Capítulo III

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Al día siguiente, los primeros rayos del sol atravesaron las cortinas de la habitación, despertando lentamente a Kefla. Se estiró perezosamente, sintiendo la frescura del aire matutino. Por un instante, pensó que todo había sido un sueño, pero al observar la habitación desconocida, la realidad volvió a su mente: estaba en el pasado, en la Tierra, en una época donde ni siquiera las versiones más fuertes de los guerreros que conocía habían alcanzado su verdadero potencial.

Se levantó de la cama y miró por la ventana, observando el paisaje montañoso que rodeaba la casa. La vista era espectacular. Desde la colina en la que se encontraba la casa de Goku, podía ver kilómetros de bosques, montañas y un cielo despejado que prometía un día perfecto.

"Bueno, parece que es hora de empezar este nuevo día," pensó Kefla, mientras se dirigía al baño. Después de una rápida ducha, salió al comedor donde encontró a Goku preparándose para salir, ya vestido con su clásico gi de combate.

"¡Buenos días, Kefla!" dijo Goku con su habitual sonrisa despreocupada. "Dormiste bien, ¿verdad?"

"Sí, bastante bien," respondió ella, estirando un poco los hombros. "Tu casa es cómoda. Aunque, no esperaba que un saiyajin viviera en un lugar tan tranquilo."

"Jeje, es un buen lugar para entrenar," comentó Goku. "A veces el silencio es lo que necesito para concentrarme."

Kefla asintió, comprendiendo. Mientras se sentaban a desayunar, la conversación fluyó con naturalidad. Las conversaciones se centraron en las aventuras del saiyajin de niño, la chica intervenía de vez en cuando, pero le gustaba escucharlo relatar su vida. Por otra parte, no podía evitar fijarse en cómo Goku hablaba con tanta simplicidad y serenidad, incluso estando a una semana de enfrentarse a una amenaza tan grande como los androides.

"Así que... ¿qué piensas hacer hoy?" preguntó Goku mientras devoraba un plato lleno de comida.

Kefla, cruzada de brazos, pero manteniéndolos sobre la mesa, lo miró con una sonrisa irónica. "La verdad, no sé. Mi vida básicamente se basa en pelear," respondió, encogiéndose de hombros con una naturalidad que a Goku no le pasó desapercibida.

Goku dejó el plato a un lado y sonrió ampliamente. "¡Jajaja! ¡Eres igual que yo entonces! Siempre estoy buscando a alguien fuerte con quien entrenar."

Kefla soltó una pequeña risa. "Bueno, entonces encajaremos bien. Aunque, si de verdad eres tan fuerte como dicen... más te vale no decepcionarme."

"¡No te preocupes por eso!" Goku se levantó de la mesa de un salto, ya completamente emocionado.

Kefla, calmada, lo siguió, notando cómo la chispa de su naturaleza guerrera comenzaba a avivarse. Aunque su vida siempre había girado en torno a las batallas, esta vez había algo diferente... ver entrenar al azabache le causaba paz, algo que nunca había experimentado ni como Kale ni como Caulifla. Una vez se alejaron, Goku se puso en pose de pelea.

"Jaja, perdón, pero no pienso pelear ahora."

"¿Y eso?" Frunció el ceño, sorprendido y decepcionado.

"No estoy de humor," contestó ella, encogiéndose de hombros con una sonrisa burlona.

"Aaaa, bueno, ¿qué se le va a hacer?" Goku dejó caer los hombros con una risa.

"Tranquilo, estaré viéndote desde aquí."

"¿Eso será suficiente?" Cuestionó.

"Solo quítate la camisa y estaré satisfecha." Bromeó, riendo.

"Tú lo pediste" dijo de forma divertida para quitarse la parte superior de su ropa de entrenamiento.

Kefla se sonrojó levemente, pero mantuvo su actitud segura. "Así mejor," comentó mientras se recostaba frente a una roca, disfrutando de la escena con una sonrisa satisfecha.

¿Por qué a mi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora