El jueves comenzó como cualquier otro día, mamá nos llevó al colegio y la mañana era tan típica como muchas otras, las charlas con Lola y Carla antes de entrar a clases, las miradas de reojo con Lucas y las primeras dos horas de clases que son las más duras. Después del receso, me senté de nuevo en mi pupitre al lado de Lola, podía ver como ella leía una y otra vez unas hojas. No entendía muy bien por qué y tampoco quería preguntar, pero luego cuando entro la profesora de filosofía. Entendí que esas hojas eran sus apuntes y de repente escuché a la profesora anunciar el examen. Terminé de entender por qué los leía sin parar. Mi corazón dio un vuelco.
—¿Examen? ¿Hoy? —murmuré a lo bajo, mi cabeza empezó a repasar rápidamente todo lo que había aprendido, pero la verdad es que apenas recordaba algo.
—¿No sabías que hoy era el examen? —dijo Lola.
—No —respondí quitándole sus apuntes de la mano—, pero supongo que algo podre responder.
Las últimas semanas habían sido un torbellino con las peleas con mi papá, mis dudas sobre Lucas y los exámenes de otras materias. Filosofía había quedado completamente olvidada.
—Bueno, para vos no es tan difícil todo esto de cuestionar el mundo y pensar en hasta lo más mínimo—bromeo Lola.
Intenté tranquilizarme mientras la profesora repartía los exámenes, cuando llegó mi turno, respiré hondo y comencé a leer las preguntas: Kant, Sartre, Rawls... No eran imposibles, pero tampoco eran fáciles.
—Lo que sea que salga, es lo que saldrá — me dije, y empecé a escribir lo mejor que pude.
Las ideas llegaban en fragmentos, y sentía que solo estaba escribiendo para llenar la hoja, miré a mi alrededor como buscando respuestas, intenté mirar la hoja de Lola, pero no quería poner en riesgo su esfuerzo, resignado continué escribiendo lo que mi cabeza y pocas ideas suponían que era lo correcto. En ese momento Después de lo que me pareció una eternidad, sonó el timbre que marcaba el final del examen, lo entregué y salí del aula. Me sentía agotado, y ni siquiera sabía si había hecho lo suficiente para aprobar.
El resto de la mañana pasó rápido, pero no tan rápido como los pensamientos corrían por mi cabeza. Las últimas semanas no he podido pensar en claro las cosas que ya tenía un problema nuevo que solucionar. Mis pensamientos volvían constantemente al examen para el cual no estudié, mi pelea con papá, mi sexualidad, mi pelea con Nico y mi salida con Lucas del sábado. ¿Acaso mi cabeza no puede darme un poco de tregua?
Al terminar las clases, caminé junto a Lucas hacia la parada del colectivo, ambos estábamos callados, lo que no era normal teniendo en cuenta lo mucho que hablamos últimamente. Justo cuando estaba a punto de preguntarle si estaba bien, él rompió el silencio.
—Che, Valen, ¿te gusta el rock alternativo? —preguntó, mirándome de reojo con una pequeña sonrisa.
Me tomó por sorpresa su pregunta, pero asentí.
—Sí, bastante. ¿Por? —respondí, curioso.
Lucas rio, rascándose la nuca, se veía algo avergonzado, lo cual no era común en él.
—La verdad... ya sabía que te gustaba. Revisé tu Instagram anoche y vi que compartiste algunas bandas en tus historias hace un tiempo.
Me detuve un segundo, mirándolo con una mezcla de sorpresa y diversión.
—¿Me espiabas en Instagram? —le pregunté, levantando una ceja mientras trataba de no reírme.
Lucas se encogió de hombros, sonriendo.
—Solo un poco, quería conocerte más —respondió sonriendo.
Me reí, incapaz de contenerme.
—No me enojo, pero podías haberme preguntado directamente. No soy un misterio tan grande —le dije.
ESTÁS LEYENDO
EL DIARIO DE VALENTIN: EL CAOS DE SER YO
Teen Fiction"El diario de Valentín: El caos de ser yo" nos invita a adentrarnos en la mente de un adolescente que se enfrenta al vértigo de crecer. Valentín escribe para intentar comprenderse a sí mismo mientras lidia con la ansiedad, el peso de las expectativa...