas de esto?

—Claro que se acuerda —dijo Rafelina, con un tono juguetón—. Después de la conversación que tuvo con Oscar en la feria, seguro que no ha pensado en otra cosa.

Sofía sintió el rubor subir a sus mejillas y desvió la mirada hacia la ventana. No podía negar que aquella conversación había cambiado algo en ella, pero la idea de participar en el concurso aún la asustaba. Pensar en la posibilidad de que sus dibujos fueran juzgados, no solo por los profesores, sino por otros estudiantes, le parecía aterrador. Sin embargo, la curiosidad y la esperanza se mezclaban en su interior, formando una chispa que nunca antes había sentido.

—¿Y bien? —insistió Rafaela, extendiéndole la hoja—. Sabemos que tienes tus dudas, pero si no te inscribes, nunca sabrás de lo que eres capaz. Al menos inténtalo. Si no por el premio, hazlo por ti.

Sofía tomó la hoja con manos temblorosas. Mientras observaba los espacios en blanco que debía llenar, sintió una oleada de incertidumbre que amenazaba con paralizarla. Pero entonces, recordó el dibujo de la mariposa que había hecho. Esa pequeña criatura representaba algo más que un simple adorno en su boceto; simbolizaba su deseo de salir de su capullo, de volar, de mostrarse al mundo, aunque fuera por un instante.

Respiró hondo y se dirigió a la mesa de la profesora. Mientras se acercaba, notó que las palmas de sus manos sudaban. La profesora de arte la recibió con una sonrisa cálida.

—¿Necesitas algo, Sofía? —preguntó con amabilidad.

—Quería… inscribirme en el concurso de arte —dijo Sofía, sintiendo cómo su voz vacilaba al principio pero se fortalecía al final.

La profesora asintió y tomó la hoja de inscripción, revisándola con cuidado. —Me alegra que te animes a participar —dijo—. He visto tus bocetos y creo que tienes mucho que mostrar. Recuerda que este concurso es más que una competencia; es una oportunidad para expresar lo que llevamos dentro.

Mientras regresaba a su asiento, Sofía sintió una mezcla de nervios y alivio. Había dado el primer paso, pero eso no significaba que el camino fuera a ser fácil. De hecho, ahora comenzaba el verdadero desafío: elegir qué dibujar y plasmar en el papel algo que fuera auténtico.

Esa tarde, se encerró en su habitación, rodeada de sus libretas y lápices. La idea de dibujar la mariposa seguía flotando en su mente, pero quería agregarle algo más, algo que mostrara lo que había sentido durante todo ese tiempo. Pensó en su soledad, en las veces que se había sentido invisible, pero también en la esperanza que siempre llevaba dentro, incluso cuando parecía estar oculta en lo más profundo.

Pasaron horas antes de que finalmente encontrara el rumbo que buscaba. Decidió dibujar un retrato de sí misma, al igual que lo había hecho en clase, pero esta vez lo haría a mayor escala y con más detalles. Se dibujó sentada en el suelo, con la espalda contra una pared, como si estuviera atrapada en una esquina. Alrededor de ella, sombras oscuras se alzaban, simbolizando la tristeza y el vacío que la acechaban. Pero en medio de esa oscuridad, dibujó mariposas de colores brillantes que revoloteaban a su alrededor, como si trataran de sacarla de ese rincón.

El proceso fue más difícil de lo que esperaba. Cada línea que trazaba parecía remover un sentimiento que había guardado en su interior durante años. Por momentos, tuvo que detenerse para secarse las lágrimas, pero algo dentro de ella le decía que no podía abandonar. Era como si las mariposas en su dibujo le susurraran que debía seguir adelante, que ese era su momento de salir al mundo.

Cuando terminó, el sol ya se había ocultado y su habitación estaba iluminada por una pequeña lámpara de escritorio. Se quedó mirando su obra por un largo rato, con una sensación de logro y vulnerabilidad a partes iguales. Nunca antes había creado algo tan personal, y el simple hecho de mirarlo le hacía sentir una especie de alivio, como si finalmente hubiera encontrado una forma de expresar lo que había callado por tanto tiempo.

Al día siguiente, llevó su dibujo a la escuela, envuelto en una lámina protectora. Sus amigas la esperaban en la entrada.

—¿Lo trajiste? —preguntó Rafaela con entusiasmo.

Sofía asintió, y cuando abrió la lámina para mostrarles el dibujo, ambas se quedaron en silencio por un momento.

—Sofía… es hermoso —dijo Rafelina, con los ojos brillantes de emoción—. Es como si fuera una parte de ti.

—Exactamente —respondió Sofía, sintiendo una mezcla de orgullo y timidez—. Quería que fuera sincero.

Rafaela la abrazó con fuerza. —Estamos muy orgullosas de ti. No importa lo que pase en el concurso, ya ganaste al decidir mostrarte así.

Con el apoyo de sus amigas y la sensación de haber logrado algo importante, Sofía se dirigió a la oficina de la profesora para entregar su dibujo. Al dejarlo en manos de la profesora de arte, sintió que una parte de ella había dado el primer paso para salir del capullo en el que había estado encerrada.

La inscripción estaba hecha, y su dibujo ahora era parte del concurso. Había tomado la decisión de volar, y aunque aún no sabía hasta dónde llegaría, por primera vez en mucho tiempo, el miedo había dado paso a la esperanza.

¿Por qué a mi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora