CAPITULO 3

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Nunca había imaginado que una pelea pudiera cambiar tanto todo, Nico, que siempre fue mi mejor amigo, ahora actúa como si yo no existiera y aunque no lo quiera admitir, lo extraño. Pero a él, parece no importarle lo que pase con nuestra amistad, simplemente marco su distancia y no hizo ni siquiera el intento de hablar conmigo para arreglar las cosas. Lola me dijo que le diera su espacio y que aprovechara para ver la situación desde afuera. Recuerdo que unas semanas antes de la pelea, Nico hizo una broma pesada sobre mi gusto musical delante de todos y aunque solo sonreí para disimular mi incomodidad, por dentro me sentí ridiculizado. Pero en ese momento preferí no darle importancia y pensaba "solo son bromas de amigos".

El jueves después del colegio teníamos clases de deporte, todos nos reunimos en el gimnasio del colegio, y ahí estaba Nico, riéndose con los demás e ignorándome, pero ¿qué puedo hacer? Si fuera yo el que hubiera empezado la pelea o hecho algo mal, probablemente estaría buscando cómo arreglarlo. Pero a Nico... no parece importarle. En la clase nos tocó jugar básquet, como siempre, y claro, él y yo quedamos en equipos opuestos porque ninguno de los dos quería hablar con el otro. Traté de concentrarme en el juego, pero era imposible, lo veía correr delante de mí, sonreír con los demás, y sentía una mezcla de rabia y tristeza. ¿Cómo puede seguir como si nada? ¿Cómo puede simplemente olvidarse de todo?

En algún momento del partido, el balón llegó a mis manos, y cuando menos lo pensé, Nico estaba frente a mí, intenté esquivarlo, pero entonces me empujó tan fuerte que caí al suelo, no era un empujón de juego, sino con algo más detrás.

—¿Qué pasa, no te la bancás? —dijo, burlándose como siempre.

Me levanté, frotándome el codo, y lo miré, pero no quise entrar en su juego.

—No hacía falta el empujón —respondí, tratando de mantener la calma.

—Dejá de llorar —replicó, como si él no hubiera hecho nada.

Algunos de los chicos empezaron a reír, y yo solo me sacudí el polvo y volví a la cancha. Podría haberle contestado o haberme enojado, pero no tenía sentido, si le respondía, sería peor, como siempre. Pero lo que más me dolió fue la indiferencia en su mirada, como si no fuéramos nada. El partido continuó, pero en mi cabeza seguía dándole vueltas a lo que había pasado, Nico y yo... ya no éramos los mismos. Me estaba dando cuenta de que, quizás, nunca habíamos sido los amigos que yo pensaba. Al terminar el partido, Lucas se acercó, nunca fuimos exactamente amigos, pero últimamente había empezado a verlo diferente. No era como Nico, que siempre trataba de ser el centro de atención, Lucas era más tranquilo, más reservado y desde la pelea con Nico, me demostró que era una persona con la que podría contar.

—¿Estás bien? —me preguntó mientras salíamos del gimnasio.

—Sí, todo bien —respondí rápidamente, sin querer mostrar lo afectado que estaba—. Nico está siendo... Nico.

Lucas frunció el ceño, como si entendiera sin necesidad de explicaciones, estábamos caminando hacia la salida del gimnasio cuando me sorprendió que siguiera la conversación.

—Lo vi, y es un pelotudo, ¿sabés? —dijo con un tono mucho más bajo, como si no quisiera que los demás lo escucharan—. No deberías dejar que te trate así.

En ese momento, Lola se acercó a nosotros, ella siempre sabía cuándo algo no estaba bien.

—¿Qué pasó ahí? —preguntó, secándose el sudor con una toalla—. Nico te empujó como un idiota.

—Es Nico, ya sabés cómo es... —respondí, pero ni yo mismo me creía la excusa.

Lola me miró, levantando una ceja; no iba a dejar pasar mis evasivas.

EL DIARIO DE VALENTIN: EL CAOS DE SER YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora