Capitulo 3: El secreto de la mariposa

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Los días siguientes transcurrieron como en un sueño. Sofía seguía pensando en el concurso de arte y en el boceto que había comenzado en clase. Sus amigas la habían animado tanto que, sin darse cuenta, empezó a esbozar más dibujos en su libreta. Había algo casi liberador en darle vida a esa pequeña mariposa que se posaba en su hombro, como si fuera un símbolo de esperanza que se negaba a desaparecer.

El fin de semana llegó rápido, y la escuela organizó una feria cultural, con actividades en todas partes: música, juegos y una exposición en la que se mostraban trabajos de los estudiantes. Aunque Sofía no solía ser parte de esas cosas, sus amigas insistieron en que fuera con ellas. Rafaela y Rafelina eran de las pocas personas que lograban convencerla de salir de su zona de confort, así que, al final, accedió.

—Te hará bien despejarte un poco —le dijo Rafaela cuando la recogió en su casa esa mañana—. Además, es posible que Oscar esté por ahí. Ya sabes cómo le gusta estar en el centro de todo.

El solo hecho de que su nombre fuera mencionado hizo que el corazón de Sofía diera un vuelco. Trató de calmarse mientras caminaban hacia la escuela, sintiendo que cada paso la acercaba a un mundo del que normalmente se mantenía al margen. Sin embargo, una pequeña parte de ella también se sentía emocionada. Quizás, si Oscar estaba allí, podría encontrar el valor de hablarle, aunque fuera solo para decirle "hola".

La feria estaba en pleno apogeo cuando llegaron. En los pasillos y el patio se desplegaban mesas con proyectos, estands de comida, y escenarios donde algunos estudiantes mostraban sus talentos. Sofía se sintió un poco abrumada por la multitud, pero Rafaela y Rafelina la mantenían distraída con sus bromas y su entusiasmo.

—Vamos a la exposición de arte —sugirió Rafelina, señalando un edificio cercano—. Me dijeron que han colgado algunos dibujos realmente buenos.

Sofía las siguió, sin saber exactamente qué esperar. Al entrar en la sala de exposiciones, se encontró rodeada de obras de sus compañeros: paisajes, retratos, collages. Algunos trabajos eran impresionantes, llenos de detalles y colores vibrantes. Se sintió pequeña e insegura, comparando mentalmente esos trabajos con sus propios bocetos tímidos.

De pronto, se detuvo frente a una de las paredes. Allí, en el centro, colgaba un dibujo que reconoció de inmediato: era el boceto de Oscar. Lo había visto una vez en clase de arte; representaba un retrato moderno, casi abstracto, de un león. La forma en que las líneas se entrelazaban con las sombras y colores hacía que pareciera un ser real, rugiendo desde el papel.

—¿Sabías que Oscar es buenísimo dibujando? —comentó Rafaela, rompiendo el silencio—. Es otra razón por la que deberías hablar con él, Sofía. ¡Tienen algo en común!

Sofía se quedó mirando el dibujo del león. No tenía idea de que Oscar compartía su amor por el arte. De alguna forma, eso lo hacía parecer más cercano, como si detrás de su popularidad y confianza hubiera un lado sensible que ella no había imaginado. Pero justo cuando estaba perdida en sus pensamientos, la voz de Oscar la sacó de su ensimismamiento.

—¿Te gusta? —preguntó él, apareciendo detrás de ellas.

Sofía sintió cómo el calor subía hasta sus mejillas. Se giró despacio, intentando mantener la compostura, pero todo lo que logró hacer fue asentir.

—Es muy bueno —respondió con voz baja, casi inaudible—. Me gusta la forma en que dibujaste las sombras… parece real.

Oscar sonrió, como si su comentario le hubiera sorprendido gratamente. —Gracias, no mucha gente lo nota. —Se acercó un poco más para observar los otros dibujos que colgaban en la misma pared—. Yo también dibujo desde que era pequeño. Es una manera de… bueno, de escapar de todo, supongo.

Esa última frase resonó en Sofía de una manera que no esperaba. Era como si, por un momento, Oscar estuviera diciendo exactamente lo que ella sentía pero no sabía cómo expresar. Antes de que pudiera responder, Rafelina, que no podía quedarse callada por mucho tiempo, se adelantó.

—Sofía también dibuja, ¿sabías? —dijo, con una sonrisa traviesa—. Tiene un boceto hermoso que debería mostrarte algún día.

Sofía sintió que el mundo se detenía. ¿Por qué lo había dicho? Era como si su secreto más preciado acabara de ser revelado sin su consentimiento. Oscar la miró con curiosidad.

—¿En serio? Me encantaría verlo. ¿Vas a participar en el concurso de arte?

—E-eh, no estoy segura —respondió Sofía, sintiéndose torpe y fuera de lugar. La presión en su pecho creció, y una parte de ella solo quería desaparecer.

—Deberías hacerlo —dijo Oscar, con una expresión más seria de lo que ella esperaba—. Siempre es bueno mostrar lo que uno siente. No importa si ganas o no, lo importante es que lo que hagas sea sincero.

Antes de que pudiera decir algo más, Oscar se alejó, llamado por sus amigos al otro lado de la sala. Sofía se quedó inmóvil, sintiendo un revoltijo de emociones que iban desde la vergüenza hasta un pequeño destello de orgullo. Quizás no había sido la conversación más larga o profunda, pero era más de lo que había imaginado.

—¡Eso fue increíble! —exclamó Rafaela, emocionada—. ¡Le hablaste, Sofía! Bueno, él te habló, pero es lo mismo, ¿no?

—Sí, lo hiciste muy bien —agregó Rafelina, dándole un ligero empujón en el hombro—. Te dije que tenías que mostrar tu arte. ¡Hasta Oscar lo piensa!

Sofía no respondió. En su mente, solo había una imagen: la pequeña mariposa que había dibujado en su boceto, con las alas abiertas, casi como si fuera a alzar el vuelo. Quizás sus amigas y Oscar tenían razón. Quizás ya era hora de dejar de esconderse.

¿Por qué a mi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora